Memoria que arde

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Memoria que arde

Me piden que escriba un texto literario sobre los incendios . No me sale. Me sale un texto sobre la realidad, me sale un texto sobre 40.000 hectáreas quemadas en el suroeste de León, 34 pueblos desalojados, 8.000 personas evacuadas. Cifras, no poesía. Cifras que hablan del mayor incendio en la historia de España.De las cifras a la realidad hay negrura. Vidas truncadas, bosques arrasados, animales muertos. ¿Qué sucede cuando te quedas sin los paisajes de tu infancia? Que se abre un agujero dentro de ti. ¿Es eso literario?De mis novelas dicen, el paisaje es un personaje más. Las viñas, los ríos, los bosques. Ahora parte de ese paisaje existe solo en mis libros. Eso podría ser literario, ¿cierto?Pero ¿cómo hemos llegado a esto? El incendio que prendió en Molezuelas de la Carballeda en Zamora el lunes 11 fue saltando de pueblo en pueblo, de encinar en encinar, transportado por los caprichos del viento hasta el suroeste de León. El martes en La Bañeza se hizo de noche a las siete de la tarde, una nube negra y roja de humo y cenizas cubrió el sol. El polideportivo y las escuelas se llenaron de evacuados de nuestras comarcas. Se habló de desalojarnos, ¡a diez mil personas! Nadie durmió esa noche. Cuando nos levantamos la Valduerna estaba ardiendo. La Valdería estaba ardiendo.La Valduerna no es reserva de la biosfera, no es parque natural. Pero sí, ZEPA de aves. Pero sí, un paisaje suave de ríos y riachuelos, con bosques y sotos poblados por corzos, jabalíes, tejones, milanos, lobos. Era ese paisaje.La Valdería, ya entrando en la Cabrera, es más agreste, al fondo el monte Teleno, sagrado para los astures; y siempre un río Eria cristalino, donde saltan las truchas. Era ese paisaje.Los paisajes de mi infancia, el pueblo de mis bisabuelos, Castrocalbón, donde los corzos llegan hasta la puerta de casa. Jiménez de Jamuz, con las bodegas centenarias, los bueyes del restaurante El Capricho pastando en los praus. Las viñas de ochenta años de Herreros de Jamúz. Los campos de trigo y cebada. Las majadas. Los encinares. Las choperas.   Eran ese paisaje.Las Médulas en el Bierzo, al otro lado de la Cabrera, patrimonio de la humanidad, los canales romanos salpicados de castaños centenarios. Eran ese paisaje.Peñalba de Santiago, un valle mágico donde San Genadio, el santo eremita, le pidió a Dios que escondiera el río bajo tierra para que hubiera silencio. Era ese paisaje.Y suma y sigue.Esta semana se han quemado los paisajes de mi infancia, los montes que más quería, donde iba a caminar, a apañar setas, a bañarme al río, donde mi padre me enseñó la diferencia entre una trucha y una tenca; un pino silvestre y uno resinero. Esta semana se han quemado los paisajes de muchas infancias. Porque el fuego también prendió en Orense y prendió en la montaña palentina, santuario de osos, y en Salamanca y en Cáceres y en Cádiz y avanza en Asturias…Desidia y abandonoTrabajo con palabras, pienso las primeras que me vienen a la cabeza: desidia y abandono. ¿Son literarias? Nos sentimos abandonados por las administraciones. Hace tres años se quemó la zamorana sierra de la Culebra, no lejos de La Bañeza: 30.000 hectáreas. La gente lloraba pidiendo ayuda, pidiendo al ejército. Un ejército para la paz, un ejército entrenado que podría ponerse a cavar zanjas, cortafuegos. La Junta de Castilla y León se negó a declarar el nivel 3 de emergencia para que se movilizara el ejército, que se apañaran como pudieran con las brigadas de las BRIF, que ya estaban exhaustas. Un desastre medioambiental de una desolación que se te agarraba al alma. Un desastre que ha vuelto a suceder, aún a mayor escala. No hemos aprendido nada. El mundo rural no le interesa a nadie. Ni a la gente de las ciudades ni a los políticos. La otra palabra es impotencia. Así que aquí nos hemos rebelado, hemos luchado contra la impotencia. El lunes fatídico se abrió un chat donde en media hora éramos mil personas. La gente se organizó. Se pidieron tractores, palas, mangueras. Se pidió comida para los animales. Se pidieron sanitarios. Los agricultores se negaron a abandonar sus casas y excavaron zanjas con los tractores. Muchos pueblos se salvaron gracias a eso. Dos jóvenes murieron, y uno muy grave en el hospital. El joven, mi vecino Abel Ramos, un muchacho con iniciativa, vicepresidentes del Motoclub bañezano. Un héroe, es así. Si mueres defendiendo una causa justa eres un héroe, ¿no? El jueves en el funeral no cabía nadie más ni en la iglesia ni en la plaza. No vino una sola autoridad a rendir homenaje, ni Diputación, ni Junta, ni subdelegación del Gobierno. Nadie, solo el alcalde. ¿Qué vale la vida de un joven de 35 años de pueblo?¿Qué son 40.000 hectáreas de una zona no productiva desde el punto de vista industrial y donde apenas hay votantes?Riqueza antropológica¿Qué importan los bosques y la riqueza antropológica e histórica? Ponemos un macroparque eólico o uno de placas solares y así se aprovecha el suelo quemado. Se saca algo de rendimiento. ¿No?Esta no es una columna literaria porque no puedo hacer literatura de algo que me duele en el alma, de mi dolor y del de muchos otros. Solo puedo pensar que quizá estas palabras lleguen a alguien. Que quizá los que estéis en las ciudades nos entendáis un poco más. Que quizá muchos otros que habéis sufrido en el mundo rural os sintáis identificados. Que quizá pensemos que podemos unirnos y hacer algo juntos, pedir más medios, pedir una política efectiva contra los incendios, que con el cambio climático y la despoblación van a ir a más y más. Porque si se muere el campo y se mueren nuestros bosques, se muere el latido y la memoria de nuestro país. Es así.SOBRE EL AUTOR Marta del riego anta Escritora

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