Cartuchero quiso arrancar la cabeza a Emilio de Justo: feísima cogida al entrar a matar

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Cartuchero quiso arrancar la cabeza a Emilio de Justo: feísima cogida al entrar a matar

De Chenel y oro reapareció Marco Pérez en Santander. No era cualquier escenario, sino aquel en el que hace un año vivió una tarde de épico diluvio. Era entonces novillero. Se presentaba ahora como matador, aunque por su primer torete no lo pareciese. Después de un mes de baja y de probarse en el campo, con la cadera soldada ya, volvió a vestirse de luces con la misma entrega de siempre hasta ganarse una cariñosa puerta grande. Su fibra permanece intacta, pero, a su corta edad, se las sabe todas y el ventajismo no le favorece si quiere ser el torero que puede ser. Sobradas condiciones posee.Está muy bien que a los jóvenes se les cuide, pero el nulo trapío de su primero le hacía flaco favor. Mientras Pérez, ya matador, se las veía con aquel novillete, en Madrid a los novilleros de la nocturna les aguardaba una corrida con agujas . En fin… La cosa es que aquel tercero derribó con estrépito al picador y puso en aprietos a los banderilleros. Demasiado pronto se rajaría, cada vez más desentendido y sin clase. Enfrente: Marco, más enrazado que Bilboreal, con el que se llevó un susto en el arrimón de tanto confiarse. Lo cazó y paseó un trofeo.Fue el único con el hierro del Puerto de San Lorenzo en una corrida de La Ventana muy desigual de apariencia, pero con ejemplares con importancia. Ninguno cayó en las manos de Marco Pérez, aunque el sexo fue potable y obediente. Cerca de las nueve arrancaba su faena a este Libiano. Hubo firmeza de plantas y quiso alargar el viaje, pero abusó de la uve. Impropia de su edad es su técnica; también, los resortes para buscar soluciones, como ese afarolado efectista. Hasta pegarse un arrimón en ambas direcciones. Ni el pinchazo frenó el trofeo que lo aupaba a hombros en su reaparición.Marco Pérez sale a hombros Serrano arceLa salida en volandas le negaron a Talavante. Se mantuvo en su sitio el presidente, sabedor de que el cuarto toro había sido de categoría para cuajarlo. Una máquina de embestir el tal Inspector, con mucho que torear. Y allí el verbo que imperó fue el ‘pasar’. Alejandro, que es un torero fabuloso, optó por la vía de exponer menos alamares y recurrir a efectismos. Su obra no fue de lío: de lío fue el toro de La Ventana, que por supuesto no se toreaba solo, pero se quedó sin torear de verdad. Mucho pase y tan solo el sabor de una tanda. Hubo un momento en que el indulto sobrevoló, pero Inspector, pese a ser un gran toro, no era de vuelta al campo. En los mismísimos chiqueros acabó la extensa faena, refrendada con una espada muy tendida. El palco podría haber tirado por el camino del triunfalismo. Sin embargo, imprimió seriedad en una plaza de segunda categoría, que también hay que recordarlo. Noticia Relacionada estandar Si Hasta Morante se enfadó por el desencanto ganadero de Santander Rosario PérezEl mejor lote de una Ventana de triunfo fue para el pacense, con otro bueno en el inicio. Hasta la pezuña sangraba tras el puyazo y aun mermado de vida colocó la cara en una faena en la que Talavante pisó la quinta. Tras los bonitos ayudados del comienzo, faltaron reposo y reunión. La estocada fue el momento de la verdad, aunque necesitó del verduguillo.Feria de Santander Coso de Cuatro Caminos. Jueves, 24 de julio de 2025. Sexta corrida. Tres cuartos de entrada. Toros de La Ventana del Puerto y Puerto de San Lorenzo (3º), desiguales de presencia –algunos de cómodos trapío y caras; otros, de mejor presencia–, con movilidad y emotividad, con la chispa de la bravura, una corrida interesante; los mejores 4º, 5º, 1º y 6º; el más difícil y peligroso el 2º. Alejandro Talavante, de tabaco y oro: estocada contraria tendida y descabello (leve petición y saludos); estocada trasera muy tendida (oreja con fuerte petición de otra y pitos al palco tras aviso). Emilio de Justo, de fucsia y oro: estocada (oreja); pinchazo hondo y descabello (saludos tras aviso). Marco Pérez, de lila y oro: estocada tendida (oreja); pinchazo y estocada delantera (oreja tras aviso).Quiso descabellar Cartuchero a Emilio de Justo, que nació dos veces en Cuatro Caminos. Qué feo lo cogió cuando se volcó para matar: no fueron solo el volteretón y la dura caída –en la que merodearon los fantasmas de Madrid–, sino los pisotones de las pezuñas. Como para arrancarle la cabeza. Hecho un eccehomo se levantó, con la cara ensangrentada y una herida de siete centímetros en el cuero cabelludo. Un kilo le faltaba para llegar a los seiscientos a Cartuchero, que no hizo honor a su reata: brusco, con las manos por delante, a la defensiva y, para colmo, acostándose. Con solvencia anduvo la cuadrilla, con un arriesgado par de Curro Robles. Cómo se revolvió en el comienzo por abajo de Emilio, que planteó con listeza la faena. Pero listo andaba Cartuchero, que disparó con violencia en el pase de pecho, siempre reponedor. Había que dejarle la muleta puesta y que no viese nada más. Era toro de los que cortan el aliento y el de Torrejoncillo hizo un meritísimo esfuerzo. De uno en uno, con el zapatillazo, le extrajo los muletazos finales ante un viaje cada vez más corto. Largos se hicieron los segundos de la tremenda escena a merced de Cartuchero, al que cortó una oreja entre gritos de «¡torero, torero!». Y el más torero fue.Otra vez rozó la tragedia cuando el quinto lo arrolló con virulencia en el galleo por chicuelinas. Arreado había salido De Justo ante un toro con armonía y guapura. Suyos volvieron a ser los momento más toreros y verdaderos, con series de temple y honestidad. Bordó con abandono los naturales diestros, cosidos a un bello cambio de mano y a otro de pecho majestuoso. A pies juntos brotaron los zurdazos finales mientras la sangre corría por la frente. El triunfo más merecido y Justo era para Emilio, pero el acero se lo impidió.

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