La ciudad de las manadas que pasean maletas

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La ciudad de las manadas que pasean maletas

Madrid siempre ha sido ruidosa. Suena a calle, a terraza y ahora también, a maletas con ruedas . No hay apenas trozos de la ciudad vieja que no estén copados por varias personas que van y vienen apoyados en una maleta rodante. Además, uno nunca sabe si van o vuelven, si llegan o marchan, o si simplemente les gusta pasear con el equipaje móvil, como si fuera una prolongación de sí mismos. Algunos se sientan en las terrazas y apean los baúles de rodados a su vera, reflexionan, miran, piden, toman, y después de pagar la cuenta, siguen con su destino a ninguna parte transportando su vida en ese gigante armazón plastificado para que no les manguen en Barajas. Están por todas partes , como los tequeños. La zona de la Puerta del Sol es el epicentro de estas rodaderas. También las terrazas del barrio de Salamanca o de Malasaña. En esta invasión, la ciudad no distingue entre unos y otros, porque el ciudadano de la maleta con ruedas lo invade todo. Los niños van al cole con mochilas rodantes y sus padres van al trabajo con el ordenador guardado en una pequeña maleta con ruedas de la que sale un larguísimo mango. Los turistas van por la ciudad con esas ‘trolleys’ y, mientras todo se llena de ruedas, los gatos nos preguntamos qué habremos hecho tan mal para que la ciudad suene de esta manera . Las aceras con sus adoquines suelen tener unos huecos en los bordes que resuenan cuando las dichosas ruedas los atraviesan. Algunas avenidas tienen los adoquines pequeños, y el sonido que dejan al paso estos seres enmaletados se convierte en algo parecido al de una ráfaga de metralleta. En otro tipo de calles los adoquines son más anchos, se colocan en diagonal, entonces, el ruido que emite la maleta con ruedas al cruzarlos es como el de una carraca que se clava de lleno en uno de los hemisferios de tu cerebro. Normalmente, las personas que se mueven con maletas con ruedas por la ciudad van acompañados de otras personas que también llevan maletas con ruedas. Es como un pequeño ejército de carracas que van a destiempo llenando el espacio entre cada clac. Así, un grupo de personas con maletas en una ciudad resulta más ruidoso que una manada de ñus cruzando el Zambeze. Hay personas que incluso van con dos maletas con ruedas, con lo que al alba ya no cantan gallos sino ruedas. Hay maletas grandes y pequeñas, como también las hay con dos y con cuatro ruedas. Noticia Relacionada reportaje Si El homocentricus, ciudadano de todas partes Alfonso J. Ussía El paisano del centro es una raza en sí mismo. Habita en todas las ciudades de la misma forma, con el mismo aspecto y similar modo de vidaLos que llevan el equipaje con un solo eje de ruedas, inclinan el peso de su maleta en la dirección que caminan, pero con un tiempo limitado: se bajan de un taxi hasta la puerta del hotel, salen de la parada del metro hasta el piso vacacional, pero siempre se nota que es un trámite pasajero, que no va a durar toda la vida lo de ir paseando con una maleta. Pero los que llevan maletas con dos ejes y cuatro ruedas son todavía peores. No se sabe muy bien hacia donde van porque caminan como desenfadados, como si no llevaran nada, o como si fuera normal eso de ir por la vida cargando mudanzas, divorcios o visitas turísticas. Además, no tienen prisa por llegar a ninguna parte, porque no les cuesta nada arrastrar esa enorme caja con cuatro ruedas. Pueden ir así a cualquier sitio: al teatro, al restaurante, al museo, a la estación, a la compra. Claro, esa es otra. Los carritos de siempre se han sustituido por bolsas molonas de tela cuqui y eco. Pero nadie se pregunta por el daño que hacen estas maletas con ruedas cuando sus portadores caminan sobre un suelo añejo, no sé, una calzada romana, por ejemplo. Entonces, ni dos mil años, ni guerras, ni invasiones, ni catástrofes naturales consiguieron lo que un par de personas con maletas de ruedas pueden destrozar paseando una tarde por ellas. Somos de echarse al hombro el macuto, de tener un asa rota y sufrir el placer de esa pequeña incomodidad. Somos de parar porque pesa, de viajar poco pero bien; en definitiva, somos de llevar poco equipaje . Pero que la ciudad suene a ruedas de ‘trolleys’ es una derrota de la humanidad. El fin de lo que fuimos, y, sobre todo, la prueba irrevocable del turismo desbocado . Si se levantan de pronto en medio de una ráfaga de detonaciones, no se apuren, está usted en la ciudad de las maletas. Y suena así.

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