Ha pasado un año. Y en ese tiempo, no tan discreto, el Museo Reina Sofía ha experimentado cambios más o menos visibles. Por lo pronto, hace un año tomaba posesión como director Manuel Segade, y desde hace tres semanas ocupa ya su despacho Amanda de la Garza, la nueva subdirectora, hace un año, directora del MUAC de México. Un año en el que el ‘Guernica’ invita al selfie, en el que se han convocado nuevos concursos para otros tres puestos de lata dirección en el centro, en el que Eva Lootz se ha habierto hueco en una programación heredada o se ha tropezado con un simposio pro palestino. ¡Un año, tan poco tiempo, da para mucho! Noticias Relacionadas estandar Si ARTE Eva Lootz: «Si existe una nueva materia ha de existir una nueva mente» Javier Díaz-Guardiola estandar Si Borja-Villel le declara la guerra (cultural) al viejo museo enciclopédico y convencional David MoránSobre ello hablamos con sus protagonistas, director y subdirectora; él, bregado ya con la prensa nacional, y ella, que concede la primera entrevista desde su llegada a España a un medio. Él, que lanza sus respuestas como una metralleta. Ella, pausada y risueña en las contestaciones. Aún así, funcionan como una máquina bien engrasada. Viejos conocidos que, cuando nuestro fotógrafo les pide posar, mimetizan hasta sus poses. Se hacen de nuevo las risas. Pero nos ponemos serios. Toca hacer balance. Y mirar la futuro.—Me cuenta un pajarito que son ustedes como el yin y en yang, y, aún así, una pareja bien avenida. ¿Se conocían?—Manuel Segade: Sí. Nos conocemos desde una primera colaboración con el MUAC, cuando yo llego al CA2M y Amanda era todavía curadora en el equipo. La conocí como la persona que coordinaba la exposición de Cabello/Carceller que itinerabamos allí. —Amanda de la Garza: Así es.—M. S.: Me gusta mucho esto, quiero decir, Amanda y yo nos conocemos bien, nos hemos visto en muchos lugares durante mucho tiempo, y nos tenemos mucha confianza, pero no somos amigos. Y como ves, yo, aparte de hablar mucho, tengo un acelere que me es natural, mientras que Amanda tiene una calma chicha fantástica.—Amanda, ¿qué le anima a usted a presentarse a la subdirección, estando como estaba bien posicionada en el más importante de México?—A. G.: Yo en el MUAC estuve doce años, ocho como curadora y cuatro en la dirección. Y para mí era un momento de buscar un nuevo reto en mi carrera. El MUAC es un museo muy relevante en América Latina, así que en México era difícil encontrarlo. Me emocionaba mucho el programa de Manuel, nos conocíamos y me entusiasmaba mucho participar de la renovación del Reina Sofía. —¿Y cómo se trabaja, Manuel, con una subdirectora que no nombra el director, sino que gana un concurso?—M. S.: Creo sinceramente que el sistema de concursos es el lógico para plazas de este tipo. No solo está en los estatutos del museo, sino que en un organismo como este, público y tan grande, de la administración española, es necesario que haya, no digo ya controles, sino una serie de voces diferenciadas. El museo tiene que ser polifónico obligatoriamente. Todos los directores somos personalistas al final, pero hay un patronato por algo, hay unas direcciones específicas en distintas áreas del museo por algo. Y no puedo estar más contento de encontrarme a alguien que ha querido dejar un museo tan importante, su dirección, para venir aquí.—Son un equipo incompleto: acaban de lanzarse las convocatorias a tres direcciones que faltan, con una programación heredada y una subdirectora que lleva dos semanas… ¿Se trabaja a medio gas?—M. S.: Aquí se trabaja siempre a gas completo. Desde el primer día no te queda otra, porque además hay un nivel de exigencia y de exposición muy grande. Y algo interesante que no hemos contado todavía, pero poder convocar estas tres otras plazas ha tenido que ver también con conseguir que el museo pase de estructura pública de grupo 2 a grupo 1. De cara al crecimiento futuro del museo, por fin nos podemos equiparar con otras grandes estructuras del Estado. Si me tengo que poner una medalla del primer año, es esa.Copiar el gesto. Los nuevos responsables del Museo Reina Sofía posan para nuestro fotógrafo. Ambos ríen cuand odescubren que están haciendo las mismas poses: «Para que veas lo compenetrados que estamos» I. Gil—Hágame un balance del mismo. Quizás se le haya hecho como quince…—M. S.: Lo que sí ha sido es un año en el que todavía estamos tratando quince anteriores, si quieres. Efectivamente, he estado más metido en la cocina interior. Hemos estado hablando menos del programa, porque tenemos uno heredado y que además considero de mucha calidad. Pero sí que ha sido un año más pensando en la parte estructural.