Sí, estamos dispuestos a pagar por las entradas más caras de la historia

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Sí, estamos dispuestos a pagar por las entradas más caras de la historia

Ahora la fama se mide en Bernabéus , estadios olímpicos o veces en que el nombre de un artista sale impreso en el cartel de un festival. ¿En qué punto se encuentra la leyenda de Pearl Jam ? Fácil: entre un Palau Sant Jordi y un Mad Cool. Coldplay es tan famoso como cuatro Montjuics y el fenómeno Taylor Swift, equivalente a dos Bernabéus. La industria de la música en vivo se ha ‘futbolizado’ con conciertos a lo grande que arrastran lo que una Champions y donde las giras tradicionales son algo así como ligas menores. En facturación, el negocio parece no tocar techo y en 2023 la música en directo generó casi 579 millones de euros , un 26% más que el año anterior y ya lejos del ‘efecto champagne’ de después de la pandemia. Las cifras salen del último anuario de la Asociación de Promotores Musicales , que ha detectado otra tendencia llamativa: esos jóvenes ‘empantallados’ (de 18 a 24 años) que han ido abandonando los bares de copas fueron un 44% más a conciertos de música en directo. Pero quizá la paradoja sea que esa generación, a la que muchos se refieren como la más precaria de la historia, no renuncie a pagar las entradas más caras de la ídem. Sí, los jóvenes están volviendo al circuito, pero el público que más invierte en entradas sigue estando entre los 35 y los 44 años. Y, además, también parece estar dispuesto a gastarse lo que sea por ver en directo a sus ídolos. Según la todopoderosa promotora Live Nation, sólo un 6% de la gente dejaría de acudir a este tipo de eventos por recortar gastos. Y decimos todopoderosa porque es la empresa tras las giras de las figuras internacionales que más dinero mueven en España y en todo el mundo (Taylor Swift, claro, pero también Harry Styles, Coldplay, AC/DC…). Aunque, si hablamos de artistas nacionales, ahí aparece la cordobesa Riff Producciones, detrás de ‘best-sellers’ como Manuel Carrasco, Melendi, Sabina o Bisbal. Pero hubo un tiempo en que a las estrellas en España las traía Gay Mercader , el último romántico del sector que ya dejó dicho que, ahora, «no se haría promotor ni loco». Sus razones tendría.Precios dinámicos La industria está creciendo, pero son pocas las manos que la controlan. Hace unas semanas, Estados Unidos pidió, en una histórica demanda antimonopolio, la separación de Live Nation y Ticketmaster, el conocido portal de venta de entradas. Todo aquello en plena gira de Taylor Swift y con la polémica de fondo de los llamados precios dinámicos, una práctica que consiste en que el valor de venta de una entrada varía en función de la demanda, aunque esta se pueda cebar de forma artificial. Veremos en qué acaba el proceso judicial, pero en países como Reino Unido, las salas más pequeñas están en pie de guerra. Según Music Venue Trust, que es la asociación de salas británicas, más de un tercio de sus locales de música en vivo estarían dando pérdidas . En un país donde los pubs con escenario y micrófono son genética nacional, se proponen lanzar la llamada ‘ Taylor Tax ‘, un impuesto a los grandes conciertos cuya recaudación se redistribuiría entre las salas, más modestas y necesitadas. Pero también se ha creado un fondo solidario entre locales que ya ha rescatado a algunos históricos que se encontraban a punto de echar el cierre para siempre. Incluso artistas de talla grande y mediana están firmando un manifiesto para que el gobierno británico trate de frenar la agonía del pub de conciertos. Salas, a partir de 30Afortunadamente, la situación de las salas privadas en España es mucho más estable. «Allí, parece, el Brexit sería el causante de parte de la crisis«, explica Elda Gómez, de la Asociación Estatal de Salas de Conciertos. Esta profesional defiende que el mundo de las salas y el de los festivales y grandes conciertos no es antagónico, sino que debe convivir y, además, no tiene tan claro que el ‘boom’ de facturación a un lado perjudique las cuentas de los locales de música en vivo. Lo que sí reconoce Gómez es que el público que es fiel a las salas suele haber cumplido ya los 30. Según un estudio publicado en febrero por Live DMA (que agrupa a las principales salas de la Unión Europea), sólo el 3% de la gente que acude a ver a grupos a sala pequeña es veinteañero. «De todos modos, es el lugar donde los artistas consagrados pueden tomar el pulso a sus audiencias y hay algunos que desean regresar a esa intimidad«, opina Gómez. Para desgracia de los verdaderos melómanos, muchos artistas han dejado de girar a la vieja usanza. «Tiene que ver con ser práctico. Los festivales proporcionan cachés mucho más elevados y permiten un gran ahorro en desplazamiento s , por eso hay muchos artistas que reorganizan su agenda para poder estar en cinco o seis carteles sacando lo mismo que antes en dos giras«, resume Rafael Puerta, que ha pasado por casi todos los eslabones de la industria –entre ellos programación en sala y festivales– y también imparte clases en UNIR. «Muchos cabeza de cartel ya van teniendo una edad» Cada vez cuesta más ver de cerca y sin mediación de las grandes pantallas a muchas estrellas, pero, además, los cabeza de cartel en un porcentaje notable de festivales «ya van teniendo una edad», como expresa el crítico musical Víctor Lenore. Hay excepciones, como, por ejemplo, el Reggaeton Beach Festival, pero el gusto de algunos organizadores delata que fueron jóvenes hace tiempo y «traen a grupos que llevan varias décadas sin hacer nada interesante, aunque eso no quita que sean leyenda viva de la música». En cualquier caso, esto no está pasando factura a la industria, pues en 2023 nos gastamos de media por entrada un 37% más , pasando de 58 a 80 euros . Diversión planificada A los jóvenes, tampoco parece molestarles avistar las canas desde el foso. Pero, ¿cómo se explica que la misma generación que apenas puede asumir un alquiler entre cinco se gaste 200 o 300 euros en un concierto? Planificación . Según argumenta Beatriz Martín Padura, de la Fundación FAD, los jóvenes de 15 a 29 años buscan una diversión menos improvisada y más organizada que los ‘millennials’ y, además, uno de sus rasgos prototípicos es el ‘fandom’ (que viene de la unión en inglés de los términos fan y ‘kingdom’, y se traduce como ‘el reino de los fans’). Un momento del concierto de Taylor Swift en el Bernabéu, pantallas en alto IGNACIO GILPara ellos, es importante relacionarse con otros seguidores de su ídolo musical, al que prácticamente veneran y consideran como un amigo. Los Z se entienden en su devoción y no encuentran demasiado problema en ahorrar todo el año para tener ese «gran momento de escape», dice Martín Padura. «Es importante recordar que los festivales han pasado a ser un paquete vacacional donde lo musical pasa a un segundo plano«, apunta Rafael Puerta. Precisamente por ese motivo, para muchos veinteañeros puede ser el fin de semana elegido para rascarse el bolsillo. Además, por lo que refieren los expertos consultados por este diario, cada vez se lo tendrán que rascar más. «La facturación ha sido altísima porque hay más oferta de festivales y las entradas están caras por el aumento de los gastos de producción, los precios dinámicos o la voluntad de los artistas de recuperar las pérdidas pandémicas «. Pero también está el mundo al revés del Ibiza Global Festival, donde la entrada es gratuita pero son los DJ los que tienen que abonar 5.000 euros por pinchar sobre el escenario. Los promotores, claro, nunca pierden y respiran tranquilos con una juventud de vuelta en las gradas , aunque estas estén superpobladas de pantallas grabando. La tecnología, al final, termina asomando.

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