El verano ya no es lo que era (y sus cuadernos tampoco)

Home People El verano ya no es lo que era (y sus cuadernos tampoco)
El verano ya no es lo que era (y sus cuadernos tampoco)

Había cosas que odiábamos de pequeños. Muchas de ellas no nos siguen gustando a día de hoy. Por ejemplo, que nos digan que «no», que nos regañen, que nos obliguen a hacer cosas, y que nos recuerden que hay alguien que es más listo que nosotros. Hay algo que materializa todo eso y es la peor pesadilla de los niños en estos meses: los cuadernos de verano. Estos se inventaron en los años 90 como una ayuda para los alumnos que habían suspendido alguna asignatura y se tenían que examinar en septiembre, y con el tiempo, pasó a ser una actividad para toda la clase. Irónicamente, los adultos buscan volver a los tiempos traumáticos de llorar frente a una hoja de papel porque no salían los ejercicios de matemáticas, pero con un ‘upgrade’ de vida adulta: ahora se puede elegir.Diferentes editoriales españolas han sacado su versión de cuadernos de actividades ‘adults only’, cuya popularidad va ascendiendo a medida que pasan los veranos. La lista de títulos lo confirma: ‘Cuaderno de actividades para adultos’ (Blackie Books); ‘Cuaderno de actividades para mentes viajeras’ (Lonely Planet); ‘El Verano Today: Cuaderno de actividades de El Mundo Today’ (Debate)… lo que parecía una ironía nostálgica se ha consolidado como un gesto recurrente: hacer deberes, pero por voluntad propia.Retomar lo que hacíamosDaniel López lleva ya catorce veranos realizando el ‘Cuaderno de actividades para adultos’ de Blackie Books: «La idea surgió cuando Jean Martí (jefe de la editorial) y yo quedamos para tomar algo y hablamos de que estaría bien hacer algo en lo que pudieses meter la cabeza y no sacarla ». Al principio pensaron en hacer una enciclopedia de curiosidades. Pero cuando vieron que el objeto en cuestión iba a salir en verano, decidieron recuperar el formato más temido de la infancia: el cuaderno de vacaciones. «Pero dándole la vuelta», aclara. «Esos cuadernos los hacíamos por obligación. A mí me caían encima como si fuesen una maldición bíblica. Y siempre pensabas: ‘Bueno, ya se ocupará de esto mi yo del futuro’. Y cuando llegaba finales de agosto te dabas cuenta de que tu yo del futuro eras tú». El giro era esencial: lo que antes era un castigo, ahora se transforma en un espacio de juego, en un pequeño recreo mental al que uno accede por voluntad propia. «Queríamos quitarle la parte traumática y obligatoria. Hacer algo en lo que no hubiese nadie examinándote, ni mirándote por encima del hombro, ni algo en lo que importase que fallases o no».Ilustración de Cristóbal Fortúnez para el Cuaderno de verano de Blackie Books Cristóbal fortúnez«Al principio fue todo bastante ensayo y error», cuenta Cristóbal Fortúnez, el ilustrador de los cuadernos de Blackie Books: «Los dos primeros cuadernos fueron los más difíciles: no teníamos claro el tono, ni el estilo, ni cómo encajar todos los elementos. Íbamos probando muchas cosas, como un cajón de sastre. Y poco a poco, a base de ver qué funcionaba y qué no, fuimos encontrando una fórmula que hoy ya está más asentada». El reto era ilustrar un objeto que apele a la nostalgia sin quedarse anclado en el pasado. «Al principio nos sentíamos más atados a esa idea del cuaderno de vacaciones de cuando éramos pequeños. Hoy nos hemos soltado un poco de eso», cuenta el ilustrador. En cada página, Fortúnez busca que la ilustración no eclipse el ejercicio, sino que lo acompañe, lo suavice o lo potencie. Hay ejercicios donde el dibujo es parte del juego, y otros donde funciona como «pista de aterrizaje», en palabras del propio ilustrador. «Intentamos que el lector se quede en la página. Que sienta curiosidad. Que quiera quedarse un rato más».Ese trabajo de hacer accesible lo complejo se nota también en las referencias culturales que nutren el contenido. Aunque el equipo intenta incluir guiños actuales, la velocidad de la cultura digital lo pone cada vez más difícil. «Antes podíamos meter un meme o una referencia pop reciente y sabíamos que seguiría viva cuando saliera el cuaderno. Ahora todo caduca en semanas. La cultura está fragmentada y compartimentada, y cuesta encontrar elementos comunes que todo el mundo entienda», dice Cristóbal.Hace falta sátiraNo es solo un gesto simbólico. Hay algo sensorial en recuperar estos cuadernos: hacer garabatos, tachar, resolver un acertijo, llenar un crucigrama. «Te conecta con una parte de ti mucho más juguetona», dice Daniel. Una parte que existía en un tiempo en el que los veranos duraban eternidades, el aburrimiento era un derecho y no una amenaza, y todo estaba claro. «Yo me iba a Santa Pola y tenía veranos mesopotámicos. Duraban cuatro meses. Ahora es agosto y aquí estoy, currando».Quizá por eso, quienes compran el cuaderno lo hacen no solo para entretenerse, sino para recuperar un ritmo más lento. Un ritmo analógico. «Hay gente que nos dice que el cuaderno les permite dejar el móvil durante un rato. Igual veinte minutos, media hora. Pero en ese rato no están haciendo scroll, ni pensando en dietas, ni mirando pantallas». Con esto, Xavi Puig, cofundador del diario satírico ‘El Mundo Today’, y también cocreador del cuaderno de verano de este, coincide completamente: «Creo que tiene que ver con una mezcla de nostalgia y de hartazgo digital. Cada