La ansiedad no es solo cosa de adultos. Los niños también la sienten, aunque no siempre la expresan de la misma forma. En la infancia, la ansiedad se manifiesta a través del cuerpo, del comportamiento y de frases que, a simple vista, no parecen emocionales. Por eso a veces pasa desapercibida. Un niño con ansiedad , explica la psicóloga Sonia Martinez. fundadora y directora de los Centros Crece Bien, no suele decir «tengo ansiedad», sino «me duele la tripa», «no quiero ir al cole» o «estoy cansado». Son frases que esconden algo más profundo: inseguridad, angustia, miedo …Es importante entender, recalca esta experta, «que la ansiedad en los niños es tan real como en los adultos, pero ellos todavía están aprendiendo a ponerle palabras a lo que sienten. Nuestro trabajo como adultos es aprender a escuchar más allá de lo que dicen».Noticias relacionadas estandar No «Es muy listo, pero no se esfuerza, y eso afecta a su rendimiento escolar» Carlota Fominaya estandar No ‘Summer Slide’: qué es y por qué no afecta a todos los niños por igual Carlota Fominaya¿Los niños pequeños no siempre expresan lo que sienten con palabras claras. ¿De qué forma suelen mostrar su ansiedad y por qué es importante escucharlo y saber traducirlo?Exacto. Los niños, sobre todo los más pequeños, no tienen el vocabulario emocional que tenemos los adultos. Así que su ansiedad suele salir de forma indirecta. Se muestra en forma de dolores físicos sin causa médica clara, dificultad para dormir, irritabilidad, rabietas inesperadas o rechazo constante a ciertas actividades. También se puede ver en cambios de comportamiento: un niño más callado, más pegajoso, más distraído o más inquieto de lo normal.Y aquí es donde entramos nosotros, los adultos, como «traductores emocionales» . Si escuchamos con calma y observamos con atención, podemos descubrir qué hay detrás de esa queja o de ese malestar. No se trata de quitar importancia («no pasa nada»), ni de corregir rápido («venga, que ya estás bien»), sino de acompañar con frases como: «Voy a quedarme contigo un momento para que te sientas más tranquilo». Nuestra presencia y tranquilidad es muchas veces el primer paso para que el niño también se calme.¿Cómo podemos distinguir si un dolor físico (como dolor de estómago o cabeza) tiene una causa emocional?Una de las claves está en el contexto y la repetición. Si el dolor aparece en momentos concretos —como antes de ir al colegio, antes de separarse de sus padres o en situaciones que generan tensión—, y desaparece después de un rato o cuando el niño se relaja, es probable que tenga una raíz emocional. También podemos observar si hay otros síntomas asociados: cambios en el apetito, el sueño, el estado de ánimo o la actitud general. Y, por supuesto, si las pruebas médicas no muestran ninguna causa física, es buena idea mirar hacia lo emocional. La idea no es descartar la molestia, sino reconocerla y darle un sentido: «Tu tripa te duele, y a veces eso pasa cuando estamos nerviosos. Vamos a respirar juntos a ver si te ayuda».¿Y cómo se diferencia del miedo o del estrés puntual? ¿Es, quizás, más constante y duradero en el tiempo?Sí, esa es una gran diferencia. El miedo y el estrés puntuales aparecen en momentos específicos: un examen, una vacuna, una situación nueva. Y normalmente, cuando la situación pasa, también desaparece el malestar. La ansiedad, en cambio, es más persistente. El niño vive en un estado de «alarma constante», anticipando que algo malo puede pasar, incluso cuando no hay una amenaza clara. Esa sensación puede acompañarlo todos los días, afectando su descanso, su forma de relacionarse o incluso su rendimiento escolar. Por eso es importante no normalizar frases como «es que siempre le duele algo» o «es muy nervioso», porque pueden estar tapando una ansiedad que necesita ser atendida.¿Qué puede pasar si tienen ansiedad constante, en el tiempo ?Cuando la ansiedad no se detecta ni se trabaja, puede afectar muchas áreas de la vida del niño. A nivel emocional, puede reducir su autoestima , su capacidad de confiar en los demás o en sí mismo. A nivel físico, puede causar problemas de sueño, alimentación o dolores recurrentes. Y a nivel escolar y social, puede llevarle a evitar actividades, a retraerse, a tener dificultades para aprender o a relacionarse con sus compañeros. Además, si no se interviene, esa ansiedad puede mantenerse o agravarse con el tiempo, haciendo que el niño crezca con una sensación continua de inseguridad. Por eso siempre decimos que detectar y acompañar a tiempo es clave.¿Cuáles suelen ser los motivos detrás de la ansiedad infantil?Hay muchas posibles causas, y cada niño es un mundo. Algunos factores comunes que vemos en consulta son: cambios en su entorno (como mudanzas, separaciones o la llegada de un nuevo hermano), miedos sociales (como no sentirse aceptado o ser rechazado), exigencia académica o presión por «hacerlo todo bien», exceso de actividades o falta de descanso, o una alta sensibilidad emocional que les hace vivir todo con mucha intensidad. También influye mucho cómo se gestionan las emociones en casa. Si no hay espacio para hablar de lo que sienten o si todo se resuelve con rapidez o minimizando, los niños aprenden a callar… pero el cuerpo sigue hablando .