A estas alturas lo único que nos interesa saber es si Sánchez va a convocar elecciones y cuándo. Pero es que la sensación en el hemiciclo es que los diputados están igual, pidiendo la hora, hastiados de sí mismos e inmersos en un ambiente de fin de ciclo. Si fuera un partido de fútbol, diríamos que estamos en los minutos de la basura de una legislatura que nació muerta y a la que solo le queda elegir epitafio. Y más o menos eso fue lo que le ofreció Cayetana Álvarez de Toledo a Félix Bolaños, cinco epitafios. El primero refiriéndose a la Ley de Amnistía, ya conocida como ‘ley Cerdán’: «Félix Bolaños fue el artífice de la ley más inmoral y divisiva de la democracia. Compró el poder con impunidad, lo llamó convivencia y trasladó el desgarro separatista al centro de la nación». El segundo: «Félix Bolaños fue el fallido cortafuegos de la corrupción socialista. Intentó blindar al presidente y fracasó estrepitosamente. La catedrática ‘fake’ con asistente lucrativa -Begoña Gómez-, el hermano de Badajoz y dos secretarios de organización del PSOE, todos acabaron ante la justicia. Y la UCO, dentro de Ferraz». El tercer epitafio: «Félix Bolaños fue una termita voraz de las instituciones. Logró una hazaña inédita, que el fiscal general del Estado, su comisario político, fuera procesado. Hasta seis años de cárcel piden para él sus propios subordinados. Y encima quiere entregarle la instrucción penal». El cuarto epitafio: «Félix Bolaños fue el profanador máximo de la independencia judicial. Sin consenso, con una urgencia desquiciada, intentó transformar la Justicia para doblegarla. El resultado, una huelga histórica en defensa del Estado de derecho, es decir, de la democracia». Y, por fin, el quinto: «Félix Bolaños, el ‘bulócrata’ reincidente, el primer ministro de Justicia al que la Justicia pide imputar por malversación y falso testimonio. Y mire que se lo advertí».Previamente, el propio Bolaños había hecho una de las intervenciones más fallidas que se recuerdan. Y miren que hemos visto cosas. Dijo así: «Ayer declaramos como bien de interés cultural el palacio de Bellavista, que fue construido en el siglo XVIII por la decimotercera condesa de Alba, marquesa de Alba, perdón (sic), que se llamaba María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo». Y la empezó a tratar entonces por el título nobiliario: «No es importante, señora, si esta persona es de su familia o si usted desciende de esta persona. Lo que sí es importante es pensar que usted hoy piensa probablemente lo mismo que pensaba esta persona hace tres siglos, que se llamaba como usted».En primer lugar, el palacio de Bellavista es un salón de bodas situado en Villanueva de Duero, provincia de Valladolid. Lo sé porque en ese pueblo nació mi abuelo y tengo la certeza de que no tiene nada que ver con la casa de Alba. Bolaños se refería al palacio de Buenavista. Pero qué lo mismo da. Buenavista, Bellavista, Mirasierra, Vallehermoso: lo importante es el concepto. En segundo lugar, Buenavista no era de la condesa de Alba ni tampoco de la marquesa de Alba porque la casa de Alba es un ducado. Pero también da igual. En tercer lugar, porque la familia de Cayetana no está ligada al ducado de Alba ni a la línea de los Silva–Álvarez de Toledo. Pero, en fin, qué sabrá él. Más importante aún: a Bolaños le preocupaba que la diputada popular pudiera pensar lo mismo que aquella señora, sin saber que María del Pilar Teresa Cayetana fue especialmente independiente, avanzada, carismática, escéptica de las vanidades cortesanas, moralmente valiente y avanzada en lo humanitario. Libre, provocadora, ilustrada. La maja de Goya. O sea, que tampoco encaja por ahí. Pero, aparte de todo lo anterior, por la falta de educación, carencia de elegancia y ausencia de grandeza que implica atacar a alguien con sus apellidos, su sangre y sus antepasados.Pero, sobre todo, porque todo lo anterior no se elige. Lo que sí que se elige es el líder al que sirves. Y si el apellido sirve para diferenciar, propongo que, desde hoy, el ministro se haga llamar Félix Bellavista de la División de Poderes y Cerdán. Y en cuanto a su epitafio político me permito ofrecer una sexta opción: «Descansad en paz».

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