Una nueva investigación desvela el secreto que esconde el testamento de Fernando VII

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Una nueva investigación desvela el secreto que esconde el testamento de Fernando VII

Siempre había estado ahí, en el Archivo General de Palacio de la capital, pero nadie la había estudiado a fondo. Ahora, casi dos siglos de espera y tres años de investigación después, la testamentaría de Su Majestad Fernando VII ha desvelado al fin su importancia en la forja del patrimonio cultural del Estado español, y lo ha hecho de la mano de un grupo multidisciplinar bajo el paraguas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. «En su última voluntad, el rey ordenó hacer un gran inventario de sus obras de arte. Aunque no era su intención, esa lista permitió que, a la larga, las piezas transitaran hacia lo público», explica a ABC el catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Murcia Miguel Ángel López-Morell.El análisis, contextualización y estudio de la testamentaría del rey Fernando VII suponen la culminación de la primera fase del ambicioso proyecto que López-Morell coordina desde hace tres años. Una investigación que cuenta con la colaboración de estudiosos como el doctor en Arqueología José María Luzón Nogué y que busca explicar, de una vez por todas, cómo se gestó y cómo se consolidó el colosal patrimonio cultural español; uno de los más importantes del mundo. Los resultados iniciales se han publicado en un libro multimedia que, tal y como ha aseverado este lunes el experto durante la presentación en la Fundación Ramón Areces de Madrid, está ya disponible en el dominio www.poderycultura.es y se seguirá completando en los próximos años. «Cuenta con vídeos, gráficos, imágenes… Lo publicado ahora daría para varios libros convencionales», sostiene.Documento claveEl origen más remoto de esta historia hay que buscarlo el 30 de septiembre de 1833, cuando se hizo público el escueto testamento de Fernando VII. Entre sus últimas voluntades, el monarca ordenó que «la quinta parte de todos los bienes» fuera legada a su «muy amada esposa doña María Cristina de Borbón». Lo dejó todo atado el monarca, pues quedó dictaminado también que «administradores y conserjes […] remitiesen a la Mayordomía Mayor inventarios y tasaciones de todos los bienes, muebles y efectos de libre disposición» para que se pudiese llevar a cabo esta división. «El resultado fue un larguísimo inventario en dos tomos que se terminó un año y medio después de su muerte», explica el coordinador a este diario.La parte artística de esos inventarios fueron unas 2.700 piezas; buena parte de ellas, preservadas en el actual Museo del Prado de Madrid . Una institución que, por entonces, pertenecía todavía a la Corona. «Los tomos consolidaron una testamentaría que quedó paralizada por cuestiones políticas y que tardó 13 años en resolverse. Aunque, por fortuna, se resolvió bien», añade López-Morell. Lo lógico era que la colección terminase dispersada entre los familiares del monarca. Sin embargo, la todavía adolescente Isabel II -de tan solo 14 años- aceptó la propuesta del duque de Híjar y puso dinero de su propio bolsillo para evitarlo. «Compensó a su hermana y a su madre pagando su parte. Así, consiguió que permaneciese junta», añade.Aquellos polvos alumbraron los lodos posteriores. La testamentaría, dice López-Morell, fue referenciada una infinidad de veces en las décadas siguientes para justificar y construir a nivel jurídico la separación entre el Patrimonio de la Corona (perteneciente al Estado) y el privado de sus reyes. El cenit fue el paso progresivo de una gran parte de estos bienes a las grandes instituciones culturales del posterior Estado liberal. Las obras de arte presentes en los tomos y salvaguardadas por Isabel II, insiste el experto, son el mejor ejemplo de este proceso. «La naturaleza de la colección pasó de ser privada en 1865, a patrimonio de todos los españoles en 1868», completa.A su vez, el catedrático señala que del patrimonio nacional salieron también los fondos con los que nació el Museo Arqueológico Nacional -al que se le dedica un capítulo en esta primera fase-, la Biblioteca Nacional y los Archivos Estatales.Nuevos proyectosAunque claves, los documentos de Fernando VII son solo una de las muchas piezas y episodios que, durante casi dos siglos, ayudaron a forjar el patrimonio cultural del Estado español. Entre estos últimos, López-Morell subraya la Desamortización: la liberalización de bienes vinculados a instituciones eclesiásticas durante un siglo y medio. «El análisis de este proceso lo publicaremos en una segunda fase del libro multimedia. Por el momento nos hemos centrado en la testamentaría y su marco contextual. Los siguientes capítulos profundizarán sobre otros campos en los que se incluirán, por ejemplo, las Comisiones de Monumentos y todas las políticas liberales relacionadas con el tema», subraya el autor.Noticias relacionadas estandar No Historia negra de España La sangrienta revolución con la que el PSOE quiso fulminar a la II República Manuel P. Villatoro estandar No Todavía las crees Dos mentiras que los generales alemanes extendieron tras la IIGM Manuel P. VillatoroEl objetivo último, con todo, es analizar de forma pormenorizada todas las piezas que forjaron el patrimonio cultural del Estado; seguirlas cual migas de pan desde su origen hasta el lugar actual en el que reposan y entender cómo llegaron hasta allí. «Tenemos casi noventa inventarios localizados y es un trabajo ímprobo, pero ya hemos dado el primer paso. Queremos crear un relato histórico que sea coherente», sentencia el coordinador. Esos grandes listados, asevera, están en lugares como el Museo del Prado, el Palacio Real o el Archivo Histórico Nacional, pero también «en los museos provinciales que se montaron sobre una serie de listados para rescatar las obras de arte de los conventos desamortizados».

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