Recuerdo el silencio pesado en el barrio de mi familia en Teherán , el día en que el Shah cayó. Todos estaban junto a las ventanas, sin decir palabra. El aire olía a expectativa y había una ansiedad imprecisa en el rostro de mi madre; estábamos allí de vacaciones y al día siguiente regresaríamos a nuestra residencia en otro país. Aquella ansiedad, luego comprendí, no venía solo del cambio, sino de lo desconocido que era el futuro.Noticia Relacionada estandar No Ser opositora en la República Islámica más agresiva contra las mujeres Carlota Pérez Varias activistas relatan a ABC cómo se las ingenian para no ser espiadas por el régimen mientras protestan por la falta de libertadesYo, que en esos días no era más que una niña, ahora, desde una tierra lejana pero con el corazón que palpita por mi patria cada instante, sigo las transformaciones de mi país natal. He visto días en los cuales las esperanzas se convirtieron en desilusión, pero nunca se extinguió por completo la chispa de la esperanza. Este artículo es un relato de Irán: desde los años previos a la Revolución de 1979 hasta hoy ; desde el fervor revolucionario hasta el silencio de la represión, desde la voz silenciada de las mujeres hasta el grito de ‘¡mujer, vida, libertad!’ . Es una combinación de memoria personal y un análisis del camino que han recorrido los iraníes y lo que quizá les espera por delante.En la década de los ochenta, Irán se encontraba en medio de un proyecto de modernización. Mohammad Reza Shah Pahlavi, apoyándose en los ingresos del petróleo, intentaba conducir el país hacia la industrialización y una civilización moderna al estilo occidental. En ese proceso, las mujeres tuvieron un papel destacado. Las universidades se abrieron a ellas, y la Ley de Apoyo a la Familia —especialmente en 1967 y 1974— introdujo cambios significativos en la legislación familiar. Las mujeres tenían representación en el parlamento.«Puedo ir sin velo»Mi madre solía decir: «Podía ir sin velo a la escuela de diseño». Ella y todas las mujeres de la familia eran personas formadas y exitosas en sus profesiones. Pero las libertades sociales convivían con la represión política. La Savak, la inteligencia del Shah , aplastaba cualquier voz disidente en su germen. La profunda brecha entre la clase media urbana y las masas rurales religiosas, junto con la intensa dependencia hacia Occidente, generó insatisfacciones que culminaron en la Revolución de 1979. La sociedad, que aparentaba avanzar, en su interior sufría por la falta de libertades políticas y la desigualdad de clases.El régimen Pahlavi, especialmente Reza Shah y su hijo Mohammad Reza, mostraban señales de modernidad y progreso, pero bajo la presión del clero y con el objetivo de control social, tomaron medidas contra grupos y comunidades que luchaban para fomentar la educación entre la población, entre los más destacados y la pionera en el avance de las mujeres: la comunidad bahá’í. Desde privarlos de derechos civiles hasta destruir físicamente sus escuelas y lugares sagrados, estas acciones exhibieron violaciones flagrantes a los derechos fundamentales de una minoría que, paradójicamente, había sido pionera en la educación moderna en Irán.’Mujer, Vida, Libertad’ El espíritu del movimiento surgido tras el asesinato de una joven por saltarse el código de vestimenta persiste y las mujeres no son víctimas, son líderesSiempre estuvieron bajo presión, debido a la vehemente oposición del clero chiíta, que los veía como una amenaza. La comunidad bahá’í, percibida como opuesta al Islam por las autoridades religiosas, fue continuamente reprimida por fuerzas que consideraban peligroso su crecimiento.Aunque Reza Shah aparentaba ser un defensor de la modernidad, actuaba influido por el clero, que presionó al gobierno para reprimir a los bahá’ís. Esto se manifestaba en censura religiosa, persecución formal, decomiso de bienes, restricciones educativas y culturales, y en casos extremos, exilio y encarcelamiento. La Revolución derrocó a la monarquía e instauró un sistema teocrático cuya legitimidad