Desde el primer momento del conflicto armado entre Israel e Irán , el presidente Trump y los líderes árabes de la región han mantenido contacto telefónico para lanzar una «llamada a la moderación y al arreglo de las disputas por medios diplomáticos», según informan las agencias de prensa. No obstante, Israel afirma que Washington le está ayudando con información sobre los objetivos que ataca en Irán.Ciertos analistas occidentales no dudan, además, de que los regímenes árabes del golfo Pérsico «aplauden la ofensiva de Israel, aunque no lo expresen por una razón de prudencia». Cualquier torpeza en ese terreno podría convertirlos en objetivo de los misiles y drones iraníes.Irán y los regímenes árabes de Oriente Próximo coinciden en su repudio del Estado de Israel, con matices. Y al mismo tiempo no olvidan su propia enemistad. En primer lugar religiosa e histórica: chiíes persas y suníes árabes no han aparcado las guerras de religión que empezaron a la muerte de Mahoma. Los ricos países petroleros han acabado encajando el poderío militar de Israel, pero no aceptan la posibilidad de que Irán se convierta en la primera potencia nuclear musulmana de la región.Noticia Relacionada Análisis estandar Si ¿Por qué se odian tanto Israel e Irán? Francisco de Andrés Más allá de la retórica religiosa, el conflicto entre Teherán y Tel Aviv es una lucha por hegemonía regional y supervivencia estratégica«Aplauden a Israel por su ataque a Irán, pero deben jugar con cuidado sus cartas porque se arriesgan a recibir también ellos los golpes», declara a la agencia France Presse Sanam Vakil , directora para Oriente Próximo del ‘think tank’ Chatham House.El país árabe con más contenciosos con Irán es Arabia Saudí, que se enfrenta al régimen de Teherán en Yemen. Desde hace un año, se han reducido las tensiones entre los rebeldes yemeníes chiíes, apoyados por Irán, y el régimen suní yemení respaldado por Arabia Saudí, pero el país está dividido y sufre la peor crisis humanitaria del planeta.La bomba atómicaLos analistas recuerdan, además, que el régimen saudí apoyó en 2015 la decisión de la primera Administración Trump de romper la baraja con Irán y retirarse del acuerdo nuclear. Aquel pacto, que la actual guerra ha terminado de enterrar, aseguraba en teoría que el programa nuclear iraní se limitaría al uso civil de la energía atómica. Los diques han acabado de romperse y Riad sabe que del resultado de la guerra dependerá que Irán obtenga o no el arma atómica en un breve plazo de tiempo.En el conflicto que ha estallado tras el ataque israelí, sin precedentes, juegan también otros factores, además de la carrera nuclear. Irán utilizó el año pasado una red de alianzas con movimientos armados en la región para atacar a Israel, que también desestabilizaron la economía de los países del Golfo. Las ofensivas del palestino Hamás, el libanés Hizbolá y los hutíes de Yemen afectaron a la navegación por el mar Rojo y demostraron a los árabes que el régimen persa de los ayatolás persigue la hegemonía a cualquier precio.Otro elemento que condiciona el respaldo de los regímenes del Golfo a Israel, en su pulso militar con Irán, es la presencia militar norteamericana en la región. Estados Unidos cuenta con bases militares en 19 emplazamientos, tanto en Israel como en países árabes vecinos. En total, se calcula que en las bases norteamericanas de la región operan entre 40.000 y 50.000 soldados norteamericanos. La mayor parte se sitúa en Qatar, Baréin, Kuwait, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Las bases estadounidenses son claves para las operaciones navales y aéreas en la región, así como para la inteligencia. Si la guerra entre Israel e Irán entra en una escalada de proporciones insospechadas, las bases en los países árabes serán objetivos estratégicos para destruir por parte del régimen persa. Entre otras razones porque ya están colaborando con Israel para que los ataques contra la infraestructura de Irán tengan el máximo de eficacia.
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