Matthias Davids desinfla ‘Los maestros cantores’ en el Festival de Bayreuth

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Matthias Davids desinfla ‘Los maestros cantores’ en el Festival de Bayreuth

En la inauguración del Festival de Bayreuth hay dos tipos de ‘photocall’. En uno paran los políticos y los famosos que posan encantados tras ascender al Festspielhaus en espléndidos coches. Los truenos, la tímida lluvia y por fin el sol que iluminó la cita del viernes abrillantó la sonrisa, entre muchos otros, del canciller federal de Alemania Friedrich Merz, del primer ministro de Baviera, Markus Söder, y de la más famosa partidaria de Wagner en todo el país: la excanciller Angela Merkel, quien fue especialmente parca en el saludo general. Pero la sobriedad resulta incómoda a los muchos medios que se acreditan al pie de alfombra roja, frente a la fachada principal del Festspielhaus. Más aún a la infinidad de diletantes que, de paisano o con uniforme de estreno, se pelean fuera y tras las ventanas del edificio tratando de preservar la escena con sus móviles para una incierta posteridad. La pasarela es parte esencial de este primer día y, por eso, apenas ha concluido la representación ya es posible hacerse con el ‘Bayreuther Festspielzeitung’, o periódico del festival, cuya portada y varias páginas interiores se dedican a la actualidad gráfica de la inauguración.Existe otro espacio más doméstico, en la pradera situada a los pies del Festspielhaus. La mañana del estreno se siembra de ‘wagneritos’, este año teñidos de oro, que sirven de fondo a los ‘selfies’ de quienes llegan al teatro a pie, renovando el veterano espíritu del peregrinaje. A partir de ahí se convierte en toda una hazaña liberar un metro cuadrado para que la fotografía adquiera dimensión de exclusividad. Pero es obligado hacerlo si se quiere inmortalizar el instante antes de atravesar el control policial, con registro de bolsos, confirmación de la identificación personal y revisión de la entrada. En el Bayreuth actual, particularmente el día del estreno, la seguridad es un asunto de Estado porque en este teatro, con independencia de la penosa actualidad, sigue muy vivo el debate sobre el legado wagneriano con todas las adherencias sociopolíticas que implica.Festival de Bayreuth ‘Los maestros cantores de Nüremberg’ Texto y música Richard Wagner Director musical Daniele Gatti Director de escena Matthias Davids Intérpretes Georg Zeppenfeld (Hans Sachs), Jongmin Park (Veit Pogner), Michael Nagy (Sixtus Beckmesser), Michael Spyres (Walther von Stolzing), Matthias Stier (David), Christina Nilsson (Eva), Christa Mayer (Magdalene) Lugar Festspielhaus, Bayreuth Fecha 25-VII 3La juerga social con la que se inaugura el Festival de Bayreuth crece año tras año, y ya empieza alterar algunos de los solemnes protocolos que tanto gustan a los guardianes de las esencias. Quien más quien menos sabe que poco antes de que comience la representación las luces se atenúan, los vigilantes de las puertas de acceso a la sala las cierran con llave, se hace el silencio y del foso místico surge el sonido de la orquesta dispuesto a convertir en éxtasis lo que en cualquier otro lugar simplemente sería emocionante. Por alguna razón, también cercana a la renovación generacional del personal de sala, el viernes, tras apagarse la luz, las puertas seguían mal cerradas y el bullicio en la sala no acababa. Fue entonces cuando el maestro Daniele Gatti atacó la obertura de ‘Los maestros cantores’ de manera que un minuto después aún había espectadores buscando su localidad, iluminándose con los móviles mientras levantaban de la larga fila de butacas a los espectadores que ya habían logrado encontrar la posición correcta en las muy incómodas sillas del Festspielhaus. Al descoloque general se sumó a la imprecisión que surgía del foso en una curiosa metamorfosis del conflicto en la propia ópera de Wagner. Todo muy absurdo.Una nueva producción de ‘Los maestros cantores de Núremberg’ ha inaugurado Bayreuth este año, con Gatti en el foso y con el laureado director alemán Matthias Davids mandando en el escenario. La alegría popular que ha levantado el acontecimiento ha sido incuestionable y no solo en los simpáticos prolegómenos callejeros, también en los saludos finales cuando los bravos se repartieron por doquier, apenas teñidos por alguna discrepancia ante el trabajo escénico. Frente al musical las opiniones fueron más uniformes por la sencilla razón de que tras dos actos interpretados con relativo acierto se escuchó un tercero decididamente brillante, como si se resolviera el acuerdo de todas las partes dispuestas a guardar las fuerzas. Gatti que había asumido el papel de aburrido ‘kapellmeister’ se convirtió de pronto en un músico capaz de revitalizar la obra y de proporcionarle un calor y una intensidad muy mediterránea. La pureza del fraseo, la calidad tímbrica que emanaba del foso de Bayreuth, la facilidad en el acompañamiento y la consistencia del propósito vinieron a convertir dos horas de ópera en una experiencia sonora irrepetible.El repaso del reparto ha de centrarse en los participantes en el formidable quinteto del tercer acto como resumen de una larga escena en la que todos pasan, uno a uno, por el taller del zapatero Hans Sachs, aquí defendido por