El fenómeno de las ‘reading parties’: el nuevo pulso de la vida literaria

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El fenómeno de las ‘reading parties’: el nuevo pulso de la vida literaria

Se desea desesperadamente eliminar la idea de que leer es algo solitario, en realidad, porque nunca lo ha sido. En el imaginario colectivo el lector es aquella persona que es capaz de refugiarse en un microcosmos de ficción y así encontrar un cometo que no encuentra en la realidad, pero esa idea es equivocada. El lector no se olvida de dónde tiene los pies (principalmente porque tal nivel de escapismo es imposible de alcanzar) y, más importante, busca a alguien con quien compartir lo que ama. Para pensadores como Hannah Arendt, es un gesto básico, y compartir lo que a uno le gusta forma parte de «estar en el mundo». Las ‘reading parties’ nacieron en Nueva York en 2023 de la mano de cuatro jóvenes (Ben Bradbury, Charlotte Jackson, John Lifrieri y Tom Worcester) con la idea de recuperar el placer de la lectura compartida en un mundo dominado por las pantallas. El concepto es simple: reunir a un grupo de personas en un espacio cuidado, con música suave y sin teléfonos, para leer en silencio durante intervalos de 20 o 30 minutos, haciendo pausas para conversar sobre lo que cada uno está leyendo. A diferencia de los clubes de lectura, aquí no hay un libro común; cada participante trae el suyo y lo comparte si lo desea. Lo que empezó como un rato entre amigos derivó en la creación de Reading Rhythms, una iniciativa que ha convocado a miles de personas en Estados Unidos y que, en apenas un año, se ha expandido a ciudades como Londres, Berlín, Valencia o Madrid, donde se celebra como una experiencia cultural que combina introspección, comunidad y el deseo de remarcar la lectura en un espacio social.Hacer barrio alrededor de la lecturaLa librería Cervantes y Compañía, ubicada en Malasaña, fue una de las pioneras que concedieron un espacio para las ‘reading parties’ en España. Aquí el ruido es bienvenido: las conversaciones se cruzan, el tintinear de una taza de café acompaña las páginas, y el olor a libro nuevo se mezcla con el de los cojines mullidos que Marina Sanmartín, escritora y librera, coloca antes de la celebración. «Si vienes a una de nuestras fiestas de lectura, lo primero que te pedimos es que traigas el libro que estás leyendo en ese momento», dice Marina, que habla con las manos como si estuviera dibujando la librería en el aire. «Ponemos mesitas, cojines, una música suave de jazz y dejamos que la gente lea».Marina y sus tres socios rescataron Cervantes y Compañía en 2018, cuando supieron que la librería —abierta originalmente en 2012 en la calle Manuela Malasaña— estaba a punto de cerrar. «Nos gustaba tanto venir aquí que decidimos quedárnosla, contra el consejo de todo el mundo. Nos decían que no iba a funcionar, pero aquí seguimos, siete años después» . Querían que la librería se convirtiera en una comunidad. Ahora tienen eventos casi tres días a la semana, clubes de lectura, presentaciones con autores y ‘reading parties’, que han sido la última incorporación. «Un bombazo», según cuenta Marina. «Hay gente que cree que esto es sentarse en silencio, pero aquí hacemos dinámicas que invitan a hablar, a compartir. Por ejemplo, tenemos el ‘Habitáculo de los deseos’: cuando llegas, te pedimos que elijas un libro de la librería que te gustaría que te regalaran y lo apuntas en una tarjeta. Si alguien quiere, al final de la noche puede comprarlo y regalarlo de forma anónima». Esa dinámica no es la única: también está el ‘Baúl secreto’, donde cada persona trae un libro envuelto para intercambiarlo. «Lo mejor es cuando se abre el paquete y alguien dice: ‘Este libro lo leí en un momento clave de mi vida’, y quien se lo lleva ya no solo tiene un libro, tiene una historia».En las ‘reading parties’ de Cervantes y Compañía, cualquier género coexiste en armonía, pues ante todo, en esta librería la lectura es celebración. «Hay dos cosas que no soporto: la gente que se cree mejor por leer y el proselitismo lector, eso de decir ‘hay que leer’. No. Hay gente que vive feliz sin abrir un libro, y no pasa nada. Yo quiero que cuando alguien entre aquí no sienta que le miro por encima del hombro por lo que lee o por no haber leído nada».Lo que viene para quedarseLa idea de organizar ‘reading parties’ surgió por la newsletter Cooltural Plans, que Marina y sus socios siguen a diario. Violeta Dávila, directora y «agitadora cultural» de esta, ha podido hacer que las ‘reading parties’ sean una excusa para que las personas se acompañen, y, coincidiendo con Marina, de celebración. Sin embargo, organizar una ‘reading party’ era un experimento: «No sabíamos cómo iba a funcionar en la práctica», admite Violeta. «Queríamos que hubiera un intercambio de libros, pero también de historias. Que la gente pudiera contar por qué ese libro había sido importante para ellos y por qué querían compartirlo». Y se consiguió. Después de charlar, durante media hora los asistentes leyeron el libro que se habían traído para que se abriese un intercambio de libros y conversaciones dirigidas por la librería. La respuesta ante su ‘reading party’ fue abrumadora: hubo más gente interesada de la que podían acoger. Dávila no lo duda: «La literatura une muchísimo». No es algo aislado que opinen Violeta y Marina, este pensamiento ha cruzado el tiempo mediante el pensamiento filosófico: Martha Nussbaum ha defendido en numerosos ensayos que la literatura desarrolla la empatía y nos conecta con otras vidas y realidades, y Paul Ricoeur explica en su teoría narrativa que las historias (literarias o no) son la base de nuestra identidad colectiva.Son el reverso de los clubes de lectura. «Yo soy fan de los clubes, pero generan un compromiso. Aquí, en cambio, vienes con lo que estás leyendo, con lo que te apetece compartir, y eso lo hace más relajado». Además, hay espacio para la creatividad; cada ‘reading party’ puede tener una temática distinta. «Me da la sensación que no es una moda pasajera», afirma Dávila. «Es algo muy natural: combina el ambiente de una fiesta con la posibilidad de conocer gente con la que ya sabes que tienes algo en común». Esto, para los introvertidos o aquellos que no se sienten del todo cómodos en ambientes multitudinarios, es un salvavidas. Además, viene en un momento en el que c ada vez más personas buscan una desintoxicación digital . «Nos ayudan a desconectar y a recuperar la concentración, y nos devuelve algo muy humano: la conversación sobre lo que nos emociona», comenta. Los datos también parecen acompañar esta tendencia. La lectura está creciendo, y eso, para Dávila (y para todos), «es buena señal». Todas las actividades que se hacen rodeando a la lectura rompen el prejuicio de que leer es aburrido o aislante. «Le dan un toque ‘cool’ en el mejor sentido de la palabra. La gente descubre que leer también es una forma de socializar».Las ‘reading parties’ no han hecho más que empezar. Tras el éxito de las primeras ediciones, ya se plantean nuevas citas para el próximo otoño, con la intención de consolidar estos encuentros como una forma diferente de vivir los libros: entre copas, música suave y conversaciones que nacen de una página subrayada. Porque la literatura, cuando se celebra en común tiene algo de rito que nos recuerda que no leemos nunca del todo solos.

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