—¿Puede concretar eso?—M. S.: Con estructural, me refiero a poner orden en temas de personal, temas de estructura organizativa. Este es un museo muy antiguo y muy jerárquico en muchos aspectos, donde se separa mucho toda la parte administrativa de la artística y yo creo que no puede trabajar una mano sin saber lo que hace la otra. En tercer lugar, y esto no se notará realmente hasta 2026, estamos ejerciendo muchísimas transformaciones sobre el orden de los espacios, las circulaciones, este laberinto que es el Museo en un deseo de ‘amabilizarlo’.«A lo peor lo que estamos haciendo es acotar demasiado en el espacio político el tema de la decolonización, cuando en realidad es una cosa tan importante como pensar la posibilidad de convivencia de distintos grupos culturales» Manuel Segade Director del MNCARS Porque vamos a cambiar muchísimas cosas que no son exposición: los lugares intermedios, las piezas públicas, el jardín, los pasillos intermedios. Creo que algo que hemos resaltado en los últimos años todos los jóvenes directores es que ya no entendemos que el contenido de un museo esté basado exclusivamente en las exposiciones o en las actividades, sino que cualquier espacio intermedio tiene que tener un contenido.—¿Ha sido un año más duro o más sencillo de lo esperado?—M. S.: Creo que más sencillo. ¿Y sabes por qué? Porque realmente aquí hay más de 500 personas trabajando que son muy profesionales en lo suyo. Un museo como este podría funcionar solo, sin direcciones. Y tenemos que ser justos: Las herramientas que tiene el Reina Sofía y las garantías que genera no las tiene ningún otro sitio. Yo nunca había estado en un lugar en el que a cualquier persona que levantes el teléfono te lo va a coger.—Sin duda, los dos representan un cambio generacional en dirección y subdirección. ¿Cómo lo vamos a notar nosotros, espectadores?—A. G.: Yo creo que tanto en la programación, como también en la relación con los públicos y en la comprensión de la función social del museo. También cómo replantea su relación con la producción artística en otras geografías en el mundo al tiempo que atiende la escena local. Todo esto es un reto muy interesante para nuestra generación que, además, venimos, sobre todo, del ambito curatorial. Eso también es un cambio importante.Detalle de las salas de la muestra dedicada a Tàpies Ignacio Gil—M. S.: Remarcar que no podemos evitar ser una consecuencia de lo que vino antes. Nosotros aprendimos de la generación anterior y de las formas en las que esas instituciones estaban trabadas. Y también creo que los dos pertenecemos a una generación que conocemos este sistema del arte y lo precario que es. Tú mismo, Javier, lo dijiste una vez: somos la generación de las buenas prácticas. —El caso es que seguimos sin un director del Reina extranjero, con las subdirecciones sí tenemos más experiencia. Hace unos meses hacíamos en ABC Cultural un reportaje sobre la proyección del arte español, y para algunos agentes una de las causas de su limitada presencia es la ausencia de directores extranjeros en nuestros museos. ¿Cómo lo ven?—M. S.: No veo yo, por ejemplo, el arte italiano proyectado internacionalmente, cuando, hasta que llegó Meloni, todos los directores de sus grandes museos eran foráneos. Pero sí que pienso que necesitamos dar trabajo a los profesionales extranjeros, y sí necesitamos, sobre todo, reconocer aquello de extranjero que hay en el propio Estado español. Y lo de siempre: hasta que no reconozcamos lo nuestro es dificilísimo que podamos exportar lo que tenemos. Se nos olvidan muchas cosas, como que tenemos mucha España en la diáspora. Al Reina, por ejemplo en este caso, también debería conseguir, no retornar, pero al menos capitalizar en cierto modo, su riqueza.