el veterano bajo Georg Zeppenfeld. Su grandeza es interior, de timbre ligero, propia de alguien maduro, con los pies en la tierra, capaz de poner en orden la algarabía de una ciudad alterada ante la presencia del caballero Walther von Stolzing cuyas reglas de canto rompen la convención. En este papel, el tenor estadounidense Michael Spyres que se pasó la representación forzando el registro agudo y trampeando la línea de canto en los momentos críticos, hizo en el concurso final un alarde de facultades. Muy propio de un ganador con estrategia. Más centrado, el barítono alemán Michael Nagy dijo el papel de Sixtus Beckmesser con continuidad, penetrando en el aire macarrilla que la producción exige. Consiguió levantar risas, como es de rigor, lo que significa revitalizar la condición bufa de un gruñón empedernido. Decididamente reservona, la soprano sueca Christina Nilsson esperó mucho hasta demostrar que el papel de Eva cuadra con su vocalidad sustanciosa, vibrada, algo contenida melódicamente, aunque expresivamente natural. Su padre Veit Pogner fue cantado por el bajo Jongmin Park, siempre voluminoso y siempre marmóreo. Y su cuidadora Magdalena estuvo en manos de la mezzo wagneriana Christa Mayer, solvente y suficiente.’Los maestros’ es una ópera extenuante para los intérpretes debido a sus demandas técnicas y un alegato de humana grandeza para los espectadores: una comedia de caracteres, una mezcla de contrarios en continua recolocación, un caso de convivencia ciudadana con todas aristas que se le quieran poner a la cotidianeidad. Merece la pena seguir recordándolo sin olvidar su trasfondo subversivo que tan genialmente interpretó Barrie Kosky en la última producción presentada en Bayreuth en 2017, rompiendo la tradición de una obra que siempre estuvo en manos de la familia Wagner. Kosky revolvió la conciencia de la obra, de Wagner, de Alemania y de cuantos vieron su trabajo, y supo muy ingeniosamente preservar el tono de comedia. Ahora Matthias Davids hace de esto último su razón de ser. Lo hace con el mismo desparpajo que muestra la foto de Wagner riendo y que se publica en el programa de mano gracias a la inteligencia artifical. Es decir, mintiendo, porque cualquiera sabe que Wagner jamás reía y si lo hizo no pudo ser con esa cara de falso colega. Pero así están las cosas y Davids sin mayores pretensiones que la de amplificar lo banal se queda con lo cómico y vuelve sobre el viejo truco, trillado hasta la extenuación, de la realidad deformada. La caricatura es cansina y confusa en el primer acto donde una escalera empinadísima coloca arriba la iglesia de Santa Catalina, visitada por gente de ahora que convive con los viejos maestros. Cuando se gira y se convierte en anfiteatro, cuesta identificar a cada cuál. La gracia está en el final del acto, cuando iglesia se derrumba para alegría general.En el segundo, la ciudad deconstruida de Nüremberg anticipa un tono de cómic y sirve para una buena ejecución de la pelea vecinal. El tono sentimental del atardecer se apunta en el juego de ventanas iluminadas. Suena escaso. El tercero es otra cosa. El taller circular de Sachs (porque del triángulo se pasa al cuadrado y luego al círculo, dice el director), convertido por momentos en carpintero, tiene poco recorrido. Matthias Davids prepara la traca final que es el torneo de cantores. Aquí se apoya en lo sincrético para que todo valga, se mezcle y acabe confundiendo. Como la foto de Wagner. La explosión final y grandiosa de un escenario que es mezcla de viejo festival eurovisivo, guiños populares exagerados, tribunal de orden popular y despropósito muy colorista se corona en lo alto con una gigantesca vaca hinchable, a la manera de gran flotador de playa, que sirve para la última gracia de Beckmesser consistente en quitar el aire y arrugar al animal tratando de aguar la fiesta. Menos mal que Sachs rehace la acción, le devuelve oxígeno, antes de que se quede estupefacto al ver que Eva devuelve el nombramiento que Walther ha conseguido como miembro de la congregación de cantores y los dos se marchen abandonando el pueblo. Lo que Davids aporta es muy poco (¿un gesto final de independencia por parte de los jóvenes?) porque se limita a algo accesorio, elemental, sin más interés que el que se deriva del chiste inmediato. Quizá tenga que ser así. Solo había que ver cómo, durante los saludos finales, los espectadores se levantaron poniendo en marcha los móviles para tratar, una vez más, de conservar la icónica escena.Con ‘Los maestros cantores de Núremberg’ como única producción nueva en 2025, el Festival de Bayreuth ha iniciado su temporada. El día antes a la función inaugural se celebró al aire libre el concierto popular dirigido por Pablo Heras-Casado, con músicas diversas y nada wagnerianas la mayoría. El director granadino vuelve a estar al frente de las funciones dedicadas a ‘Parsifal’. A partir de ahora la programación de este año con sucesivas repeticiones de anteriores producciones adquiere un aire de transición a la espera de las nuevas propuestas escénicas y musicales que llegarán en los próximos años. Acomodando, por supuesto y sin duda, la vieja tradición wagneriana a la visión desinhibida y contemporánea que define a la actualidad.

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