Susanna Griso: «Con los años te vas endureciendo, sientes que los políticos van pasando, pero tú permaneces»

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Susanna Griso: «Con los años te vas endureciendo, sientes que los políticos van pasando, pero tú permaneces»

Es la menor de siete hermanos y aunque para la fotografía de este reportaje haya elegido un flotador como objeto estival, en realidad los usa poco. En verano consigue, al fin, tiempo para nadar. No es de extrañar que la reina de las audiencias matutinas disfrute por unos meses de más horas de sueño y ejercicio. Para Susanna Griso el verano huele a higo y sabe a las coquinas de la Costa Brava que solía recoger con su padre cuando era apenas una niña. Periodista de referencia, Griso comenzó en la radio y pasó luego a los informativos. Desde hace casi veinte años, la catalana presenta y dirige el magazine ‘Espejo público’, un programa que reúne lo principal de la actualidad informativa con los debates y tertulias con mayor alcance noticioso. En su plató se sientan desde políticos como Susana Díaz o Nicolás Redondo hasta escritores como Juan Soto Ivars o Ana Iris Simón. De momento, hasta septiembre, Susanna Griso tiene en mente perfeccionar la brazada en el mar y dar buena cuenta de algunos libros, entre ellos ‘Mil ojos esconde la noche’, de Juan Manuel de Prada. -¿Cómo desconecta en verano una gran figura de los medios? ¿Es posible? Usted ha interrumpido sus vacaciones.-Sí, cuando el atentado de Barcelona. Estaba en los Pirineos, cogí el coche y me fui a Barcelona. Recuerdo que mi madre había tenido varios ictus y estaba con problemas de oxígeno. Busqué a una amiga que pudiera bajarla y estar con ella, y yo ya me quedé trabajando. Alguna otra vez he vuelto antes. Espero que no me ocurra este año, pero lo que suelo hacer ante la tentación de que tenga ganas de volver es cogerme un avión al día siguiente. -¿Consigue realmente desconectar en el tiempo en que está fuera?-La desconexión pasa por no estar pendiente del móvil. Me levanto a las cinco de la mañana y lo primero que hago es ver todo lo que ha preparado mi equipo durante la madrugada. Repaso los digitales, leo las principales cabeceras. En vacaciones, en cambio, poco a poco, consigo despertarme a una hora normal, alrededor de las nueve de la mañana, pero los primeros días, a las siete, ya estoy en marcha. Entonces aprovecho para hacer deporte. -¿Hay alguna actividad que reserve exclusivamente para los veranos?-En verano hago dos cosas. Una, deporte. Me gusta mucho nadar. Puedo estar nadando media hora o cuarenta minutos. Me relaja muchísimo esa sensación de meterme en el agua cuando nadie ha tendido todavía la toalla, porque son las 9 de la mañana. Me encanta nadar después de pasear a los perros. Y luego, leo muchísimo. No he conseguido engancharme al Kindle, a la lectura digital, sólo con los periódicos, y lo que hago es irme con una maleta de libros que voy reservando durante el curso. Tengo que leer mucho por trabajo. Me caen muchísimos ensayos, algunas novelas cuyos autores entrevisto o también mucho famoso que publica. A la semana, por lo menos, leo unos 23 libros. Los que elijo para mí, aquellos con los que sé que voy a necesitar tiempo, me los dejo para el verano. De hecho, los primeros días estoy poco comunicativa y con muchas ganas de lectura. La gente se ríe. Me acuerdo hace muchos años que navegábamos con unos amigos y ellos sabían que yo me encerraba en el camarote y pasaba horas leyendo. Al salir, me decían: ‘¿Ya has hibernado, ya has vuelto, ya estás aquí, ¿no?’.Un flamingo de hule, a las 12, en el plató. Entre una pausa comercial y otra de ‘Espejo público’, que se emite en Atena3 de lunes a viernes, Susanna Griso revisa el guion y prepara la siguiente conexión. El día en que se realizó esta entrevista, Santos Cerdán no soñaba aún con pisar Soto del Real y la actualidad informativa echaba chispas. En el momento justo previsto para el retrato, Griso saluda a la reportera yal fotógrafo, mira el flotador de hule color rosa gigante y pregunta, sonriendo: «¿Mejor sin zapatos, verdad?» IGNACIO GIL-Son ya varios los veranos políticamente conflictivos. ¿Cómo llega España a las vacaciones de 2025? ¿Más o menos polarizada?