Una revolución entre viñas: la superuva madrileña que combate las plagas

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Una revolución entre viñas: la superuva madrileña que combate las plagas

Si camináramos entre las viñas de Madrid, encontraríamos más que uvas: veríamos cicatrices. Las lluvias de los últimos meses han sido el caldo de cultivo perfecto para los hongos el mildiu y el oídio. No es un problema nuevo, pero sí cada vez más agresivo, agravado por los efectos del cambio climático. Pero, en plena crisis, la ciencia madrileña ha plantado cara al problema. En una finca de Alcalá de Henares , el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) ha iniciado una carrera contra el reloj para crear una variedad de uva capaces de resistir a estos hongos sin perder su alma vinícola. Este verano se han obtenido los primeros ejemplares del proyecto. Pero detrás de estos avances visibles, hay un gran trabajo detrás. En la Finca El Encín, en Alcalá, se dan los primeros pasos de este cambio. Allí trabaja Alba María Vargas Osorio, especialista en genética en el Laboratorio Genotipado de Vid del Área de Investigación Agroalimentaria del IMIDRA. Desde 2024, participa en el proyecto financiado por la Comunidad de Madrid con un objetivo claro: crear nuevas variedades de uva tolerantes a los hongos, sin renunciar a las características únicas del vino madrileño. «El mildiu y el oídio son nuestras principales preocupaciones. Pero queremos una solución que no sacrifique la esencia del vino que conocemos», explicó Alba María a ABC. Noticia Relacionada reportaje No Mariquitas y avispas parásitas: la fórmula de Madrid para luchar contra las plagas Ricard López Las ‘especies beneficiosas’ actúan en parques y zonas verdes contra la invasión de insectos dañinos, que este año se han retrasado por las reiteradas lluvias registradas en invierno y primaveraAdemás, se busca reducir esas pérdidas y aminorar los costes que se van generando durante el proceso de producción. De este modo, las nuevas variedades estarán preparadas para resistir estos agentes sin necesidad de recurrir a tantos tratamientos químicos, lo que además permitirá mejorar la calidad del cultivo.Para lograr una uva que se defienda sola frente a los hogos hay que preguntar a la genética. El equipo del IMIDRA trabaja mediante «cruzamientos manuales dirigidos», en los que se seleccionan variedades tradicionales de vid como Tempranillo, Mazuela, Airén o Moscatel de grano menudo, y se hibridan con una uva conocida por su resistencia: Regent. Esta aporta la fortaleza; el resto de variedades, la personalidad enológica. El proceso no es sencillo: se trata de eliminar de forma manual los órganos masculinos de la flor madre, aplicar el polen de Regent con un pincel, proteger los racimos con un papel transpirable, y esperar a que las uvas den semillas. A partir de ahí, se germinan, se plantan y comienza el análisis genético. De esta forma, esta secuencia se puede alargar durante varios años para lograr una vid más resistente. Una de las expertas de Imidra actúa en una de las viñas ABCCada cruzamiento —o generación —es sometido a un análisis genético detallado, en el que se estudian específicamente los genes de resistencia transmitidos por la variedad Regent. De entre todas las plantas resultantes, solo se seleccionan aquellas que logran una combinación óptima entre fortaleza frente a los hongos y calidad vinícola. Este proceso se conoce como introgresión de genes, y puede extenderse hasta ocho generaciones, con el fin de que la nueva vid conserve el mayor parecido posible con la variedad original, pero incorporando la ventaja adicional de la resistencia. El principal desafío de este método es precisamente conservar las características enológicas propias de las variedades tradicionales utilizadas, como Tempranillo, Mazuela, Airén o Moscatel de grano menudo. Por ello, los cruces futuros se seguirán haciendo con estas variedades seleccionadas, que ya presentan cierto nivel de resistencia, para reforzar aún más su tolerancia sin perder la identidad del vino. Este enfoque permite avanzar hacia una viticultura más sostenible, sin renunciar al perfil sensorial que define cada uva.Vino con sabor a MadridEl proyecto está diseñado para durar varios años, pero sus resultados podrían transformar el futuro de la viticultura madrileña. En un contexto donde el cambio climático traerá más lluvias extremas y por tanto, más ataques fúngicos, contar con vides naturalmente tolerantes puede suponer una diferencia vital. « Menos tratamientos químicos implica menos costes, menos residuos en el medioambiente, y una viticultura más sostenible y respetuosa», comenta a este periódico la experta. Además, se protege el patrimonio enológico de la región, al mantener el carácter de variedades tan nuestras como el tempranillo o el airén. «La idea no es solo hacer frente a las enfermedades. Es que el vino siga sabiendo a Madrid», afirma Alba María Vargas Osorio.Mientras los ataques de mildiu y oídio amenazan las viñas en toda Europa, Madrid responde con investigación. En los laboratorios del IMIDRA, en los campos de El Encín, se trabaja con la mirada puesta en las próximas décadas. La uva del futuro ya se está cultivando, y lo hace con el legado de siglos de tradición y con la precisión del ADN.

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