Jumilla como lección y paradoja

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Jumilla como lección y paradoja

La propuesta en Jumilla de una moción sobre «la defensa de los usos y costumbres del pueblo español frente a las prácticas culturales foráneas como la Fiesta del Cordero» y «la modificación del Reglamento de uso y funcionamiento de instalaciones deportivas municipales» ha dado pie a un torrente de reacciones. La Conferencia Episcopal (CEE) se ha unido a la postura de la Comisión islámica española que critica la moción aprobada en Jumilla fundando su rechazo en la Constitución española y la Declaración Universal de los Derechos Humanos que reconocen la libertad religiosa y de culto, tanto en público como en privado.Este acuerdo en textos básicos para nuestra convivencia quiere expresar además una convicción más profunda, aunque suena a políticamente incorrecta, en los «derechos de Dios», también confesados en la plaza pública. Para la pretensión cristiana, los derechos de Dios que encarnó en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, son inseparables, de ahí la radical afirmación de la sagrada dignidad humana, no por concesión de los estados o las leyes, sino como dato previo y pre-político. La comunidad política y sus leyes reconocen esa dignidad y sus expresiones en la libertad de conciencia, de pensamiento, de asociación y de culto, además de otros aspectos para asegurar una convivencia guiada por el principio del bien común. Desde estos dos puntos de referencia, dignidad de la persona y bien común, quiero ensanchar la mirada sobre lo que acontece estos días para aproximarme así a una perspectiva católica, es decir universal e integradora, de las diversas dimensiones y grupos sociales en juego.En el actual contexto polarizado y polarizador, desde que los sentimientos han sido elevados a categoría jurídica, utilizar el odio como argumento de ida y vuelta que ahonda las trincheras es habitual, pero asimétrico. Depende del lado de la línea, unas expresiones son de odio, religioso, racial, sexual, etc. o son legítimas expresiones de la libertad. Se puede jugar o burlar con imágenes o símbolos de un grupo por libertad artística o de expresión y si alguien se queja, «tiene la piel muy fina» o es «intolerante».La defensa de nuestras «tradiciones», «valores cristianos», «usos y costumbres del pueblo español» ¿qué significan hoy? La fe es Palabra acogida y Tradición abrazada y transmitida por el Pueblo de Dios. Del Evangelio surgen valores, usos y costumbres que encarnan una propuesta moral y una ética de la vida buena. Pero cuando la fe no se cultiva y solo se hacen lecturas ideológicas de los valores, la defensa de usos y tradiciones puede quedar reducida a mero folclore o a instrumento inadecuado de la legítima lucha por el poder. Por eso es decisivo que los defensores de valores y tradiciones vuelvan a las fuentes y miren al que en la Cruz dio la vida por todos, oren al Creador y Padre que ensancha permanentemente el «nosotros» de nuestra existencia en un «ordo amoris» en el que la propia sangre, la propia nación y la familia humana conviven sin anularse ni fusionarse.Los defensores a ultranza del relativismo moral, como caldo de cultivo indispensable para la democracia, se encuentran hoy con la necesaria búsqueda de «regeneración» de la democracia. El rechazo de las tradiciones religiosas o su intento de reducción a las sacristías –qué paradoja que en esto el progresismo cultural y la moción de Jumilla coinciden– supone renunciar a fuentes que generan «pueblo», «demos», sin el cual las democracias del elogio del individuo autónomo y desvinculado se encuentran cada vez más en el callejón sin otra salida que la manipulación de conciencia o el «panem et circenses». También es necesario descubrir la auctoritas que evite que la legítima potestas democrática no se reduzca a un poder que se legitima a sí mismo en el positivismo jurídico.El bien común en el mundo global pide exigir reciprocidad a los Estados de confesión islámica que persiguen o ponen trabas a los cristianos. Hoy los cristianos de las diversas Iglesias son los creyentes más perseguidos del mundo. Qué bueno sería que nuestros amigos musulmanes españoles o que viven entre nosotros reivindiquen la libertad allí que para ellos defendemos aquí.

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