Juan Manuel de Prada lleva treinta años firmando de manera ininterrumpida en ABC. Y le parecen pocos. «A mí me gustaría batir el récord de longevidad y de permanencia en la colaboración de ABC que tiene Antonio Mingote ». Ese récord está en 59 años. —Empezó a firmar en las páginas nobles con 24 años. No creo que haya mucha gente que pueda decir eso…—Fue en un momento dorado de la historia de ABC, que fue la dirección de Luis María Anson . Me atrevería a decir que es el periodista más importante y genial que he conocido. Era una persona con una sensibilidad literaria y artística fuera de lo común. Leyó mi primer libro, ‘Coños’, que era un libro juguetón y muy osado, muy iconoclasta, y a él le fascinó. Me llamó personalmente, a un chaval de 24 años, para que colaborase en ABC. Es muy importante que un periódico esté atento a los escritores que empiezan para acogerlos desde el primer momento.–Aquella primera columna salió con un error en la firma –’José’ Manuel de Prada– y se titulaba ‘Recuerdos’. Contaba que de niño se quedaba dormido leyendo algún número atrasado del periódico de la grapa.—’Coños’ tuvo mucho eco y recibí ofertas también de ‘El Mundo’ y ‘El País’. Pero yo siempre tuve claro que donde quería colaborar era en ABC. Porque soy un mitómano de la literatura y era el periódico que me resultaba más apetecible por la gente que había colaborado en él. Todos los grandes medios me tentaron, pero nunca tuve ninguna veleidad.Y así han pasado tres décadas, decíamos, de uno de los articulistas más leídos y temidos de este periódico. Prada está de cumpleaños. —¿Cómo se mantiene uno tanto tiempo en primera línea?—Un escritor francés, Charles Péguy, decía que, para hacer una buena revista, había que ofender en cada número a una tercera parte de los lectores con la única condición de que en cada número fuese una tercera parte distinta de los lectores. En contra de lo que muchos colaboradores piensan, que tienen que halagar los bajos instintos de los lectores del periódico, yo creo que un colaborador debe siempre incomodar. No sé si a una tercera parte, pero a una porción de los lectores del periódico, con la condición de que en cada artículo sean distintos los lectores a los que incomodas. Esa es la norma más sana. Para mí lo mejor de esta colaboración a lo largo de estos treinta años es que yo sé perfectamente, porque he colaborado en otros medios (radiofónicos, televisivos, etc.), que las cosas que he defendido o que he criticado en ABC no he podido defenderlas en ningún medio de España. Esta es la realidad. A mí me han echado o me han invitado a marcharme o me he tenido que marchar o me han marchado de todos los medios en los que he colaborado. Cuando tú te opones a determinadas acciones militares, desde la guerra de Irak hasta la masacre en Palestina, cuando te opones a todas las medidas que se decretaron con ocasión del Covid para tener a la gente sometida, cuando denuncias determinadas cuestiones que no son ideológicas, sino de teoría política que tienen que ver con lo que yo denomino el régimen del 78, esto no te lo aceptan en ningún medio de comunicación salvo en ABC. Esto lo tengo que decir. A lo mejor mañana ABC tampoco me lo acepta, pero durante 30 años me lo ha aceptado.De 1996 a 2025, toda una vida en ABC abc / Ignacio GilPrada ha escrito mucho más que columnas en estas páginas. Nada más incorporarse al diario, las entrevistas más importantes que se publicaban en ABC Cultural las hacía él. Saramago, Ana María Matute, Fernán Gómez… «Durante un tiempo hice todas las grandes entrevistas literarias a los grandes escritores, y a algunos los traté personalmente», recuerda. —En la entradilla de una entrevista a Pérez-Reverte en el 96, se decía: «En tiempos de generaciones X, Z y Kronen, este joven escritor derramó talento inesperado y exquisita prosa en sus dos primeras obras». Parece que siempre ha ido a contracorriente.