Tras la pista del patrimonio español descuartizado y disperso

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Tras la pista del patrimonio español descuartizado y disperso

A Don Felipe, hermano levantisco de Alfonso X el Sabio, lo enterraron en el siglo XIII en un sepulcro labrado de piedra en Villalcázar de Sirga (Palencia), junto a su segunda mujer, doña Inés. Su cadáver fue envuelto en una rica capa nazarí, que por orden de Isabel II fue llevada al Palacio Real de Madrid en el siglo XIX. Hoy es una de las joyas medievales que se pueden admirar en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), aunque no entera. Un fragmento del manto se conserva en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid y otros cinco salieron de España y se encuentran dispersos en el Victoria and Albert Museum de Londres, el Cooper-Hewitt del Smithsonian Design Museum de Nueva York, les Musées de la Chambre de Commerce et d’Industrie de Lyon, el Art Institute of Chicago y les Musées royaux des Beaux-Arts de Bruselas. Otros retazos procedentes de esta sepultura también acabaron en el Metropolitan Museum of Art (Met) de Nueva York. The Hispanic Society of America, o el Rijksmuseum (Ámsterdam), además del MAN. «Creo que sería inimaginable hoy pensar en coger un tejido del siglo XIII que durante siglos se ha preservado en una tumba, extraerlo, cortarlo en trocitos y comercializarlo, pero eso se hizo con tales prendas y también con colgaduras, libros de coro, con beatos… obras maravillosas que vemos desgajadas en distintas instituciones, bibliotecas y museos de todo el mundo», explica María José Martínez Ruiz , profesora de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid y coordinadora académica de Nostra et Mundi . Noticia Relacionada Saqueo de yacimientos reportaje Si Se estrecha el cerco al robo arqueológico con detectores de metal Mónica ArrizabalagaEste proyecto, impulsado por la Fundación de Castilla y León (entidad inscrita a las Cortes de Castilla y León) investiga el patrimonio de esta comunidad autónoma que se encuentra fuera de España. Su propósito es «dar a conocer la historia de piezas representativas que han traspasado las fronteras , cómo y por qué salieron de su lugar de origen y llegaron hasta allí», comenta Martínez. A la tarea de completar ese «puzle descomunal», en el que según Martínez les gustaría integrar obras de toda España en un futuro, ya se han sumado instituciones como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y, más recientemente, la Fundación Santa María la Real , así como investigadores de las universidades de Valladolid y Burgos y de la Complutense de Madrid. Con su búsqueda, tratan de superar el recurrente término de ‘expolio ‘. «Muchos de los bienes muebles e inmuebles fueron enajenados en circunstancias muy diversas», constatan desde esta iniciativa, que ve los destinos donde hoy se conservan estas piezas como ‘embajadas’ o ‘escaparates’ de Castilla y León . Aunque se citan ubicaciones españolas a los que han ido a parar algunas obras, la coordinadora de Nostra Mundi subraya que «no es el objetivo último integrar lo que está fuera de Castilla y León, pero dentro de España, porque a fin de cuentas estamos hablando de obras muy importantes para el patrimonio del país». En este sentido, Martínez se muestra apenada por la disputa judicial por las pinturas murales de Sijena . «Es un fracaso del diálogo cultural», opina. ‘Tijeretazos’ dolorososSu catálogo, en acceso abierto en internet, crece cada día y cuenta hasta la fecha con 286 obras de todo tipo. Entre ellas, un amplio elenco de ejemplos de dolorosos ‘tijeretazos’, como los que sufrió el ajuar del sepulcro del infante Felipe. Aunque se quiso poner a resguardo, llevando buena parte de los vestigios a Madrid, «también cayó en manos de marchantes y puede advertirse en los fragmentos cómo se tiró de tijera con el objeto de sacar el mayor provecho posible», constata esta experta en patrimonio disperso, coautora junto al fallecido José Miguel Merino de Cáceres de estudios como ‘De Fuentidueña a Manhattan’ o ‘La destrucción del patrimonio español’ (ambos en Cátedra).Obras fragmentadas Fragmento de la decoración mural de San Baudelio de Berlanga (Soria), hoy en The Cloisters. Folio de un libro de coro procedente del Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila (The Fitzwilliam Museum). Fragmento textil procedente de Villalcázar de Sirga (Palencia), en The Metropolitan Museum of ArtEl desmembramiento de obras históricas «es un problema que sigue estando ahí , sobre todo con bienes que son más sensibles como patrimonio arqueológico, documental o textil», pero Martínez cree que ahora «hay una mayor sensibilidad y proyectos como este de Nostra et Mundi quizá puede llamar la atención y hacer sonrojar de alguna manera tales actitudes». El daño, una vez hecho, es irreparable, advierte, porque « una obra original y única ya no se puede recomponer y ya no se puede leer adecuadamente ». «No se puede interpretar bien un monasterio que está fragmentado en dos continentes. Es otra cosa, es un sucedáneo de lo que en su día fue . Tampoco un beato, si