El pasado 1 de julio, el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System) de la NASA identificó oficialmente un nuevo objeto espacial, inicialmente designado como A11pl3Z y después rebautizado como 3I/ATLAS, atravesando el Sistema Solar a toda velocidad. En apenas 24 horas, su trayectoria confirmó que se trataba de un visitante llegado de otra estrella, el tercer objeto interesante observado hasta ahora por el hombre (de ahí el 3I). Los primeros fueron el célebre Oumuamua y el cometa Borisov , a cuyos nombres ahora hay que añadir ‘1I’ y ‘2I’.Al principio, el nuevo objeto no era más que un tenue punto de luz, moviéndose junto a la órbita de Júpiter, a unos 670 millones de kilómetros del Sol, a la vertiginosa velocidad de 210.000 kilómetros por hora. Su alto contenido en agua pronto indicó a los científicos la posibilidad de que se trata de un cometa, aunque no de uno cualquiera.3I/ATLAS, en efecto, no solo es extraordinario por su origen foráneo, sino también por su asombrosa antigüedad. Bajo la dirección de Matthew Hopkins, de la Universidad de Oxford, un equipo internacional de investigadores acaba de estimar que este viajero helado podría ser, de hecho, incluso varias millas de millones de años más viejo que nuestro propio Sistema Solar. Mientras que los cometas ‘locales’, como el famoso Halley, se formaron casi al mismo tiempo que el Sol hace unos 4.500 millones de años, 3I/ATLAS podría tener más de 7.000 millones de años, lo que lo convertiría en una auténtica reliquia cósmica.Noticia Relacionada estandar No Resuelto el misterio de la extraña aceleración de Oumuamua, el primer visitante interestelar ABC Ciencia El inusual empuje de este cuerpo estelar se debe al impulso del hidrógeno molecularSegún se explica en un estudio que ya puede consultarse en el servidor de prepublicaciones ‘arXiv’, la posibilidad de que el objeto tenga realmente esa extraordinaria antigüedad es de dos tercios. Nada definitivo pero sí más que suficiente para llenar de entusiasmo a la comunidad científica.Procedencia probable¿Y de dónde viene este antiquísimo cometa? A diferencia de sus dos predecesores interestelares, ‘1I/Oumuamua (descubierto en 2017) y ‘2I/Borisov’ (en 2019), 3I/ATLAS no se acerca a nosotros de frente, siguiendo la trayectoria que podríamos esperar de objetos que se formaron en el ‘disco fino’ externo de la Vía Láctea, donde residen la mayoría de las estrellas, incluido el Sol. En vez de eso, 3I/ATLAS sigue un camino ‘oblicuo’, una trayectoria inclinada que sugiere que procede de mucho más ‘adentro’, del ‘disco grueso’ de la galaxia.Como sabemos bien, la Vía Láctea es como un gigantesco plato giratorio, con un abultamiento central y unos brazos espirales muy delgados y extensos: ese es el ‘disco fino’, donde la actividad estelar es más frenética. Por encima y por debajo de ese disco, sin embargo, existe una especie de ‘halo’ más difuso y menos denso, pero inmenso, el ‘disco grueso’. Las estrellas que lo componen son, en su mayoría, mucho más antiguas que las de la periferia, auténticas ‘abuelas’ cósmicas que se formaron cuando la galaxia era mucho más joven. Los astrónomos piensan que ese disco grueso es un ‘fósil’ de los primeros tiempos de la Vía Láctea. Y si 3I/ATLAS nació allí, es lógico pensar que tenga, por lo menos, la misma edad que las estrellas de esa región.Rico en aguaLas primeras observaciones de 3I/ATLAS, como se ha dicho, sugieren que se trata de un objeto rico en hielo de agua. Lo cual tiene implicaciones directas tanto sobre el espectáculo que podría llegar a ofrecer como sobre la información que podría revelar a los investigadores. A medida que se acerca al Sol, la radiación calentará cada vez más su superficie. Este calor provocará que el hielo se ‘sublime’ es decir, que pase directamente de sólido a gas, sin pasar primero por el estado líquido.Este proceso de ‘desgasificación’ liberará no solo vapor de agua, sino también polvo y otros gases, creando una especie de atmósfera difusa alrededor del núcleo del cometa, la coma. Cuanto más material se desprenda, más grande y brillante será la coma. Además, la presión de la luz y el viento solar (partículas energéticas que emanan continuamente del Sol) empujarán ese material lejos del núcleo, formando la clásica cola, que siempre apunta en dirección opuesta al Sol, independientemente de la trayectoria del cometa. Si la predicción se confirma y 3I/ATLAS es realmente un cometa podría desarrollar en los próximos