Tormenta de fuego: las meganubes detrás de los incendios de sexta generación

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Tormenta de fuego: las meganubes detrás de los incendios de sexta generación

Un frente de avance rapidísimo y rachas de viento de comportamiento errático: una tormenta de fuego perfecta que, además de arrasar casi 6.000 hectáreas de terreno, se ha cobrado la vida de dos agricultores de 32 y 45 años. Los bomberos que se han enfrentado estos días a los incendios de Torrefeta y Forejacs (Lérida) han combatido contra un fuego de los que se conocen como de sexta generación, caracterizados por su carácter violento y en los que la misma acción del fuego genera sus propios fenómenos meteorológicos que, a su vez, alimentan el incendio y lo hacen especialmente peligroso por su carácter imprevisible. Sobre el terreno, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, trataba esta mañana de resumirlo pidiendo a la población extremar la prudencia ante un fenómeno nuevo: «Los incendios de ahora no son como los de hace veinte años». «Ha sido un incendio de características muy violentas e imprevisibles, con puntas de velocidad de 28 kilómetros por hora , una de las más altas registradas nunca en Europa», añadían desde Bomberos de la Generalitat.Quienes ayer estuvieron cerca de los dos focos de Lérida –o más lejos, porque la humareda se percibió a decenas de kilómetros–, ya intuían que no se trataba de un incendio convencional al divisar la meganube que se formó sobre el frente de fuego: « Parecía una película de catástrofes . No era normal». La anormalidad a la que aludía este vecino de Lérida era el espectacular pirocumulonimbus de hasta 14.000 metros de altura que se formó en la tarde del martes alimentado por el calor extremo del incendio –por eso el prefijo ‘piro’ (fuego) delante–, una colosal nube especialmente peligrosa y temida por los bomberos y que hace de la extinción una misión casi imposible. «En estos casos, la estrategia no es apagarlo, porque no se puede. Ni que tuviésemos tres veces más recursos», añadía el presidente Illa.El mecanismo de acción de estas nubes originadas por el fuego está perfectamente estudiado y no es un fenómeno nuevo: sí lo es la frecuencia creciente con la que se produce. Si hasta ahora se estima que el 10% de los incendios desencadenan nubes de estas características, las condiciones climáticas cada vez más extremas a las que nos enfrentamos –olas de calor y sequías más recurrentes– hacen prever que en pocos años este fenómeno, detrás de los fuegos de sexta generación, puede llegar a ser del 40%.Pero, ¿cómo se forman estas nubes originadas por fuegos? La Pau Costa Foundation –entidad sin ánimo de lucro centrada en la investigación, prevención y gestión de incendios– lo explica de manera didáctica aludiendo al efecto chimenea: al quemarse la vegetación en un incendio, el aire caliente generado sube rápidamente generando una fuerte corriente ascendente . El vacío que éste deja se llena rápidamente por aire frío generando así corrientes convectivas, y a medida que el aire caliente llega a capas superiores en la atmósfera, se enfría y se expande. «Cuando la temperatura es suficientemente baja, el vapor de agua contenido en el aire comienza a condensar y va formando una nube por encima de la columna de humo», explican en la fundación. La temperatura puede llegar a ser lo suficientemente baja como para congelar las gotas de agua del interior.Noticia Relacionada estandar No Fallece una persona en un incendio registrado en San Cristovo de Cea, en Orense ABC Este miércoles hubo varios focos activos en la comunidad gallega. Los más grandes, en A Mezquita (Orense) y en Lousame (La Coruña), calcinaron unas 30 hectáreas cada uno«Como nubes de tormenta que son, pueden desencadenar fenómenos típicos como rayos y relámpagos, e incluso lluvias intensas muy localizadas, pero el problema es que también tienen la capacidad de generar fenómenos meteorológicos extremos como el ‘downdraft’ o desplome de la nube». Es entonces cuando, en combinación con el fuego en superficie, la cosa se pone verdaderamente fea. Al llegar al suelo, el aire de la nube «desplomada» se dispersa de forma violenta, generando ráfagas de viento extremadamente fuertes que pueden llegar a superar los 240 kilómetros por hora -125 en el caso de Lérida-, con «un comportamiento errático e imprevisible » que hacen más compleja la gestión y extinción del incendio. Como explica la Pau Costa Foundation, estas «ráfagas de aire violentas hacen que el fuego arda con mayor intensidad ya que aportan oxígeno al proceso de combustión», a la vez que pueden «transportar brasas o llamas más lejos y provocar incendios secundarios lejos del foco original». La tormenta de fuego perfecta.Ante este fenómeno, los expertos apelan sobre todo a la gestión forestal, una cultura de la prevención que evite por ejemplo la proliferación de gran cantidad de vegetación muerta distribuida de forma continua en el territorio, lo que sumado a las altas temperaturas y la baja humedad convierten los bosques en depósitos de combustible. En el caso del fuego de Lérida básicamente quemaron zonas agrícolas, vegetación fina de fácil combustión: la posibilidad de que este tipo de fuegos alcance zonas forestales, con mayor carga y condiciones propicias por la sequía de los últimos años, ya anticipa lo que los expertos, y el propio presidente Illa, alertan de que puede ser un verano «complicado» en Cataluña en cuanto a incendios.

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