—A. G.: Desde mi experiencia institucional en el MUAC, hicimos muchísimas exposiciones con instituciones culturales de España. —Sí que se ha hablado mucho de la internacionalización del Reina, se ha repetido que la dirección anterior posicionó internacionalmente el museo, pero sí que resulta curioso que, por lo filtrado, pocos extranjeros se presentaron a su concurso, Manuel, de dirección, y que fueron muchos más los candidatos para el puesto de Amanda. ¿Está realmente posicionado internacionalmente el MNCARS?—M. S.: Enormemente. Y a muchos niveles distintos. En España se ha conseguido internacionalizar mucho más el modelo de institución, el CA2M, el MACBA, el Reina, el IVAM, que nuestro arte. Y ahí es donde nos queda por hacer el trabajo más grande, en el capital simbólico. Porque, efectivamente, los efectos en Reina Sofía son gigantescos. E insisto en lo que te decía antes, que realmente es verdad que es muy fácil generar alianzas desde el Reina porque se quieren esas alianzas. Se le considera una de las estructuras más sólidas de Occidente en este momento en el ámbito del arte contemporáneo. «Me emocionaba mucho el programa de Manuel, nos conocíamos y me entusiasmaba mucho participar de la renovación del Reina Sofía» Amanda de la Garza Subdirectora del MNCARSY es importantísimo mantener esto que Manolo Borja-Villel crea, porque esto no había existido antes. Y también es verdad que incluso desde el extranjero se nos pide generar apertura. Se nos pide buscar otras fórmulas de participación. Tarea fundamental del segundo año, y para eso ganamos una dirección de comunicación, es transparentar y comunicar más lo que el propio museo hace.—Amanda, ¿la imagen que proyecta el Museo Reina Sofía es la que usted se ha encontrado entrando en la institución?—A. G.: Sí, sí, sí. Digamos que los museos son organizaciones complejas. El equipo de este es muy grande, y estoy en el momento de conocerlo. Pero por supuesto, es un museo tal como me lo imaginaba, altamente profesional, con un equipo, con un trabajo artístico y técnico muy desarrollado. Y como en todas las organizaciones, hay retos, hay ideas nuevas que implementar. En ese sentido, no estoy asustada.—Un año después de abrir cajones y carpetas, ¿el modelo de museo heredado precisa de mucho cambio? —M. S.: Sí. Pero no tanto es una idea de necesidad de transformarlo como que, para hacerlo coherente, los cambios llegan solos. El museo no ha tenido fácil contar con una estructura administrativa. Pensemos que la ley propia tiene escasos diez años. Y hay unas herramientas de transformación gigantescas que no se han podido implementar todavía. Es obligatorio decir que muchas de las cosas que ahora estamos estimulando, por ejemplo, la forma de trabajo con financiación pública o privada, los apoyos de la sociedad civil a través de los coleccionistas, son herramientas que nos vienen dadas. Ahora tenemos la posibilidad de abrirlas, de mejorarlas. Hace falta mucho cambio, pero no tanto de rumbo, sino de desarrollar todas estas herramientas que ya están sobre la mesa. Y generar narrativas de cómo contarlas. La gente a veces se queja por cosas que no está viendo que ya están pasando. Turno de palabra. Nuestros interlocutores durante algunos momentos de esta entrevista Ignacio Gil—Es curioso que en la primera rueda de prensa que da su antecesor para explicar el programa de su nuevo cargo de asesor en la Generalitat diga que el museo está obsoleto y que lo bueno es lo que trae él ahora. ¿Cómo le van a dar la réplica desde el museo que además dirigió?—M. S.: Durante un tiempo, hace más de una década, tuve muchas dudas en si la palabra ‘museo’ se podía seguir usando. Esto es como cuando, de repente, un movimiento político se apropia de una palabra y de repente ya solo puedes utilizarla en un sentido: «Bandera», «España» «Libertad». Creo qu e Manolo Borja-Villel se refiere a eso, a que el museo entendido como lugar, como máquina de dar definiciones de una sociedad ya no existe. Y, efectivamente, aquel museo mausoleo de los 90 está acabado. Pero no el museo en sí, al revés. Como cualquier otra estructura democrática posee una estructura que tiene que modificarse continuamente. Y creo que le quedan muchísimas reinvenciones a los museos. De todos modos, te diré que estoy expectante en ver qué nos propone Manolo.