Los toros del chacolí y las espadas tambalean la tarde

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Los toros del chacolí y las espadas tambalean la tarde

¿Y el Vellosino ‘pa’ cuándo? ¿Y el Vellosino ‘pa’ cuándo? La afición, siempre ingeniosa, no tardó en tararear aquella letra inspirada en el mítico ‘anillo’ de Jennifer Lopez, aunque si hay ahora un pedrusco famoso ese es el de Georgina. De los que pesan y valen. Y pesadora venía la corrida salmantina, bien comida, musculada y con más volumen que cara, con animales que superaban los seiscientos kilos. La intención de los vellosinos era humillar y meter la testa con su fondo de nobleza, pero andaban tan mermados de poder, de vida en definitiva, que aquello apenas transmitía. Y eso que delante había dos toreros de los catalogados de arte, con detalles maravillosos, pinturas al ralentí para gozar, pero por h o por b, por los toros o por las espadas, ningún pasaje se redondeó. Cuando algo parecía disparar, los toros se tambaleaban como si hubiesen estado por la Bella Easo regando el pienso del mediodía con chacolí (txakoli). Y miren que la intención de los astados era buena: de tener más pujanza, hubiese sido una corrida con bastante tela que cortar. Pero se puso cuesta abajo y acabó siendo una cruz –como la que luce su hierro– en el estreno de la Semana Grande de San Sebastián, que taurinamente se reduce a tres días y que se ha quedado sin su piedra angular: Morante. Había elegido el de La Puebla Illumbe para el día más taurino del calendario, el 15 de agosto, festividad de la Virgen. La cornada de Pontevedra impedirá ver hoy al maestro cigarrero y Marco Pérez lidiará los cuatro toros de la mixta. Sonaba en las quinielas el nombre de Pablo Aguado, ganador de la Concha de Oro en la última edición. Saboreaba el aficionado un nuevo triunfo, pero tuvo que conformarse con esas gotas de torería, con esa armónica manera de recitar los muletazos. Despacito, con naturalidad, disfrutando por momentos con su lote. En el patio de su casa parecía andar el sevillano, que engarzó perlas preciosas, con un sitio en el que demuestra que cada día es mejor torero. El acero volvió a ser su cruz. Noticia Relacionada El Puerto estandar Si Ortega y Aguado, contra la tiranía del tiempo bajo los ecos de la cornada a Morante Rosario Pérez Cortan una oreja cada uno en su mano a mano, en el que el trianero se llevó el toro de más excelente ritmo, el toro de la corrida del Puerto. Cigarro se llamabaAl ralentí y toreramente anduvo Juan Ortega con un primero con posibilidades, en el que dibujó un saludo por fantasías a la verónica. Pocos se enteraron de esa bienvenida a Nochetriste y la faena se vivió sin alegrías en el tendido. Hasta un susto se llevó el trianero, pues el vellosino se quedaba y le pegó un arreón. Siguió Ortega en la cara, con un hermoso broche. ¿Por qué apenas decía nada? Era el primer capítulo, los toros no animaban… Y eso que hubo uno que se llamaba Divertido II, al que Borja Jiménez recibió con una larga cambiada de rodillas. Fue una labor de dispuesta actitud, en la que concedió distancias y tiempos a este número 24, buscando con listeza las teclas, desafinadas en la hora final. Mucho tuvo que oxigenar al segundo –hubo más paseos que en la ruta del colesterol–, un animal que era candidato al pañuelo verde.San Sebastián Plaza de toros de Illumbe. Jueves, 14 de agosto de 2025. Primera corrida. Alrededor de 5.000 espectadores. Toros de Vellosino, bien comidos, con volumen, sin exageraciones en la cara; faltos de poder y vida dentro de un noblón conjunto con intención de humillar, pero que resultó soso y no emocionó. Juan Ortega, de caldero y oro: estocada desprendida y descabello (saludos); pinchazo, media delantera y cuatro descabellos (silencio tras aviso). Borja Jiménez, de crema y oro con ribetes negros: estocada desprendida (saludos); pinchazo, media defectuosa y descabello (saludos tras aviso). Pablo Aguado, de espuma de mar y oro: pinchazo y estocada caída (aplausos); cuatro pinchazos (silencio).Llamó la atención esa forma de abrir la boca del cuarto, tanto que parecía que esperaba la revisión del dentista mientras arrastraba sus patas como esas gentes que llevan cosido el lunes a su frente. Renqueantes tras el fin de semana. Lástima esa falta de poder, que en definitiva era de casta. Ausente andaba esa chispa divina que enciende las corridas, como si estuviese de veraneo. Y más en un jueves de tremendo bochornazo, con las camisas del tendido empapadas como ropa sin centrifugar. El programa de mano sirvió de abanico, pues poco trabajo tuvo para pedir orejas. Y eso que los toreros trataron de poner poesía a los toros del chacolí, de baja graduación en bravura.

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