¿Qué deben observar madres, padres o docentes para identificar si hay un patrón ansioso en la conducta del niño?Hay señales claras que pueden ayudar. Por ejemplo: que el menor evita ciertas actividades con insistencia (ir al cole, separarse de sus padres, hablar en público…). También se queja de dolores físicos con frecuencia, sin una causa médica, tiene cambios bruscos de humor o está más irritable de lo habitual, tiene dificultades para dormir o para concentrarse, se muestra muy inseguro, necesita constante aprobación, o dice frases como «no puedo» o «me da miedo» de forma repetida. Si vemos varios de estos signos mantenidos en el tiempo, es importante prestar atención. No significa que sea algo grave, pero sí que el niño necesita ayuda para entender y manejar lo que le está pasando.¿Cómo se puede conversar con un niño o niña que evita el colegio o ciertas actividades sin forzar ni minimizar lo que siente?Con calma, empatía y sin prisas. Lo primero es evitar frases como «tienes que ir porque sí» o «no seas exagerado». En su lugar, podemos decir: «Entiendo que algo del cole te está haciendo sentir mal. ¿Qué es lo que más te cuesta?» o «Vamos a ver juntos cómo podemos hacer que te sientas más tranquilo». El objetivo no es convencerlo a la fuerza, sino ayudarle a comprender su emoción y a encontrar estrategias que le permitan afrontarla poco a poco. Y eso empieza por escucharle de verdad, sin corregir ni quitarle valor a lo que siente.¿ Qué estrategias recomiendan para calmar la ansiedad en el momento (por ejemplo, antes de ir al cole)?Una de nuestras favoritas es la respiración del globo: le decimos al niño que coja aire como si inflara un globo gigante… y que lo suelte despacito. Repetirlo tres veces ayuda a calmar el cuerpo. También funciona muy bien preparar una rutina suave por las mañanas: dejar mochila y ropa lista la noche anterior, evitar prisas y gritos, poner música tranquila al despertar… Todo eso reduce los picos de ansiedad matinal . Y no subestimemos el poder de una frase como: «Estoy contigo. Vamos a hacerlo juntos». El simple hecho de saber que no están solos ya les da una fuerza enorme.¿Qué tipo de terapia o intervención suele ser más efectiva para ayudar a un niño ansioso? Seguramente es un niño que también duerme mal…Sí, el sueño suele verse afectado, porque un niño con ansiedad no logra desconectar del todo. Por eso, la intervención debe ser global. Se debe con un enfoque práctico y emocional. No se trata solo de hablar, sino de aprender a identificar las emociones, ponerles nombre, comprender qué las provoca y qué podemos hacer cuando aparecen. Usamos técnicas de relajación, juego terapéutico, dinámicas de autoestima y estrategias personalizadas que enseñamos también a las familias. Lo importante es que el niño no solo se sienta mejor, sino que se lleve herramientas para toda la vida .¿Qué rol tiene la familia en el proceso de mejora emocional del niño? Entiendo que es fundamental, porque es la que está 24/7 con el menor.Es absolutamente clave. La familia es el lugar donde el niño se siente más seguro… y por eso también es donde más expresa lo que le pasa. Cuando una madre o un padre empieza a hablar de emociones en casa, a validar lo que su hijo siente sin juzgar, a poner límites con cariño y a mostrar cómo se calman ellos mismos, está enseñando muchísimo, sin necesidad de hacer una «lección». Por ejemplo, mientras vamos en coche o merendamos juntos, podemos decir: «Hoy he tenido un día complicado, me he sentido frustrada». Con eso, estás abriendo la puerta para que tu hijo también se atreva a compartir lo que siente.MÁS INFORMACIÓN noticia No Miguel, empleado de Repsol: «Nadie me echa en cara que vaya a por mis hijos porque hay una cultura en la empresa establecida» noticia No Una experta financiera: «Nunca pago a mis hijos por hacer los deberes ni por las tareas domésticas que tienen asignadas noticia No Los hijos ‘invisibles’: El impacto de crecer con hermanos con trastornos noticia No Un psicólogo, muy claro con los padres que castigan a sus hijos: «Tendrás un problema cuando sea mayor» noticia No El 80% de los sanitarios detecta enfermedades en los niños por un excesivo uso de pantallas noticia Si Por qué aprender música estimula todo el potencial intelectual de tu hijoLa familia no tiene que ser perfecta , solo estar disponible y presente. En nuestro caso, de hecho, cuando trabajamos con un niño, siempre trabajamos también con su entorno. Porque cuando el hogar acompaña, todo mejora mucho más rápido .

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