Nobu en Ibiza es el gran hotel del verano en España. Los hay más grandes, más lujosos, más exclusivos. Pero Ibiza es la isla que importa y de junio a septiembre todo lo demás es extrarradio. Ibiza es la categoría fuerte, el poder, hay que ser un valiente para ir y aguantar el ritmo. Y en este Nobu total, autoritario, en el que es estar fuera de la realidad creer que una habitación con vistas al mar te va a costar menos de 2.000 euros la noche, se destila lo apabullante y maravilloso de esta estación. Un columnista de ABC ha de hacer equilibrios algo penosos -por decir lo menos- para sobrevivir a semejante sacudida, pero del viejo esplendor familiar, destruido con el tiempo, he conservado un muy particular sentido del humor. ¿Vale lo que cuesta una noche de hotel a 2.000 euros? Lo primero que tenemos que entender los españoles de clase media es que el lujo ya no trabaja para nosotros. Nunca ha trabajado para nosotros, de hecho, pero a principio de siglo, uno que ganaba alrededor de los 150.000 euros al año, aunque no podía comprarse ni barcos ni aviones, podía acceder al cierto lujo de los grandes hoteles y los mejores restaurantes. También podía comprarse ropa en las grandes casas e incluso permitirse algún reloj importante. Todo esto murió con la llegada de Putin y la eclosión de las grandes fortunas rusas por el mundo, luego superadas por las árabes. El lujo ya no trabaja para nosotros. Trabaja para personas que tienen un dinero prácticamente infinito. El lujo ya no trabaja para los europeos con buen gusto, decadentes, derruidos, que han visto cómo caían sus pequeñas fortunas o incluso imperios, quizá porque no trabajaron lo suficiente o quizás simplemente porque existen los ciclos y ahora no es el nuestro. Esto es lo primero que percibes en Nobu pero no solo en Nobu. Ibiza está llena de estos ejemplos, como el pan en Cipriani, que cuesta 40 euros. Ni el público ni los precios se parecen a ti. No eres realista en este entorno, por lo menos yo no lo soy en absoluto, aunque a veces nos guste una canción. Pero hecho este reconocimiento, inevitable, y deprimente, si pensamos en lo que fuimos, este hotel responde por lo que pide. Este hotel da la cara por el precio, y aunque yo no me lo pueda permitir sin sufrimiento, quien holgadamente pueda gastar este dinero se sentirá tratado como merece. Por las instalaciones, por el emplazamiento y por un servicio que se preocupa por no decir que nunca que no. El lujo -que se lo pregunten a tantos y tantos maridos que ya no son infieles por el ímpetu sino por tener un poco de paz- es que no te lleven la contraria, y no necesariamente porque tengas razón. En Nobu el sol cayendo a peso te deja con el cerebro operando a la mitad y es verdad que en estas circunstancias pides cosas simples pero te son inmediatamente concedidas. Nadie levanta la voz, todo transcurre de un modo apacible, la gente yace, lee o duerme en las hamacas; corre el champán y el tequila pero sin excesos que hagan que nadie pierda la compostura. Hombres depilados, mujeres esculpidas. Los hombres se mueven como leones en la sabana. Lentos, majestuosos, con un aire a poder comprar este hotel y el de al lado. Las mujeres de lejos parecen lo que de cerca no son. Sobre todo la parte de abajo del bikini es muy sutil la diferencia entre llevarla y no llevarla. Junto con no llevar la contraria, y la verdad es que si lo piensas bien se parece mucho, el lujo es el silencio. Que pocas cosas sean dichas, y en voz baja. En esta piscina el sol cae vertical y con todo su fuego. Cuando tengo algo que decir a veces me doy cuenta que con la cabeza tan caliente no voy a tener fuerzas para acabar la frase, y entonces me sumerjo totalmente en el agua. Mientras aguanto la respiración pienso: ¿eso que iba a decir es realmente tan importante? Y la mayor parte de las veces, cuando vuelvo a salir permanezco callado y sonrío a lo que dicen los demás, si es que dicen algo. Pasadas las 12 ordenamos los aperitivos. Campari con hielo. Doble porque las dosis alcohólicas parecen de hospital. Conversaciones fáciles, temas sin complejidad. Son mis tres únicos días de vacaciones, es mi lugar preferido del mundo después de mi casa. Pero preferiría suicidarme a tener que vivir así todo el año.

Leave a Reply