Mató a su expareja y padre de su hija en septiembre de 2004, y enterró su cadáver a 700 metros de su casa, pero no ha sido hasta ahora cuando la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra la han detenido por el crimen , resolviendo así, 20 años después, y a pocos meses de prescribir el caso, la desaparición de Juan Manuel Leiva González, un vecino de Reus (Tarragona), que entonces tenía 34 años. «En principio, nadie sospechó que su marcha hubiese sido involuntaria . Su familia recibió llamadas desde Francia y les dijeron que se encontraba en esa zona», explica a ABC el subinspector Moreno, del Grupo de Policía Judicial de Reus, a cargo de las pesquisas. Y es que la mujer, junto a su nuevo compañero sentimental –un hombre violento y con antecedentes–, tendió una trampa a Juan Manuel y luego trató de despistar tanto a sus allegados como a los investigadores, con pistas falsas. El móvil del crimen fue quedarse con el negocio de extintores de la víctima , ya que pese a estar separados, ella seguía siendo la titular del mismo. Así, el 3 de septiembre de 2004 llamó a su ex, con quien tuvo una hija –que por entonces tenía 5 años–, y lo hizo desplazarse hasta la masía apartada donde ella residía, en una zona rural del municipio tarraconense de Riudecols , de poco más de 1.200 habitantes. Allí, junto a su nuevo novio, lo habrían acuchillado, para luego enterrar su cadáver, envuelto en plásticos, tapado con una manta y atado con cuerdas . Después, condujeron su furgoneta y la aparcaron junto a la estación de ferrocarriles de Tarragona, para hacer ver que Leiva había cogido un tren para abandonar el país. En los días posteriores, cuando la familia ya había denunciado la desaparición ante la Policía Nacional, llamaron varias veces a los móviles de la víctima –que no se había llevado– para decir que se encontraba en territorio galo. Pensaron así que se trataba de una marcha voluntaria. Tampoco los investigadores encontraron ningún indicio, ni restos, que demostrasen lo contrario, pero ahora, dos décadas más tarde, ambos Cuerpos han podido demostrar que se trató de un asesinato . Aunque fue en 2021 cuando los Mossos localizaron el cadáver de Juan Manuel, enterrado a 700 metros de la casa de sus asesinos, entonces no pudieron identificarlo y, por tanto, relacionar el hallazgo con los dos sospechosos. La autopsia determinó que el hombre había sido víctima de una muerte violenta , pero no se encontró ninguna coincidencia de perfil genético, ya que no había muestras de ADN de sus allegados en las bases de datos del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES). «En marzo de 2024 nos llegó una requisitoria para recoger muestras de los familiares de un desaparecido y fue así como supimos que los restos eran de Juan Manuel», detalla el subinspector. Tras obtener el perfil genético de sus hermanos, y de Jéssica, su hija mayor, fruto de una relación anterior; e introducirlos en el sistema, se produjo un positivo y así comenzó la investigación conjunta entre ambos Cuerpos. Noticias relacionadas estandar Si ¿Quién es la mujer de rosa? Cadáveres a la espera de una identidad Elena Burés reportaje Si Bardalet, cuatro décadas mirando la muerte a la cara Elena BurésHabían determinado que no había sido una marcha voluntaria, sino una muerte violenta . Entre los restos, encontraron lesiones de arma blanca en dos costillas y en el húmero. Para encontrar a los asesinos de Juan Manuel las pesquisas contaron con un giro inesperado: una de sus hermanas, Sonia, trasladó a los agentes de la Policía catalana que un tercero les había contado que la exmujer, junto a su nuevo novio, se encontraba detrás del crimen. El testigo sostuvo que no había hablado durante todos estos años por miedo a represalias, por el carácter violento del individuo. Lo hizo una vez el presunto coautor del asesinato falleció en 2022, por causas naturales. «Se encontró a otro de los hermanos [de Leiva González] por la calle y le dijo que lo habían matado y que estaba enterrado cerca de una cantera, al lado de la casa », detalla el mando. Y fue así como los Mossos corroboraron el testimonio ya que el lugar indicado coincidía con el hallazgo de los restos sin identificar en 2021. Los policías comenzaron entonces a tomar declaración al entorno para tratar de recabar más información e indicios. Unos indicios por los que la acusada del crimen se encuentra ya en prisión provisional, a la espera de ser juzgada por un tribunal popular . Indicio claveUna de esas pistas clave, según han desvelado a ABC fuentes del Cuerpo catalán, fue que la hija mayor de Juan Manuel, Jéssica, comprobó que su hermana pequeña, fruto de la relación de la víctima con su presunta asesina, llevaba un anillo que su padre no se quitaba nunca. La ex pareja de Juan Manuel le habría tendido una trampa para matarlo y así apoderarse de su empresa. Pese a las pistas falsas, los investigadores la han desenmascarado a tres meses de prescribir el casoLa hipótesis de los investigadores –que han rastreado la actividad del teléfono de la sospechosa–, es que aquel 3 de septiembre de 2004, la última vez que alguien vio con vida a Juan Manuel, su exnovia le tendió una trampa. Lo llamó y le hizo desplazarse hasta la masía de ella –algo que si le hubiera pedido la nueva pareja de la mujer, nunca hubiese hecho, sostiene la Policía–, y allí lo habrían matado los dos. Cuando, en días posteriores, llamaron desde cabinas telefónicas a los móviles de la víctima, trataron de convencer a su entorno de que este se había trasladado hasta territorio galo, cuando en realidad lo habían enterrado a 700 metros de su casa . El objetivo era apoderarse de su empresa ya que, por aquel entonces, su hija mayor era aún adolescente y tenían claro que no reclamaría nada. Con los cabos atados, a tres meses de prescribir el caso, la Policía citó en comisaría a la sospechosa. Llegó «tranquila» y se negó a declarar. Acabó detenida, y ahora se encuentra entre rejas. Por fin, «la familia puede descansar. La clave es la constancia, nunca abandonamos un caso », subraya el subinspector Moreno.

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