Vivir en Italia quiere decir aprender a tomar café, porque es una verdadera cultura, si no una religión con sus reglas (y dogmas): por la mañana vale todo, pero a partir de las once ya no hay tutía, la carta se reduce ( ‘espresso’, ‘macchiato’ o sustitutos) y hay que evitar pedir ‘cappuccino’ para no incurrir en la cólera local. De hecho, se pide con una palabra: ‘ caffè ‘, punto y pelota. En cambio, en España sufro cada vez que vuelvo y ser camarero tiene que ser una suerte de tortura, pues no hay dos que tomen el café de la misma manera: solo, cortado, manchado, largo de esto y aquello, por no entrar en infusiones, ‘specialties’ y brebajes contemporáneos (avena, coco, leche de mono). Cada cual es muy libre, pero esta diversidad tiene por detrás una falta de cultura nacional. En parte, se explica porque se trata de una tradición importada desde oriente (vean el libro de Weinberg y Bealer , ‘Caffeine’), pero es que además llega a España como pecado afrancesado en el siglo XVIII, según cuenta Cadalso en alguna de sus ‘Cartas marruecas’. El español de verdad tomaba chocolate , faltaría más.Noticia Relacionada opinion Si «Vuelve» Alatriste, las claves del nuevo libro de Arturo Pérez-Reverte: todos somos sus ahijados Adrián J. Sáez Hay libros que hacemos nuestros y que, al mismo tiempo, nos forjan a su imagen y semejanzaEn materia cafetera sólo salvo a Portugal (¡mi reino por una ‘bica’!) o Turquía (‘kahve’), aunque confieso un cierto amor por los tazones —casi piscinas— alemanes, pero bueno, lo que se dice bueno con todas las de la ley, el buen café es italiano : se podrá discutir la marca (mi compadre Manuel Vilas era de Illy, pero creo haberlo convertido a Kimbo), el templo sagrado (Nápoles siempre, pero ojo con Trieste) y lo que se quiera, pero no la religión del café. Y, qué quieren, uno —que es curioso—, se pregunta si este credo del café va más allá del disfrute y no es asimismo un signo de una fuerte identidad nacional, que se declina en signos de todo pelo de la bandera y el himno al culto a los autores patrios (donde Dante gana por más de una nariz a Cervantes en las escuelas). Que sí, que hay algo de chauvinismo, pero también de orgullo nacional por el café de casa. Y yo lo envidio .

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