Es un pueblo tan perfecto que inquieta. La pulcritud de sus fachadas, el asfaltado impoluto de sus calles, el aseo absoluto de sus aceras… Todo atestigua que en la comunidad impera el orden . Para no llegar a los 1.200 habitantes, en el corazón de la Alemania vacía , tiene de todo: su sucursal Volksbank, su comadrona, su equipo de fútbol y su parque de bomberos. Una carnicería ambulante surte productos de cercanía y el restaurante Zum Kirsch abre de jueves a sábado. No hay supermercado, pero sí una tienda de armas llamada Waffen Müller, que ofrece prácticas de tiro y formación para la caza. En su escuela de primaria, solo hasta sexto grado, los alumnos rondan el centenar. La cuestión es que casi ningún camino conduce hasta Hirschfeld Elba-Elster y el único motivo para clavar una chincheta en el mapa sobre su nombre es el resultado electoral del pasado domingo, día en el que coincidieron aquí las europeas con las municipales. El partido antieuropeo Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo el 60% en las primeras y el 52% en las segundas, con un aumento del 17% desde las anteriores. Es el municipio con más voto destinado a AfD en Brandemburgo, uno de los estados federales orientales que, hasta hace 35 años, formaba parte de la Alemania comunista, la RDA. En esta región, en la que se reparten miles de cargos públicos, la mayoría de carácter honorífico debido a la escasa población, AfD es la formación más votada .Noticia Relacionada estandar Si De la socialdemocracia a la extrema derecha: así es el líder por rebote de AfD en el Parlamento Europeo Rosalía Sánchez | Corresponsal en Berlín«¿Y por qué le extraña tanto a usted?», pregunta una lugareña que acude a la única panadería de la aldea. «¿Es que no ve usted que en Berlín se han vuelto locos? Debería usted entrevistarlos a ellos, no a nosotros».Un rápido recorrido permite constatar que los gatos campan tan a sus anchas como los carteles de AfD. No se ve ningún cartel de otro partido político alternando con los letreros, que piden conducir a baja velocidad para proteger a los mininos. La cartelería de AfD clama contra el «abuso de los refugiados» , en un distrito en el que los refugiados brillan por su ausencia. «Aquí estamos bien y no queremos que vengan a estropeárnoslo», argumenta amablemente un jubilado que aparca la bicicleta para hablar con la extranjera del coche alquilado. La señora de las vistosas hortensias, sin embargo, desaparece apresuradamente tras los visillos al enterarse de que se trata de una periodista. «Que dice que le gustaría saber por qué votan aquí tanto a AfD», sirve de intermediario un repartidor de DHL al que sí abren la puerta. «¿Y a quién íbamos a votar si no, si es la única gente cabal que queda?», responde, sin asomarse, una voz de hombre.Uno de los carteles para proteger a los gatos de Hirschfeld R.S.Miedo a la inflación«Es una cuestión de economía», explica Jana Heslich, al frente de la panadería local. « Los precios han subido una barbaridad y la gente no puede soportarlo ». Su contundente pastel de cebolla se ha encarecido más de un 50%, calcula al vuelo. «Si seguimos así, sólo comeremos pan con mantequilla y ensalada de berza», asiente una de sus clientas. A la panadería, que hace también las veces de quiosco, no llega ningún periódico de tirada nacional. Solo pueden comprarse el regional ‘Sächsiche Zeitung’, con titular a cuatro columnas sobre la niña de 9 años cuyo cadáver ha sido encontrado en el bosque, y el ‘Lausitzer Rundshcau’, que informa sobre los distritos de Elsterwerda, Bad Leibenwerda y Elbe-Eslter, y cuya portada advierte de que «la UE amenaza con aranceles de castigo a los coches eléctricos chinos».«Aquí estamos bien y no queremos que vengan a estropeárnoslo», argumenta amablemente un jubiladoLa región mima la megafactoría de Tesla con la que les ha distinguido Elon Musk y que deja buenos impuestos en sus arcas. En los editoriales de ambos diarios se critica duramente el recién iniciado proceso nacional de registro de reclutamiento, con vistas al nuevo servicio militar obligatorio , por demasiado tímido.«La Merkel los tenía sujetos, pero es que ahora los de arriba se han desmadrado de una manera…», resume su análisis político Helga, que ha acudido a la peluquería para reservar turno para el viernes. Confía en que AfD llegue a tiempo al gobierno alemán para parar la ‘ley de la calefacción’, que obliga a cambiar los sistemas a empresas y particulares y que va a costarle más de diez mil euros a ella y a su marido. «Hace mucha falta alguien sensato que venga a poner orden en este país».«¡Júrgen, ven acá!», fuerza la siguiente entrevista con un empadronado en la vecina Schradenland, a tres kilómetros y medio, que está de paso. « ¡Dile tú por qué es bueno votar a AfD! ». «He votado antes a otros partidos y nada cambia, las cosas sólo mejoran con AfD», dice tras intentar zafarse, y protesta por el atropello al presupuesto público para pagar la llegada de refugiados. Este padre de ocho hijos, que por mitivos de salud no trabaja, se embolsa mensualmente, además de su asignación por baja, 2.000 euros mensuales del denominado Kindergel, los 250 euros al mes por hijo que recibe de forma automática cualquier familia en Alemania.«La Merkel los tenía sujetos, pero es que ahora los de arriba se han desmadrado de una manera…», resume su análisis político HelgaMiedo«Aquí se vive muy bien y no queremos perder eso», añade, mientras retoma su camino y se pierde tras la iglesia del barroco tardío, completamente renovada en 1997, después de la reunificación. Es de culto evangélico. La parroquia católica se fusionó en 2008 con las de Heidenfeld y Röthlein, por falta de fieles. « Yo diría que ahora va más gente a la iglesia », comenta un cliente de la farmacia, adjunta al recinto del templo. «Y es por la guerra: cuando la guerra está cerca hace más falta rezar».En este pueblo se ve como una temeridad que Alemania esté enviando armas a Ucrania. Desde Hirschfeld, Bruselas queda oscuramente lejos, mientras casi todos los habitantes de la tercera edad, dos terceras partes del censo, aprendieron ruso en la escuela y saben que con Moscú no se juega. Alemania Oriental, según el sociólogo Steffen Mau, seguirá siendo una esfera política y cultural diferente del resto del país a largo plazo: «La normalización no significa nivelación de las diferencias, sino su aceptación , hasta que en algún momento se consideran peculiaridades regionales convencionales, como también se concede a los bávaros».
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