Hay cosas que solo un saharaui puede decir sin que lo acallen. No por un privilegio especial, sino porque venimos marcados por una experiencia que muchos aún no entienden, sabemos cómo actúa Marruecos , lo hemos vivido en carne propia, y ahora lo estamos viendo exportado en silencio. La ideología expansionista marroquí no solo ocupa territorios. Ocupa también relatos, barrios, discursos. Y ahora pretende ocupar el silencio de los demás.Aquí, en Europa, no ha llegado solo una comunidad marroquí. Ha llegado una lógica de poder. Una manera de estar que no busca convivir, sino dominar. Que no respeta el país al que llega, sino que lo interpreta como un terreno a conquistar. No es una exageración. Es lo que hemos vivido los saharauis durante décadas . Y es lo que está empezando a pasar, barrio a barrio, en muchas ciudades españolas.España no tiene un problema con la inmigración. Tiene un problema con cómo Marruecos la utiliza. Y el precio de no decirlo es demasiado alto.Noticia Relacionada estandar Si Dentro de las revueltas: «Queremos paz, pero no podemos quedarnos parados mientras vienen a apalearnos» Toni JiménezBarcelona registró un aumento del 6,5 % en los hurtos en 2023, según datos oficiales del Ayuntamiento y los Mossos. Los delitos violentos (contra las personas) crecieron un 11,1 % en el mismo periodo, con una presencia notable de menores extranjeros no acompañados.En Zaragoza, los episodios de hurto se han disparado en el último año. En Madrid, barrios como, Usera, Villaverde o, ahora, Torre Pacheco, han registrado repuntes de vandalismo y agresiones.Pero lo más preocupante no son los datos. Es el silencio. La censura . El miedo a nombrar lo evidente. Hoy, denunciar es más arriesgado que delinquir.Se ha construido un relato tóxico , si hablas de violencia juvenil de origen marroquí, eres racista. Si mencionas células de control ideológico en mezquitas, eres islamófobo.Si señalas problemas culturales o políticos, te etiquetan de ultraderechista. Este chantaje emocional ha secuestrado el debate.Pero ese silencio tiene consecuencias. Porque el que no habla, entrega su voz. Y el que entrega su voz, entrega el barrio. Entrega la convivencia. Entrega la dignidad, también la de los inmigrantes dignos.Lo que está ocurriendo no es casual. Marruecos ha desarrollado una red bien articulada de control sobre su comunidad en Europa. Asociaciones culturales, mezquitas financiadas o tuteladas, redes de vigilancia social e ideológica. Cualquier saharaui lo sabe. Aquí no estamos a salvo del aparato marroquí . Nos vigilan, nos acosan, nos neutralizan cuando pueden. Da igual si estás en Madrid, Bruselas o París. El largo brazo del Majzén te encuentra.Y no solo te encuentra. También se impone. En las calles, en los relatos, en la política. No hay que ser un experto en geopolítica para ver cómo Marruecos infiltra su agenda usando a parte de su diáspora como arma de influencia. Lo llaman «integración», pero en muchos casos es lo contrario. Lo llaman «orgullo cultural», pero se traduce en enaltecimiento del régimen de Rabat . Lo llaman «diversidad», pero detrás hay una ideología profundamente autoritaria, patriarcal y nacionalista.«No es racismo pedir respeto, no es facha querer seguridad, no es odio señalar al que delinque»Lo que más me preocupa no es el delito. Es el relato que lo protege. La izquierda oficial ha perdido el rumbo. La misma que dice defender a los oprimidos, guarda un silencio ensordecedor cuando los agresores forman parte de su electorado importado. No les importa el origen del problema, solo cómo les afecta electoralmente. Y por eso callan. Callan cuando hay agresiones . Callan cuando hay acoso. Callan cuando hay violaciones. Callan porque el coste político de hablar claro les parece más alto que el coste humano de la inseguridad.Y mientras ellos callan, Marruecos avanza.Yo no llegué a España para buscar oportunidades. Vine porque España traicionó a mi pueblo. Porque entregó mi tierra al ocupante marroquí. Esa es la única razón. Pero igual que muchos saharauis, trabajo, vivo con dignidad, respeto las leyes. Lo mínimo que pido es que quienes llegan después hagan lo mismo, ya no solo por respeto al pueblo que nos acoge, sino a la comunidad a la que pertenecen, la de los inmigrantes como yo.No es racismo pedir respeto. No es facha querer seguridad. No es odio señalar al que delinque . Lo que sí es complicidad es mirar hacia otro lado. Lo que sí es cobardía es dejar que un país como Marruecos utilice la inmigración como arma, como tapadera, como herramienta de poder blando.Lo hemos visto en el Sáhara Occidental. Sabemos cómo empieza. Colonos que llegan poco a poco, violencia normalizada, represión sistemática y un relato oficial que lo niega todo. Luego, cuando ya es demasiado tarde, la sorpresa. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, se preguntan. Pues mirando hacia otro lado. Pues callando. Pues creyendo que denunciar lo evidente es incitación al odio . Y no. Lo que es incitación al odio es permitir que una minoría organizada destruya lo que otros han construido con esfuerzo, con respeto y con dignidad.España tiene que tomar decisiones. No se puede seguir viviendo entre el chantaje diplomático y el complejo ideológico. Hay que proteger los barrios. Hay que controlar lo que ocurre dentro de ciertas mezquitas. Hay que exigir responsabilidad. Hay que dejar de confundir tolerancia con sumisión.«Marruecos no emigra. Marruecos se despliega y si no se le frena arrasará con todo»Porque si no lo hacemos, lo pagarán los más débiles. Lo pagarán las mujeres agredidas. Los ancianos golpeados. Los vecinos aterrorizados . Y lo pagaremos también los inmigrantes que sí respetamos, que sí aportamos, que sí creemos en una convivencia real.Marruecos no emigra. Marruecos se despliega. Y si no se le frena, arrasará con todo. Como ya lo hizo en mi querido y herido Sáhara.SOBRE EL AUTOR Taleb Alisalem Escritor saharaui formado en cooperación y ayuda al desarrollo

Leave a Reply