—Sí, siempre he ido a contracorriente, pero yo creo que un escritor digno de tal nombre siempre tiene que ir a contracorriente. Es una labor difícil, implica mucho desgaste; sería mucho más cómodo que te pasaran la mano por la espalda, pero en realidad un escritor, si quiere tener una voz distintiva y si quiere ser respetado, yo creo que tiene que estar siempre a la contra. Sí, esa es una lección que he sacado. En aquella época, cuando yo empezaba, había mucha gente que pensaba que, como yo iba a la contra, que como frente a una literatura costumbrista, discotequera y facilona yo hacía una literatura muy barroca, muy tradicional, digamos… Había gente que pensaba que yo lo que pretendía era ser miembro de la Real Academia o alguna cosa de estas que no me interesan nada. No, yo lo que quería era ser un perro verde. Yo creo que esa es la función del escritor. El escritor verdadero tiene que ser alguien a la contra de las ideas reinantes en su tiempo, tiene que ser una mosca cojonera, tiene que ser un abejorro contumaz y enojoso y tiene incluso que joder a los propios lectores del periódico. El escritor, el artista, ¿qué misión tiene en nuestra sociedad? Pues tiene la misión de ser una especie de bufón a la antigua usanza: no por hacer reír, porque el bufón en la corte no era un gracioso ni un payaso, era una persona a la que por sus condiciones –sociales, o físicas, por ser contrahecho o gordo o enano– se hacía una excepción y se le dejaba decir cosas que otros no se atrevían a decir. Esa es la misión en nuestra sociedad, a mi modo de ver, del escritor o del verdadero intelectual, si aceptamos esta palabra que a mí me resulta molesta. Esa es la ley que he seguido. Es una ley muy cansada porque te genera muchos odios, muchas animadversiones, te van expulsando de muchos lugares… ¿Qué ocurre? Que hoy en día la mayor parte de los escritores lo que están es repitiendo toda la doctrina, todos los paradigmas culturales hegemónicos; o sea, son loritos que repiten toda la morralla que el sistema quiere que repitan.«Siempre he ido a contracorriente, pero yo creo que un escritor digno de tal nombre siempre tiene que ir a contracorriente»—Cuando entrevistó a Cela por su 80 cumpleaños, en el 96, le preguntó: ¿Qué prefiere usted, una academia de escritores o de estudiosos de la lengua? Casi que me da miedo hacerle esta pregunta a usted viendo la que se ha liado con su artículo tras el rechazo a Luis Alberto de Cuenca…—Yo creo que ahora mismo la Academia es una institución corrupta y degradada y tomada por personajes de una mediocridad aplastante. La misión de una Academia tendría que ser que estuviesen los grandes, los que hacen grande esa lengua. Ahí pueden estar un escritor y, naturalmente, un filólogo, pero tienen que ser los grandes, los que ensanchan esa lengua, quienes abren horizontes diversos. No debemos olvidar que esta es una Academia en la que no entraron Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Francisco Umbral… Entonces, llega un momento en el que te sientes mucho mejor al lado de esos que no entraron porque da la impresión de que la verdadera Academia es la que se queda afuera. En cambio, ¿quiénes tenemos ahí? Personajillos de tercera fila, profesores de Derecho Administrativo, arqueólogos, no sé qué. Es como un chiste. Vamos a ver, yo creo que el régimen del 78 es un régimen agotado, corrupto, con unas instituciones tomadas por personajillos de segunda fila. Perdóneme si resulta muy crudo todo lo que digo… Pero sí, yo creo que son un chiste las personas que hay en la Real Academia hoy en día rigiendo sus destinos. Y luego, los escritores que hay, no digo que no haya notables excepciones, pero en general son escritores sistémicos, que no están en estos momentos haciendo esa labor a la que yo he aludido antes de ser moscas cojoneras en nuestra sociedad. Este artículo lo escribí porque creo que era necesario hacer este ejercicio de catarsis ante la sociedad cultural española. Luis Alberto de Cuenca, que es uno de esos seres extraordinarios que engrandecen nuestra lengua, no tendría que rebajarse a ser aceptado por esos mindundis. Es grotesco que un hombre con la categoría de Luis Alberto de Cuenca tenga que ser escrutado y juzgado por una patulea de mediocres. Es como si de repente a Cervantes tuvieran que juzgarle su valía los hermanos Argensola. Desgraciadamente así fue. Por culpa de ellos el pobre Cervantes no pudo nunca participar de la corte literaria del virrey de Nápoles. Esto es patético, esto es patético.Noticia Relacionada el ángulo oscuro opinion Si Los bueyes de la Academia Juan Manuel de Prada La operación inmunda la ha urdido el gremio de los lingüistas, que quieren convertir el antro en un chiringuito endogámico—Tardó tres años en escribir su primera Tercera. Iba sobre Pemán.