vez cuesta más soltar el móvil, y de repente te ves con un cuaderno de papel delante y piensas: ‘Esto igual me ayuda a desengancharme del Wordle’», dice entre risas.Portada de ‘El Verano Today’, el cuaderno de verano de ‘El Mundo Today’ debateEn el caso de ‘El Mundo Today’, la idea no nació en su redacción, sino a raíz de una propuesta editorial. Pero, como siempre, lo han hecho a su manera: con sátira, ironía y una portada que muestra una bomba atómica a punto de estallar. «Es una forma de representar ese apocalipsis suave en el que llevamos instalados ya unos años», explica Xavi Puig, uno de los tres integrantes del equipo que firma el cuaderno. «Queríamos hacer balance del curso… pero no del académico, sino del político».La responsabilidad creativa cayó sobre Xavi Ramos, otro de los tres miembros del equipo junto a Puig y Kike García. Aunque trabajaron como siempre, fue Ramos quien se remangó para dar forma al producto final. «Teníamos dudas al principio», admite Puig. «¿Qué tipo de ejercicios hacemos? ¿Pasatiempos que se puedan resolver de verdad? ¿Chistes disfrazados de ejercicios? ¿Ambos? Pero en cuanto empezamos a lanzar ideas, vimos que había cosas buenísimas y nos animamos».El cuaderno está pensado para reírse , pero también, como todo lo que hacen, para hacer pensar. «No queríamos ofrecer solo entretenimiento. Nuestro objetivo era hacer sátira. Hacer lo que la gente espera de El Mundo Today», cuenta Puig. «Hay pasatiempos, claro. Pero también hay crítica política, social, cultural. Es nuestra manera de hacer balance del año». No hay deberes, pero sí una invitación a mirar con otros ojos lo que nos rodea.Inevitable volver atrásSin embargo, existe una lectura más inquietante del fenómeno: la adicción a la recompensa y la imposibilidad de dejar de hacer cosas, incluso en vacaciones, se entrelazan con una búsqueda constante que proyectamos sobre todo lo que consumimos: la nostalgia. La psicóloga Isabel Pascual lo tiene claro: «Volver a la infancia es volver a un lugar de abundancia. Allí donde, idealmente, todo estaba bien». Aunque no todas las memorias infantiles sean felices, en el imaginario colectivo (y en el mercado) se impone una idea de paraíso perdido. Por eso tantos adultos recuperan, en sus ratos libres, rutinas que recuerdan a sus veranos escolares: leer por placer, jugar, pintar o rellenar ejercicios autoimpuestos. «La nostalgia busca satisfacción y plenitud. En la adultez, todo tiene aristas. Por eso volvemos a ese lugar donde, al menos en la memoria, todo era perfecto«, explica Pascual.Tampoco es casual que el formato del cuaderno de verano (ejercicio, solución, página completada) resulte especialmente reconfortante. Para Pascual, hay un componente de estructura que nos resulta familiar desde la infancia. «Nuestra mente está entrenada para responder a este tipo de dinámicas. Aunque parezca ocio, sigue siendo productivo. Y eso nos calma». La contradicción está servida: se supone que en verano deberíamos descansar, pero en lugar de parar, seguimos llenando casillas, tachando logros, avanzando en páginas. «Hoy en día nos cuesta muchísimo no producir. Aunque estemos en vacaciones, seguimos haciendo. Lo disfrazamos de ocio, pero seguimos ocupando el tiempo», dice Pascual.Este tipo de ocio estructurado, en el fondo, es una forma de regular la ansiedad. Y no es que esté mal (explica la psicóloga), pero sí puede volverse un espejismo: «Nos decimos: ‘No estoy haciendo nada’, pero estamos rellenando un cuaderno. No hay un descanso real». Para muchas personas, sobre todo aquellas con rasgos obsesivos, perfeccionistas o con una fuerte necesidad de control, la idea de parar es directamente incómoda. «El cuerpo necesita descansar, como un coche necesita echar gasolina. Pero nos cuesta muchísimo permitirnos no hacer nada». Pascual ve a diario en consulta este patrón de autoexigencia.  La epidemia de no saber parar. El miedo a parar. Incluso la culpa por descansar. «Antes la gente paseaba, se sentaba a mirar. Ahora parece que necesitamos un curso para aprender a no hacer nada«. En ese contexto, el cuaderno de verano aparece como una solución de compromiso: algo lúdico pero estructurado, aparentemente inocente pero en el fondo productivo.¿Y no tiene ningún valor terapéutico? Sí, responde Pascual, siempre que se use con consciencia y no como una trampa. El juego, dice, tiene un papel central en terapia , incluso con adultos. Nos conecta con el presente, con el placer puro, pero cuando el juego se convierte en una forma de seguir rindiendo bajo otra apariencia, el descanso se queda a medio camino. Ese equilibrio entre disfrute y necesidad es lo que hace que los cuadernos de verano funcionen como pequeños refugios para muchos.Cuando nos permitimos jugar sin presión, sin un objetivo productivo detrás, abrimos la puerta a una experiencia que puede ser tanto relajante como liberadora, una pausa consciente que ayuda a recargar energías y a mirar la vida con un poco más de ligereza. Quizá ahí resida su verdadero atractivo: en ofrecer una vía para reconciliarnos con lo que odiábamos, y en recordarnos que no todo lo que parece inútil lo es. Tal vez no se trate tanto de llenar casillas, sino de darse permiso para jugar sin culpa. Y, con suerte, recordar que el verano no necesita ser útil para tener sentido.

Leave a Reply

Your email address will not be published.