se basaba en la religión. Las mujeres desempeñaron un rol clave en 1979, movilizadas por la esperanza de justicia social, igualdad y dignidad humana, y salieron a las calles junto a los hombres. Pero pronto quedó claro que la libertad proclamada se transformaría en otra forma de autoritarismo. Una amiga de la familia, participante entusiasta de las protestas, comentó meses después: «Ahora tengo que cubrirme de pies a cabeza . ¿Esta era la libertad por la que gritábamos?». Se aprobó rápido la ley del velo obligatorio. Se creó el Cuerpo de Guardianes de la Revolución. El entusiasmo revolucionario se tornó miedo y muchas esperanzas se apagaron.1975 ActualidadEn las décadas siguientes, el régimen construyó un poder omnipresente con base en la ideología religiosa, reforzando la censura, la vigilancia y la represión, especialmente contra mujeres y jóvenes. La Policía moral, las ‘patrullas de la virtud’, el control del velo y la presión religiosa se convirtieron en parte de la vida diaria. Recuerdo cómo sollozaba mi madre al saber que un familiar había sido ejecutado por no aceptar negarse de su creencia bahai, y luego ver a otros prisioneros (sus hermanos y los sobrinos) y más tarde no poder asistir al funeral de mi abuelo en Irán. Estas privaciones y persecuciones eran comunes entre las familias de esta comunidad religiosa. Por otra parte, en esa oscuridad social y política surgió la resistencia: estudiantes repartiendo libros prohibidos, mujeres valientes que rompían la censura, jóvenes que en las calles, desarmados, gritaban libertad.La muerte de Mahsa AminiDesde entonces, Irán ha enfrentado profundas crisis: sanciones , amenaza de guerra, corrupción sistémica, inflación sin precedentes y desempleo. Sin embargo, en medio de estos sufrimientos y protestas cada cinco o diez años, nació uno de los movimientos más significativos del siglo: ‘Mujer, Vida, Libertad’. El asesinato de Mahsa Amini , una joven arrestada y asesinada por los agentes de la Policía moral por supuesta violación del código de vestimenta, fue la chispa que desató el furor popular. Mujeres quemaron sus pañuelos, jóvenes salieron a las calles y corearon libertad.El régimen respondió con más represión: balas que mataron a cerca de 600 personas y dejaron decenas ciegas, ejecuciones de manifestantes, cierre de universidades y restricciones de internet. Sin embargo, el espíritu del movimiento persiste. Cada día, mujeres enfrentan el arresto y la prisión y, aun así, defienden sus exigencias, obligando al régimen a retroceder en algunos frentes. Hoy, el sistema político del Irán islámico ya no posee legitimidad, ni siquiera entre las comunidades religiosas. Por primera vez, las mujeres están al frente del movimiento: no son víctimas, sino líderes. Ése tal vez sea el signo más profundo del cambio.El movimiento ‘Mujer, Vida, Libertad’ ha creado nuevas narrativas . Lo que determinará el destino del país es la solidaridad interna, la conciencia cívica y la firmeza frente al miedo . Desde la distancia, escucho la voz de mi pueblo y trato de ser su voz. Una voz que se reprime, pero que jamás se apaga, se manifiesta en un poema desde la cárcel, en la mirada de una joven que camina sin velo en la calle, desafiando todo peligro.El futuro de Irán no será forjado por ayatolás ni generales, sino por las juventudes que hoy aprenden a gritar sin miedo, chicas que, sin temor al encarcelamiento y con las manos vacías, se plantan frente a un Estado opresor.Los distintos grupos que a lo largo del último siglo han sido marginados (mujeres, bahá’ís, minorías étnicas, activistas) han sido pilares fundamentales para una reconstrucción social y democrática. Aquellos que el régimen iraní trató de silenciar constituyen, por el contrario, fuentes vivas de innovación y reforma. El futuro de Irán no se construirá sin su voz; las periferias hoy excluidas llegarán a ocupar el centro del cambio. Pero ninguna transformación será duradera sin abordar las raíces materiales de la desigualdad. Por ello, es imprescindible analizar cómo la vida económica