—A mí la página Tercera de ABC siempre me ha provocado una gran responsabilidad. Escribí durante un tiempo a trancas y barrancas porque me ocurre un poco lo que al Centurión del Evangelio: ‘Non sum dignus’, no soy digno de que entres en mi casa, no soy digno de escribir en esa tercera página. Siempre he sentido un poco de reticencia por eso mismo. Porque siempre me comparo con Pemán y entonces creo que soy una birria. Pemán es extraordinario, ha sido el mejor articulista que ha pasado por ABC. La gente siempre habla de que si Azorín, de que si Camba, de que si fulanito, menganito… Yo creo que indudablemente el mejor articulista que ha habido en la historia del periodismo español ha sido José María Pemán. Es una vergüenza que no tenga el rango que merece en la historia de la literatura española, concretamente del articulismo. Le dediqué mi primera Tercera porque verdaderamente lo he considerado un escritor único y excepcional. Pemán es un escritor absolutamente ninguneado, demonizado por quienes manejan el cotarro cultural. Umbral, que era un hombre sin duda de gran talento, pero con la cabeza hueca, que no tenía pensamiento, solo tenía serrín en la cabeza, en un pasaje de la ‘Trilogía de Madrid’ dice que los grandes articulistas de su juventud eran César González-Ruano y Pemán. Y entonces él dice por qué se queda con Ruano y por qué desdeña a Pemán. Y la razón es porque Pemán tiene pensamiento. Reconoce que escribe como los ángeles, pero le jode que tenga pensamiento porque él no lo tiene, porque él es una cabecita hueca, y se queda con Ruano. Es muy llamativo que hoy en día la mayor parte de los columnistas que posan de grandes personajones, pero que son mindundis, están todo el rato reivindicando a Ruano, que me parece un escritor con talento verbal, pero que no tiene nada en la cabeza. «El escritor verdadero tiene que ser una mosca cojonera, tiene que ser un abejorro contumaz y enojoso y tiene incluso que joder a los propios lectores del periódico»—Cuando yo entré en ABC, cada dos por tres alguien recordaba su cobertura en Roma de la muerte de Juan Pablo II. —Quizás sea el episodio que yo recuerdo con mayor cariño de mi colaboración con ABC. Seguramente fue el que tuvo más repercusión. Me encomendó esta labor Ignacio Camacho. Fue una experiencia para mí muy interesante desde el punto de vista humano, pero, sobre todo, periodístico, literario. Tuve muchos detractores en esta labor que hice porque yo lo sé, aquí en ABC, había mucha gente que decía que no mandaba ni una noticia, que estaba escribiendo cosas estrafalarias. Pues claro. Envié una crónica sobre cómo había afectado la muerte de Juan Pablo II a los animales del zoo. Había una entrevista al domador o al vigilante del zoo, que decían que cuando se murió Juan Pablo II los animales se pusieron tristes. Fue una colaboración estupenda. Al mismo tiempo conseguí una entrevista con Navarro Valls, que era el jefe de prensa de Juan Pablo II y era la entrevista más codiciada en todo el mundo; conseguí una entrevista con el cardenal Bertone, que era el amigo más estrecho de Ratzinger. En general, todas mis crónicas estuvieron muy volcadas hacia Ratzinger porque un amigo italiano me dijo que me centrara en él y me dejara de quinielas. Fue algo, una experiencia maravillosa. También es verdad que una experiencia quizá hoy un poco irrepetible… Y Prada pide que lo que nos va a contar no lo pongamos en la entrevista; aunque tampoco es nada del otro mundo: se puede resumir en que esas tres semanas se las pasó haciendo periodismo, que va mucho más allá de recoger declaraciones oficiales. Fuera de micrófono también le preguntaremos por las tentaciones políticas que tiene un columnista. Alguna vez lo han tentado, concede, pero ya no. Su vocación literaria es demasiado fuerte como para despistarse con estas cosas. Prada ha ganado todos los premios que uno pueda imaginarse. Con 27 años ganó el Planeta, y después vinieron el Primavera de Novela, el Nacional de Narrativa, el Biblioteca Breve… Esto en el plano literario; por su actividad periodística recibió el González-Ruano, el Romero Murube, el Cavia (por una de sus crónicas romanas)… «El Cavia está en otra liga –dice–. Un premio que han ganado Camba, Pemán, Azorín… no hay otro que pueda aportar este elenco».Noticia Relacionada ABC Cultural reportaje Si Entrevista a Juan Manuel De Prada Bruno Pardo Porto Cierra al fin ‘Mil ojos esconde la noche’, su monumental novela sobre el exilio español en París, una obra que comparte protagonista y tono con su primer éxito—¿Cómo es su relación con el lector de ABC?