Todo escritor ama la máscara. En ‘Misterio en el Barrio Gótico’ Sergio Vila-Sanjuán se vuelve a disfrazar de Víctor Balmoral, el periodista a punto de jubilación que investiga vidas o muertes, protagonista de una novela anterior, ‘El informe Casabona’. La mañana promete con este cicerone. Además de periodista, Vila-Sanjuan cursó Historia. Y su novela, ganadora del Fernando Lara 2025, desentraña con amenidad los misterios que anidan bajo las piedras de la Barcelona antigua. En ‘Misterio en el Barrio Gótico’ «hallaremos intriga, costumbrismo, personajes singulares y dos tramas de investigación», advierte el autor. Balmoral deberá dar con una mujer que después de una juventud sin límites -¡aquellas hippies burguesas!-, abandonó a su marido empresario y a sus hijos. El periodista se pone a la labor, pero su investigación se verá alterada por cartas anónimas y el hallazgo de un cadáver en un palacio que iba a ser rehabilitado para complacer a la turística «marca Barcelona».Anatomía de una ciudadToda ciudad precisa de un relato como la Carcassonne de Viollet-le-Duc. El relato del Gótico nace con el siglo XX. El Palau Requesens que alberga la Real Academia de Buenas Letras, conocida en el siglo XVIII como Academia de los Desconfiados, ilustra lo que será el barrio monumental más amplio de Europa: «En este espacio los edificios góticos bonitos estaban mezclados con otros sin valor arquitectónico», apunta Vila-Sanjuán. El propio Gaudí propuso a Puig i Cadafalch mutar las edificaciones decimonónicas en góticas. «Se derribó lo que no convenía y se restauró lo gótico», prosigue el autor. Como ejemplo, las ventanas «coronela» que se añadieron al Palau Requesens. La denominación Barrio Gótico aparece por primera vez en 1925 en la Revista de Arquitectura de Madrid y la populariza el arquitecto Rubió i Bellver dos años después en su artículo ‘Taber Mons Barcinonenis’. Sus impulsores fueron pioneros de los parques temáticos, añade Vila-Sanjuán: «Para conseguir el efecto estético deseado, cambiaron de emplazamiento fachadas enteras y transformaron por todas partes ventanas normales en ojivas coronelas, que se consideraba el modelo histórico óptico del gótico catalán», explica uno de los personajes de la novela. En otras ocasiones se cambiaron de ubicación edificios enteros como la Casa Padellàs que voló desde la Ribera medieval que atravesó la Vía Layetana hasta la plaza del Rey para acoger el Museo de Historia de la Ciudad.El paseo matinal bajo un sol de injusticia (33 grados a la sombra) prosigue en la catedral. Ahí está la sillería de la primera reunión de la Orden del Toisón de Oro fuera de su sede borgoñesa en 1519. Ascendemos a los terrados recién rehabilitados. La primitiva catedral de hechuras románicas se ornamentó con una fachada y las agujas góticas que financió el banquero Manuel Girona.De camino al ayuntamiento atravesamos la calle del Obispo con su puente neogótico de estilo veneciano, «otra ilusión gótica de 1928 con vistas a la Exposición Internacional del 29», acota Vila-sanjuán. El Salón de Ciento fue el único espacio original que se conservó del ayuntamiento anterior al siglo XIX. En la recoleta plaza de San Felipe Neri el autor de ‘Misterio en el Barrio Gótico’ señala los restos de metralla del bombardeo italiano sobre Barcelona de enero de 1938. Dejó media plaza arrasada y cuarenta víctimas: «En la posguerra se trasladaron allí, con sus piedras numeradas, dos edificios de la Barcelona gótica».Paisajes pétreos que habitan figuras singulares: Fernando de Antequera cuando padeció un atentado del que salió indemne; Carlos I y su corte instalada casi dos años en Barcelona; la bella Isabel de Requesens ; el obispo Irurita que dio nombre a la calle del Obispo, fusilado en 1936 aunque se dijera que había sobrevivido; el escultor y coleccionista F rederic Marés fundador del museo homónimo; el librero asesino de Barcelona que popularizó Flaubert o el poeta Juan Eduardo Cirlot. A Balmoral le gusta conversar con los fantasmas. Su mejor amigo ya fallecido, le acompaña en sus periplos por el mundo de ayer. La monumentalización del Gótico, asevera su ectoplasma y complementario, fue «la labor titánica de un grupo de hombres que, movidos por el amor a la ciudad y al pasado, asumieron la ingente tarea de su reconstrucción». Nuestro itinerario culmina donde comienza la novela: en los salones modernistas del Círculo del Liceo una socia encarga a Balmoral que busque a su madre. El Círculo, comenta Vila-Sanjuán ante las pinturas de Ramón Casas, es un club privado que aporta el peso del pasado, la cultura y el refinamiento. «Esta cantidad de monumentos, casi todos de primer orden, en un espacio tan restringido, da como resultado un ambiente de una densidad histórica y emocional tremenda, que sobrecoge al visitante sensible». La reflexión es de Adolfo Florensa, el arquitecto conservador del Barrio Gótico, que sirve de pórtico a ‘Misterio en el Barrio Gótico’. Las piedras, el material con el que se construyen los sueños.

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