meses una cola espectacular, superando con creces en visibilidad a sus dos predecesores interestelares, con los que no tiene demasiados puntos en común.Distinto a Oumuamua y Borisov3I/ATLAS, de hecho, no se parece en casi nada a los dos anteriores objetos interestelares. Para empezar es mucho más grande, de unos 20 km de ancho frente a los cerca de 250 metros de Oumuamua y los 975 metros de Borisov . Y se mueve, además, a la asombrosa velocidad de 66 km por segundo, cerca del doble que sus dos predecesores. Una velocidad, por cierto, que va en aumento a medida que se acerca al Sol, del que llegará a pasar a ‘solo’ unos 300 millones de km (dos Unidades Astronómicas) el próximo mes de octubre. Después de lo cual girará y abandonará definitivamente nuestro sistema.Pero la particularidad que realmente distingue a 3I/ATLAS de Oumuamua y Borisov es su trayectoria. Los astrónomos miden las órbitas por su excentricidad (e). Un objeto ligado a la gravedad de otro mayor tiene valores de ‘e’ que pueden oscilar entre cero (órbita perfectamente circular) y algo menos de uno (muy alargada, como la de los cometas de largo período). Pero un valor de ‘e’ mayor que uno significa que el objeto en cuestión no está en órbita del Sol, por lo que se tratará de un visitante ‘de paso’ y que nunca regresará.1I/Oumuamua, el primero de estos visitantes interestelares que conseguimos observar, fue detectado en 2017 y tenía una excentricidad de 1,20. Su descubrimiento generó un intenso debate debido a su inusual aceleración, que llevó a algunos a especular, de forma ya casi totalmente descartada, que podría tratarse de una nave espacial alienígena. Pero 3I/ATLAS no deja lugar a dudas. Su excentricidad orbital, que se estimó inicialmente en más de 10, sigue siendo hoy superior a 6. Un valor que duplica la excentricidad de 2I/Borisov, y que nos indica que estamos ante algo realmente distinto a cualquier visitante anterior. Borisov, descubierto en 2019, resultó ser mucho más parecido a los cometas de nuestro propio Sistema Solar, aunque su órbita lo identificaba claramente como interestelar.Una cápsula del tiempoEl estudio de 3I/ATLAS, por lo tanto, va mucho más allá de la mera curiosidad por un cometa lejano. Este objeto interesante es una auténtica cápsula del tiempo, una muestra prístina de material de una región de la Vía Láctea que nunca hemos podido estudiar de cerca y que podría contener pistas inéditas sobre la composición química de los discos protoplanetarios (los discos de gas y polvo alrededor de estrellas jóvenes donde se forman los planetas) en otras partes de la galaxia.Los cometas son considerados por muchos como ‘sembradores’ de vida. Se cree que fueron los encargados de traer el agua y las moléculas orgánicas complejas a la Tierra primitiva, y si 3I/ATLAS, con su abundante hielo de agua y su origen ancestral, confirma su identidad cometaria, podría arrojar luz sobre cómo estos bloques constructores de planetas y propagadores de vida se distribuyen y viajan por la galaxia, y si son lo suficientemente comunes como para que la vida florezca en otros mundos.El descubrimiento de 3I/ATLAS llega, además, en un momento emocionante para la astronomía. La reciente puesta en servicio del Observatorio Vera C. Rubin en Chile, un telescopio diseñado para detectar un número sin precedentes de objetos transitorios, incluidos los interestelares, ya era motivo de excitación en la comunidad astronómica internacional. Y ahora, el hallazgo de 3I/ATLAS no ha hecho más que aumentar aún más esa expectativa. Se calcula que el Vera Rubin podría descubrir entre 5 y 50 objetos interesantes al año, algunos de ellos tan grandes como 3I/ATLAS.MÁS INFORMACIÓN noticia Si El enigma de las galaxias ‘perdidas’: ¿Oculta la Vía Láctea más de cien satélites invisibles? noticia Si La NASA busca en la Tierra el tipo de vida que podríamos encontrar en la luna EuropaY para terminar, un apunte para los entusiastas de la astronomía. Aunque 3I/ATLAS no será visible a simple vista, sí que podrá ser observado con un telescopio aficionado de tamaño medio entre finales de 2025 y principios de 2026. A finales de octubre de este año, de hecho, alcanzará su perihelio, su punto más cercano al Sol, a ‘solo’ unos 210 millones de kilómetros de nuestra estrella. Y pasará a unos 30 millones de kilómetros de Marte el 2 de octubre. Después de lo cual, seguirá su camino y nunca más volveremos a verlo.

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