En marzo de 2008, la artista italiana Pippa Bacca realizó una performance. El plan era viajar vestida de novia desde Milán a Jerusalén haciendo autoestop a través de los Balcanes, Bulgaria, Siria, Jordania o Líbano, lugares que habían sufrido guerras recientes. Su objetivo era impulsar la paz y el amor. Pero acabó violada, robada, estrangulada y enterrada por Turquía. Fin de la performance, que escribió Rosa Belmonte.En 2018, en el décimo aniversario, Nathalie Léger publicó ‘ El vestido blanco ‘, un librito que ahora sale en España en Sexto Piso, donde aborda esta historia y mucho más en un intento de poner luz a la confusión. «A falta de poder comprenderlos, tenemos que tomarnos en serio los actos más descabellados». Pippa era sobrina de Piero Manzoni , quien en 1960 vendió su respiración a 250 liras el litro y quien puso en una lata sus heces para venderlas con el título ‘Mierda de artista’. Murió con 30 años .En una ocasión, Bacca, de nombre real Giuseppina Pasqualino , quiso ser una sirena y se calzó una cola de pez hecha de tela verde y se zambulló en la fuente enfrente de la estación de tren de Padua. El chico al que amaba iba a esperarla allí cuando descubrió a la ‘performer’ en la fuente semidesnuda, haciendo contorsiones delante de los perplejos transeúntes. La duda es si era una declaración de amor o una obra de arte. O las dos. «Me equivocaría si dijera que fue la bondad lo que me atrajo de su historia. Lo que me interesaba era que con su viaje quiso reparar algo desmesurado y no lo consiguió», escribe Léger. De hecho, fue su más brutal impugnación. Archivo de la televisión italiana : «Asesinada por un canalla. La artista milanesa deseaba llevar un mensaje de amor a los países azotados por la guerra. La han encontrado muerta y desnuda en una fosa. Violada. Estrangulada. Durante ese original periplo con el que quería ensalzar el amor y la paz». En cada parada, Pippa se reunía con comadronas locales a las que lavaba los pies y les preguntaba por sus labores, sobre la dificultad de traer niños al mundo. El asesino la desplumó, además, y usó su cámara de vídeo para grabar la boda de su sobrina. Fue tan bobo que puso la tarjeta SIM de ella en su móvil. Y tras diez días desaparecida, todo se supo. «La violó, la mató, escondió su cuerpo enterrándolo de mala manera entre arbustos ralos y robles polvorientos. Acto seguido, volvió a casa donde le esperaban su mujer y sus hijos. Durante varios días, colocó a su alrededor las pertenencias de Pippa. Jugueteó con el móvil de la mujer a la que acababa de poner bajo tierra, se gastó su dinero y se divirtió jugando a ser cineasta». En aquella boda, el asesino graba todos los bailes. «Y, de repente, se hace la negrura. La cámara se inclina. Gira el objetivo hacia sí. Aparece su rostro. Se ríe. Es feliz».Cuando repatriaron el cuerpo, dos mil personas asistieron al funeral . El secretario de Estado de Cultura prometió una gran exposición dedicada a la obra de Pippa. Un sinfín de mensajes pedían que se le diera el premio Nobel de la Paz. Y el alcalde de Milán anunció un monumento en su memoria. Tenía 33 años. La escritora Alda Merini dijo: «Sentí el deseo de aquella mujer de desposarse con la maldad. Fue un acto de locura suprema. Eso sí, una locura noble y hermosa que, creo, es la misma que tienen los santos». La también conocida como ‘Poeta de la desgracia’ le dedicó, además, un poema, que cierra así: «No sé qué decirte. No creo en la bondad de las personas, ya he sufrido mucho. Pero es como si viera mi alma vestida de novia huyendo del mundo para no gritar».
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