del pueblo iraní ha sido moldeada por décadas de políticas erráticas, dependencia y represión.Antes de la Revolución de 1979, Irán experimentó un crecimiento económico acelerado, especialmente durante los años 60 y 70. Surgió una clase media urbana dinámica, con nuevos patrones de consumo y demandas sociales. Sin embargo, este desarrollo fue profundamente desigual: mientras las ciudades prosperaban, las zonas rurales quedaban marginadas, y la economía se volvía cada vez más dependiente del petróleo y de las importaciones. La industria nacional, limitada a ensamblajes, no logró consolidarse. La inflación, el clientelismo y la corrupción en torno al régimen fueron otros elementos que acabaron por generar un malestar estructural que, junto a la represión política, alimentó las protestas que desembocarían en la revolución de 1979.Una economía vulnerableTras el derrocamiento de la monarquía y el establecimiento de la República Islámica, la situación económica no solo no mejoró, sino que se agravó por factores internos y externos. La guerra con Irak (1980–88) supuso un golpe devastador: desvió recursos, paralizó el desarrollo y destruyó las infraestructuras. El nuevo régimen instauró una economía centralizada y un sistema de racionamiento mediante cupones que, si bien garantizó ciertos bienes básicos, redujo el dinamismo del sector productivo.La combinación de guerra, sanciones internacionales y control estatal desencadenó una oleada de migración del campo a las ciudades. El crecimiento de barrios marginales y el aumento del desempleo configuraron un paisaje urbano marcado por la precariedad . En los años 90, se intentaron reformas limitadas y privatizaciones parciales, pero la corrupción y la concentración de poder impidieron una transformación efectiva.A partir de los años 2000, las sanciones internacionales se intensificaron. El aislamiento económico, la falta de acceso a divisas y tecnología, y la creciente ineficiencia interna provocaron una inflación crónica y una pérdida sostenida del poder adquisitivo. La clase media, otrora protagonista de las reformas sociales, comenzó a diluirse. La población de bajos ingresos enfrentó una precariedad extrema. La concentración de riqueza en manos de unas pocas estructuras protegidas por el Estado socavó el contrato social.La inflación persistente, el desempleo estructural y la degradación de servicios básicos como la educación y la sanidad alimentaron el descontento generalizado. La juventud universitaria, altamente formada pero sin perspectivas de futuro, se convirtió en una de las voces más críticas del sistema. Las mujeres, doblemente afectadas por la discriminación y la precariedad, protagonizaron las protestas. El régimen, en lugar de ofrecer soluciones estructurales, respondió con represión, censura y una gestión económica cada vez más opaca.La brecha entre los discursos de justicia social y la realidad material de millones de iraníes ha debilitado la legitimidad del Estado. El sistema de subsidios directos, que durante años sirvió para amortiguar tensiones sociales, se ha vuelto ineficaz ante la inflación galopante. La pérdida de confianza en las instituciones es ya un fenómeno transversal.El análisis económico de estas cuatro décadas revela que ni la riqueza petrolera ni los discursos ideológicos han bastado para construir un modelo sostenible. Irán sigue atrapado en una economía vulnerable, dependiente de las exportaciones de crudo, con escasa diversificación productiva y una estructura fiscal débil. La transformación económica deberá ir de la mano de una apertura política, de una redistribución real de recursos, de una apuesta por la producción nacional y de una ruptura con la lógica del privilegio institucionalizado.Hoy, como en el pasado, el pueblo iraní resiste con dignidad . Y al igual que las mujeres que marchan sin velo o los jóvenes que se expresan en redes bloqueadas, millones de personas exigen no solo libertad, sino pan, vivienda, seguridad y respeto. Sin justicia económica, ninguna revolución será completa.

Leave a Reply