—Mi relación con el lector de ABC es como la del gato con su dueño. El gato tiene que ser amoroso, pero también díscolo. Tiene que ser en un determinado momento cercano, pero también tiene que tener su ámbito para distanciarse. Yo procuro mantener esa línea. Sí, yo creo que la psicología del gato es la que mejor corresponde a un escritor en un periódico. El lector de ABC ha ido cambiando con el tiempo. Yo empecé en un periódico con unos lectores más apegados a un sentido de la tradición de los que puede haber hoy a través de las redes o a través de la edición electrónica, que es un lector ya un poco más proteico, más variado. Pero hay un núcleo duro de lo que a mi modo de ver conforma el macizo de la raza, al que uno tiene que adherirse. Yo me adhiero a determinadas líneas maestras de lo que significa escribir en ABC, que tiene que ver con la adhesión a los fundamentos de lo que es el orden natural sobre el que se constituye España: una religión, la construcción de una institución política y social como la Monarquía, y una política construida en torno a una moral. Estos principios están inscritos en el alma de ABC y yo los comparto, y creo que no solamente no tienen que ser agredidos, sino que tienen que ser alimentados a lo largo de las generaciones para que quienes se incorporan los asuman. Sin embargo, lo que hace vivo a un periódico es que uno pueda decir cosas que transgreden lo que ya no son principios, sino convenciones o usos establecidos en una época determinada porque conviene a determinados círculos de poder. Eso sí que lo ataco, considero que hay que hacerlo porque eso mantiene vivo a un periódico y a sus lectores. En este sentido, a veces sí puedes agredir al lector, no de forma cruel, sino de esa manera arisca del gato. Luego, el lector de ABC tiene una grandeza respecto a los de otros periódicos: tiene una capacidad para comprender que todos somos distintos y, sin embargo, dentro de nuestra distinción o diversidad nos podemos entender. ABC sigue siendo el periódico en donde todavía hay más capacidad para entender opiniones diversas. El grado de aceptación de la disidencia es muy superior a la que existe hoy en día en los medios de comunicación.—Una vez dijo que había tenido alguna lectora dispuesta a iniciarle «en los ritos eróticos».—He tenido algún episodio obsesivo, más bien, de mujeres obsesivas que incluso han propiciado episodios raros. Yo siempre en mis artículos escribo que lo hago para las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan. En esas tres o cuatro lectoras naturalmente están incluidos los lectores. Esto sí que es verdaderamente lenguaje inclusivo. Yo soy un pionero del lenguaje inclusivo porque hablo de tres o cuatro lectoras hablando de lectoras y lectores. Es verdad que he entablado relaciones epistolares con lectoras mucho más intensas que con lectores. En líneas generales, yo creo que los periódicos los leen más los hombres que las mujeres. O al menos determinadas secciones que tienen que ver con la política pura y dura. Siempre he tenido esa impresión. Sin embargo, mi impresión también es que una mujer advierte en su lectura matices que el hombre no advierte. En artículos algunas veces he deslizado comentarios un poco crípticos sobre mi estado de ánimo, sobre determinados dolores íntimos que puedo tener de forma muy nebulosa o muy disfrazada, y me he dado cuenta de que hay lectoras que lo advierten frente a los lectores.—Cuando hizo 20 años en el periódico, escribió que volvería a llevarse a la cama un ejemplar de ABC. ¿Cómo va a celebrar estos 30 años?— Bueno, ya me tendré que embalsamar en él, ¿no? Si yo ahora tuviera que irme de ABC, para mí sería casi como una ruptura matrimonial. Ya no me puedo imaginar fuera de ABC. La vida da muchas vueltas y uno nunca sabe lo que puede ocurrir, pero para mí sería una tragedia vital. No descarto que algún día me echen. A mí me consta que hace relativamente poco, el director de ABC recibió presiones por un artículo en donde llamaba hijos de puta a los políticos de la dana. Me montaron un gran aquelarre y el director resistió las presiones, como se supone que el director de un medio tiene que hacer. Es hermoso saber que colaboras en un medio de comunicación que va a defender tu autonomía de juicio y que la va a proteger frente a las hordas del pensamiento uniforme.—¿Le gustaría morir columnista, como Ruano?—A mí me gustaría batir el récord de longevidad y de permanencia en la colaboración de ABC que tiene Antonio Mingote. A mí me gustaría morir con las botas puestas, morir escribiendo en ABC, como han muerto nuestro querido Carrascal o Antonio Burgos, como murieron antes otros grandes colaboradores de ABC como Campmany o Mingote. Así me gustaría morir.

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