-Absolutamente polarizada, pero eso no es noticia porque, efectivamente, los últimos años ya lo han sido. Y esta temporada lo que me ha parecido es que me ha atropellado. Cada día pasan tantas cosas. Estamos en un momento de crisis absoluta de las sociedades democráticas tal y como las hemos conocido. No sé hasta qué punto somos conscientes de ello. Hay una crisis de un modelo anterior pero no acaba de aparecer el nuevo.-¿Cómo ve la televisión? ¿Goza de mejor o peor salud? ¿Tiene más competidores?-Hay mayor inmediatez. Estamos frente a una generación que consume muchas redes. No puedes alargar demasiado las noticias o las entrevistas. La capacidad de concentración ha bajado. Las entrevistas, insisto, son muchísimo más breves. Tenemos muchos más expertos en plató, pero no les damos el recorrido de antes. Antes parecía que competíamos con las redes sociales. Ahora, las televisiones nos hemos quedado como un espacio de información en directo que compite con la radio y no tanto con las plataformas, donde los contenidos están casi enlatados, como en una máquina de vending. -¿Qué debe tener el magazine perfecto?-Se da una riqueza de géneros. Hay análisis, tertulia, hay muchos directos y entrevistas. Lo que me ha gustado siempre, más allá del barullo y de la ‘salvamización’ de los contenidos, lo que realmente me interesa, es el análisis. El rigor puede ser rigor mortis, así tienes que estar alerta. Lo importante es que no sea un debate a voces, sino un debate plural. -¿Hay más presión política sobre los medios hoy que hace 10 años?-Las presiones han existido siempre. Y ahí tengo que reconocer que en muchos casos mis jefes han hecho de parachoques, pero, por ejemplo, las redes se convirtieron en un gran altavoz donde podías caer en el riesgo de autocensurarte, porque hay grupos de opinión muy organizados, que están constantemente machacándote. Yo ya me abstraigo de eso. Eso, por un lado. Y luego, sobre si hay mayor polarización, sin duda. La diferencia es que ahora muchas veces el escrache te lo hacen los propios políticos. Y es un escrache en toda regla: digital y personal. -¿Cómo es eso?-Cuando determinados ministros dan tu nombre en redes, lo que esperan evidentemente es que haya todo un movimiento de militantes, quienes actúan como hooligans. Yo me resisto a que eso me condicione, incluso cuando se filtran mis datos. Tenemos que estar por encima de todo eso. Con los años, te vas endureciendo y te va afectando cada vez menos. La sensación que tienes es que ellos, los políticos, van pasando, pero tú permaneces. Y esa veteranía, esa sensación de tener ya unas cuantas cicatrices, de haber ya luchado unas cuantas batallas, te da cierta paz, cierta calma.-¿Algún verano que haya sido particularmente importante para usted?-No sabría decir alguno en concreto, pero sí que para mí los veranos tienen mucho de solsticio, de esa necesidad de romper con lo anterior, de purificar, de cargar las pilas. Porque sí que llego muy exhausta y tengo necesidad de recuperar diálogo interno. Me he pasado todo el año comentando noticias ajenas y en verano lo que quiero es hacer de meditación, dedicar largas horas hablar con mi familia, con mi pareja. El verano para eso es sagrado. -¿Cuál es su recuerdo más temprano del verano?-No recuerdo la edad, pero posiblemente con cuatro o cinco años, los veranos familiares, en la playa. Soy la pequeña de siete hermanos. Recuerdo a mi padre cogiendo coquinas y yo ayudándolo. Eso no pasa, porque ya no las encuentras incluso recuerdo encontrar ostras en las calas de la Costa Brava. A mi padre le encantaba el mar y nos pasábamos horas en el agua. -¿Algún olor? ¿Algún sabor?-Pues aparte de las coquinas cocinadas en casa cuando volvíamos de la playa, creo que el olor al higo. Recuerdo una higuera cerca de la casa de mis padres en un pueblo de la Costa Brava, donde el olor al higo era muy fuerte, muy intenso, sobre todo en esas tardes calurosas de verano. -Hemos elegido un flotador, pero ¿realmente los usa?-No mucho. Uso una máscara de Decathlon. Cuando tengo que nadar mucho rato, al final, las cervicales me las acabo cascando un poco. Además, me gusta mucho ver el fondo del mar. Lo prefiero a no saber qué hay exactamente debajo. Ya me he acostumbrado a esas máscaras: vas con el tubo y pareces un extraterrestre cuando sales de casa.

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