parte de las páginas están en el Arqueológico, parte en una colección particular, otras tantas en el Metropolitan…», subraya. Martínez no habla por hablar. De los libros de coro del monasterio de Santo Tomás de Ávila hay hojas dispersas en instituciones como el Fitzwilliam Museum de Cambridge o la Morgan Library de Nueva York y el Beato de San Pedro de Cardeña (Burgos) está repartido entre el MAN y el Met. Monasterios ‘bilocados’Por muy loco que pueda parecer, también hay fragmentos de edificios repartidos en distintos lugares del mundo, en estos casos no por el uso de las tijeras sino por el de la piqueta. Las cubiertas de madera policromadas del siglo XIV del Palacio de los Zúñiga en Curiel de Duero (Valladolid) se preservan en el William College Museum of Arte de Williamstown (EE.UU.), el Princeton University Art Museum (EE.UU.) además del MAN, el Museo Episcopal de Vic (Barcelona) o el Alcázar de Segovia.Dependencias del monasterio de Santa María de Sacramenia actualmente en Miami (Florida)Precisamente los dos ejemplos más representativos de edificios despiezados proceden de Castilla y León. Uno de ellos es el monasterio cisterciense de Santa María de Sacramenia (finales siglo XII-principios XIII), cuya iglesia sigue en pie en la localidad segoviana, pero las dependencias que formaron su claustro, refectorio y sala capitular fueron compradas en 1925 por William R. Hearst y viajaron hasta Miami. Hoy se conocen como ‘ The Spanish Ancient Monastery ‘. Igual camino siguió el ábside románico de San Martín de Fuentidueña (Segovia). Pese a que la ley de Tesoro Artístico de 1933 impedía la exportación de un monumento nacional, fue desmontado en 1957 y trasladado a The Cloisters, en Nueva York, con permiso del Gobierno de Franco. A cambio, el Metropolitan ofreció seis pinturas murales de la ermita de san Baudelio de Berlanga (Soria) que desde entonces se exhiben en el Prado. Noticia Relacionada estandar No De Fuentidueña a Manhattan: la verdadera historia de cómo se llevaron de España un monumento nacional piedra a piedra Mónica Arrizabalaga Dos reconocidos expertos en patrimonio reconstruyen con documentos inéditos cómo se gestó el traslado del ábside segoviano a Estados Unidos en pleno franquismoOtros fragmentos de este conjunto mural están dispersos entre diversos museos estadounidenses. Como también están repartidas entre el Prado y la National Gallery de Washington o el Museo Soumaya de México las tablas del retablo de la iglesia de San Lázaro de Palencia , pintadas por Juan de Flandes. O el tríptico de la Adoración de los Magos de la cartuja de Miraflores (Burgos). Solo una parte se conserva en España, en una colección privada de Las Palmas de Gran Canaria. Las otras cuatro se encuentran en museos e instituciones de Italia, Bélgica y Suiza.Tres envites «terribles»Su periplo es uno de los últimos incorporados al catálogo de Nostra et Mundi. Se cree que formó parte del botín expoliado por el general Darmagnac en 1810. Los años de la ocupación francesa y la Guerra de la Independencia «fueron el primer gran envite que sacudió la herencia histórico-artística de todo el país, un momento en el que se perdieron numerosos tesoros, que salieron de nuestras fronteras y de algunos ni siquiera se sabe dónde fueron a parar», recuerda Martínez. «Fue terrible -añade la experta-, pero lo peor es que a los extraños se unieron después los locales con las sucesivas medidas desamortizadoras que acabaron convirtiendo la riqueza histórico-artística del país en una especie de escaparate al mejor postor». «El periodo más intenso de la salida de obras de las fronteras españolas es el siglo XIX y primeras décadas del XX» María José Martínez RuizLa edad de oro del coleccionismo norteamericano completa ese triángulo de las Bermudas de la dispersión del patrimonio. «En España se vendía de todo», se lamenta la investigadora. Aunque años después Erik el Belga causó estragos con sus robos, Martínez considera que «el periodo más intenso de la salida de obras de las fronteras españolas es el siglo XIX y primeras décadas del XX». Noticia Relacionada El ladrón de arte más célebre estandar Si El saqueo sin fin de Erik el belga, cuarenta años después Mónica Arrizabalaga«Todos los países hemos tenido nuestro momento de acaparadores y de sufridores y España, dentro del contexto europeo, es de los países que más han sufrido la dispersión de su patrimonio y Castilla y León es representativo de lo que se ha vivido», añade cuando el término tan en boga de ‘descolonización’ sale a colación.En la mayoría de los casos, las obras fueron vendidas en momentos en los que no existían leyes de protección del patrimonio o no había excesivo control, ni tampoco una educación y conciencia social por ese legado cultural. Hoy, en cambio, hay pueblos que se han puesto en contacto con este proyecto para conocer el paradero de obras perdidas. Vecinos de San Miguel del Pino (Valladolid), por ejemplo, les preguntaron por una pieza de su parroquia que han localizado en el Museo de Brujas. Ahora la institución ya puede señalar su origen en la cartela.

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