Desde luego que Israel mata cristianos

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Desde luego que Israel mata cristianos

El pasado lunes 21 de julio publicaba en estas páginas un artículo titulado ‘ Israel también mata cristianos ‘, escrito con una prosa voluntariamente contenida e incluso átona; pues me interesaba ante todo dar a conocer estos desmanes –una gota en el océano de sangre que anega Palestina–, ocultados por la mayoría de medios. Todos los hechos expuestos en aquel artículo eran rigurosamente ciertos e incontestables. Sin embargo, este periódico decidió publicar una carta lisérgica de don Isaac Querub Caro, en la que delirantemente se calificaba mi mesurado artículo de «homilía indignada» y «sermón bizantino» con «nostalgia de los Padres de la Iglesia que veían en el pueblo judío un eterno chivo expiatorio» y de «los libelos medievales que acusaban a los judíos de deicidas y enemigos de la cristiandad». Todos estos denuestos desquiciados, tan baratos y poco querúbicos, en nada se compadecen con el tono casi notarial de mi artículo, cuya única imprecación iba dirigida precisamente… ¡contra los católicos tibios o escapistas! Pero mi ofuscado detractor se derramaba en exabruptos rabiosos y burdos sofismas, evocando «siglos de progromos e inquisiciones». Este discurso exaltado y victimista que pretende envolver cualquier condena de las acciones criminales del Estado de Israel en retórica panfletaria que se remonta grotescamente hasta la Edad Media, los Padres de la Iglesia, la Inquisición y el súrsum corda hace un flaco favor a la causa que nuestro detractor pretende defender. Confío en que los tanquistas israelíes que dispararon contra la iglesia de la Sagrada Familia no lo hayan leído, no sea que, envenenados de acusaciones genéricas e interpretaciones torcidas de la historia y de la teología, sigan cometiendo ‘errores’ contra los cristianos palestinos. Defenderme de la catarata de improperios proferidos por mi detractor me obligaría a injuriar mi prosa, dedicándola a tareas subalternas para las que no fue llamada. En su libelo, Querub recurre a la conocida ‘falacia del maniqueo’ o del espantapájaros, atribuyéndome una catarata de intenciones y afirmaciones que jamás he expresado (ni en aquel artículo ni en ningún otro), pero que le sirven para fabricar un monigote contra el que dispara a quemarropa, en vez de esforzarse por refutar lo que pretendiese refutar, que no me ha quedado claro. Si nuestro caro querube se hubiese tomado la molestia de leer mis novelas, empezando por la reciente y celebrada ‘Mil ojos esconde la noche’, se habría tropezado con un rechazo y denuncia constante de los antisemitismos que han florecido en Europa; y con mi admiración hacia quienes los combatieron. Pero no se nos escapa que nuestro detractor acusa sin fundamento y formula con mala fe acusaciones falsas porque sabe que se dirige a un público de fanáticos y zoquetes que nunca leen; y tal vez sea mejor así, pues si leyesen nada entenderían, puesto que han renunciado a la «funesta manía de pensar». Mi artículo no contenía homilías ni propagandas, sino narración de hechos que han merecido severas admoniciones hasta del embajador de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee, sionista a machamaratillo, quien escribió una carta incendiaria al ministro Moshe Arbel, en la que podía leerse que Israel «está incurriendo en acoso y trato negativo» hacia los cristianos. Y tras visitar la localidad cisjordana de Taybeh y comprobar las profanaciones que habían sufrido su templo y cementerio cristianos, el mismo Huckabee afirmó que «profanar una iglesia, mezquita o sinagoga es un crimen contra la humanidad y contra Dios». El ataque criminal a la iglesia de la Sagrada Familia, por su parte, provocó que el bocazas de Trump exigiese al sacamantecas Netanyahu una declaración de arrepentimiento, que al final se quedó en reconocimiento de un lamentable ‘error’, presentado como un caso ‘aislado’. Tan ‘aislado’ como el bombardeo de la iglesia ortodoxa de San Porfirio, en octubre de 2023, donde las fuerzas israelíes mataron a dieciocho civiles inocentes. Tan ‘aislado’ como el bombardeo, en julio de 2024, del colegio católico de la misma parroquia de la Sagrada Familia atacada la semana pasada, con cuatro víctimas mortales. Tan ‘aislado’ como los disparos de un francotirador israelí, que mataron a dos feligresas en la iglesia de la Sagrada Familia (¡tan acribillada de casos ‘aislados’!) en diciembre de 2023.Sostiene falsamente el señor Querub que Israel «es el único país de la región donde la población cristiana ha crecido, goza de libertad de culto, representación política y vida pública activa». De verdadera representación política y libertad de culto han disfrutado los cristianos en países hostigados por Israel, como Siria (hasta el derrocamiento de Al Assad ) y el Líbano; y sobre el «crecimiento» de la población cristiana, debemos señalar que en 1948, cuando se inventa el Estado de Israel, la población cristiana componía entre el 10 y el 20 por ciento de la Palestina histórica, cifra que en 2022 se había reducido hasta el 1,9 por ciento (según datos de la propia Oficina de Estadística del Gobierno israelí). Sólo en 2024, según informa una institución interreligiosa local tan respetada como el Rossing Center, los templos cristianos en Tierra Santa sufrieron ataques, profanaciones o actos vandálicos una vez cada tres días. De este modo, se ha conseguido, por ejemplo, que la población cristiana de Belén, que en 1948 alcanzaba el 85% del total, hoy se haya reducido a un 10%. Por lo demás, cualquier persona mínimamente informada ha visto vídeos de cristianos escupidos, vejados y golpeados en las calles de Jerusalén; y no precisamente por musulmanes.También me reprocha mi detractor que no me refiriese en mi artículo a los «túneles de Hamás bajo escuelas e iglesias, o a la Yihad Islámica, que convierte hospitales en depósitos de armas», como si esta cuestión tuviese que ver con los concretos hechos criminales que describía en mi artículo. Pero, puestos a hablar de ella, conviene recordar que la Convención de Ginebra de 1949 establece que, para poder atacar una institución civil destinada a uso militar se deben cumplir los siguientes requisitos: 1) Dicho uso debe estar completamente probado; 2) El ataque ha de ser proporcional al objetivo militar (no vale, pues, arrasar indiscriminadamente); 3) Debe haber aviso previo para que el enemigo cese el uso militar de la institución; y 4) Deben minimizarse los daños civiles. Ninguno de estos requisitos ha cumplido Israel, que nunca aporta pruebas de ninguna clase sobre la presencia de milicianos de Hamás en los hospitales o colegios bombardeados, que siempre los reduce a escombros y siempre provoca matanzas monstruosas entre civiles, incluidos mujeres y niños a porrillo.En el colmo del delirio, el señor Querub desliza que, mientras acuso a Israel de matar cristianos, calló ante la persecución que sufren por parte de grupos islamistas. Nuestro detractor ‘olvida’ una palabra muy significativa del título de mi artículo («también»), que a la vez que resalta que también hay cristianos entre los palestinos que Israel está masacrando, señala que a los cristianos los mata no solamente Israel. Han sido decenas, acaso cientos, los artículos que hemos escrito sobre los islamistas asesinos de cristianos y de otras minorías religiosas (por ejemplo, sobre los rebanacuellos que ahora gobiernan en Siria, con apoyo de la comunidad internacional), y también sobre sus patrocinadores.Es, en fin, una suerte que el señor Querub Caro ya no sea presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, pues no conviene que intereses y posiciones que deben ser defendidos con equilibrio y mesura estén representados por personas que desbarran y pierden tan fácilmente el oremus.

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