—¿Ha habido tropezones en este año?—M. S.: Sí. Obvio, hay errores todos los días. Me parece que eso es también fundamental. Ha habido varios momentos que hemos empezado con una cosa y que hemos tenido que dar marcha atrás. Y lo hemos hecho público.—¿El simposio propalestino con lema de Hamas?—M. S.: Por ejemplo. Y se cambió el título. El tomar decisiones acerca de cómo queremos que funcione la mediación, y la necesidad, por ejemplo, de dejar de externalizar muchos servicios. Como cualquier otro espacio público, nos debemos también a un diálogo social. Y deberíamos tener capacidad de escuchar. A mí me encantaría generar un museo en el que haya espacio para el error, pero un error productivo.—Hablando de política, ¿tiene que ser entonces el museo un artefacto político? —M. S.: Bueno, es que yo creo que el arte es político por naturaleza. Siempre digo que en nuestras colecciones no hay objetos, lo que hay son sujetos. Y son sujetos que interpelan. Nuestro arte habla del presente, igual que, desde la modernidad, se habló de otro presente. Hay unos temas sociales que son agendas del presente en los que los museos no es que se tengan que implicar, es que la producción artística de su tiempo ya se está implicada. Lo estamos viendo a diario. Pero eso no quiere decir que el museo tenga que tomar partido.—Tomar partido e implicarse son dos cosas muy diferentes.—M. S.: Lo malo es que en este momento todo se utiliza de una forma partidista. Ahí está el error. Políticamente hablando, la función de un museo de arte contemporáneo hoy es preservar la complejidad del presente. Que las cosas no sean en blanco y negro, que no sean claras, no sean un sí o un no, sino que haya multitud de matices. —A. G.: La posición que debe tener el museo debe estar alejada de la política de partidos. Aunque eso afecte al museo, no estamos separados de la sociedad. Y debemos dar pie a su pluralidad de voces, pero siempre en el marco de una institución democrática, en el marco de los derechos humanos, del contrato social, la paz y la justicia social. Manuel Borja-Villel, director saliente del Reina I. Gil—¿Qué piensan pues de la presencia de Guillermo Solana, director del Thyssen, en las listas de un partido político para las Europeas, a sabiendas incluso de que no iba a salir? —M. S.: Bueno, tiene todo el derecho, como cualquier ciudadano, sin más. La consecuencia es lo que tendrá que negociar y dilucidar si le compensa o no. Todos ejercemos el derecho al voto y todos pertenecemos, en cierto modo a alguna ideología política. Y solo una lectura simple habla literalmente de cómo tu ideología política o tu género, tu ocio de los domingos define el trabajo que haces. —¿Usted lo haría?—M. S.: Si me preguntas a mí personalmente, yo ahí no me metería. Tampoco tengo esa noción de la política. —¿Usted, Amanda?—Yo no lo haría. Como Manuel señala, es una decisión enteramente personal. Y creo que es importante señalar que nosotros, como empleados públicos, tenemos otra serie de exigencias. De guía ética y ontológica que tenemos que seguir. —Hablemos de la descolonización. ¿Esto es una filosofía propia del Museo Reina Sofía, de sus directores o del ministro Urtasun?—A. G.: Es una definición de nuestro tiempo. Es decir, no tiene que ver con un ministro o con nosotros en particular. Creo que es algo que está de forma muy presente no solo en los museos, sino que atraviesa el momento presente, que ha cobrado una fuerza en términos de un debate público a nivel internacional. Nosotros como trabajadores del arte no podemos estar ausentes de lo que muchos artistas han planteado y de cómo se están renegociando en términos históricos las historias coloniales o la geopolítica actual. Y también los debates, porque respecto a la decolonización no hay una sola postura. «La primera presentación de esa futura colección se va a producir en 2026, una trilogía, capítulo por año, hasta 2028, desde finales de los años 70 hasta ‘ese’ presente» Manuel Segade Director del MNCARS—M. S.: Es más, te diría, en el caso del Reina Sofía, ese discurso que ahora está emitiendo la colección desde el capítulo ‘Dispositivo 92. ¿Puede la Historia ser rebobinada?’ es un discurso de hace tres años ya. Lo reabrimos en marzo como un mes después de que esto se convirtiera en agenda política de nuestro gobierno. Es una coincidencia absoluta, aunque el Reina, en todo caso, fue precursor en ese caso, porque es verdad que fue de los primeros museos que decidieron hacer algo tan profundo y con la colaboración además de muchos agentes. Todavía vivimos de prestado con el relato que estamos contando —Convénzanme por qué el de la descolonización no es un tema de moda del ámbito del arte. No es algo de lo que se oiga a la gente hablar en el mercado comprando fruta. Tampoco hay una avalancha de novela descolonizadora o música pop en esta dirección.—M. S.: En realidad, novela hay. Es verdad que a lo mejor en el mercado no hay un debate sobre esto pero seguramente si hay un puesto peruano. A lo mejor lo que estamos haciendo es acotar demasiado en el espacio político el tema de la decolonización, cuando en realidad es una cosa tan importante como pensar la posibilidad de convivencia de distintos grupos culturales.Eva Lootz con Manuel Segade durante la inauguración de su muestra en el Museo Reina Sofía ABC— A. G.: Para mí la decolonización es un proceso social. No es algo que ocurre exclusivamente en el arte o los museos. Ahora se está revisando un canon, lo que quedó al margen, lo que quedó fuera, esas historias no contadas y, por otro lado, revisando los efectos que han dejado en las sociedades en términos económicos, políticos, sociales los procesos de colonización.—¿Cuando vamos a ver cambios tangibles, más allá de una exposición como la de Eva Lootz o el poder hacerse fotos con el Guernica?—M. S: Van a visibilizarse cambios a lo largo del año que viene, seguro. Pero será marzo de 2026, ARCO, cuando nos proponemos, precisamente utilizando esa plataforma internacional que da la feria, que en su mayor parte los cambios sean visibles. También se impone que tiene que pasar un poco más de un año para conseguir el equipo de alta dirección. Es decir, los tiempos de un museo como este también son geológicos y hay que asumirlos como tales. —¿Hablamos de nuevas narrativas en el museo o de cambios físicos?—M. S.: Tardaremos tres años, pero empezará a presentarse una nueva narrativa de la colección que tiene que ver con la reordenación de los espacios del museo. Ahora creo que es muy laberíntico y lo que queremos hacer es que Sabatini, de la segunda planta, donde está el Guernica, a la cuarta, sea para la colección permanente y, las plantas uno y cero de los dos edificios, de Nouvel y de Sabatini, sean para temporales. La primera presentación de esa futura colección se va a producir en 2026, una trilogía, capítulo por año, hasta 2028, desde finales de los años 70 hasta ‘ese’ presente. Pero este mismo otoño empezaremos a cambiar algunas cosas de colección y habrá nuevas inserciones de programa. Todo el mundo sabe que a mí me interesa muchísimo, por ejemplo, el final del siglo XIX. Además necesitamos tiempo porque no solo se trata de ordenar lo que ya tenemos, sino de adquirir algunas cosas que creemos que son necesarias, llegar a acuerdos con instituciones para préstamos o depósitos.—Así en el nuevo Reina será tan importante tanto el qué como el cómo.—M. S.: Efectivamente. Y una cosa que nos enseñó ‘Vasos comunicantes’ de forma muy brillante es esa capacidad de hacer una colección también con un montón de cosas que ni siquiera pertenecen a la colección pero que la pueden transformar, generando un relato más innovador. Y no dejamos el paso cerrado a otro tipo de actitudes, como la necesidad de representatividad, pues si hablamos simplemente de cumplir con la ley de igualdad imagínate todo el trabajo que queda por hacer.«Como empleados públicos, tenemos otra serie de exigencias. De guía ética y ontológica que tenemos que seguir» Amanda de la Garza Subdirectora del MNCARS Hemos de aprovecharnos de todos los mecanismos de transparencia las posibilidades, cosas como esta entrevista que nos ayuda a explicarnos, la ayuda de otras instituciones, de otros agentes y sobre todo de la sociedad. Para mí es importante que este sea un museo que te haga sentir todo el rato que no estás solo y con la necesidad absoluta de colaborar con un montón de agentes porque todo el mundo espera siempre algo del Reina Sofía y todo el mundo también tiene algo que ofrecer al Reina Sofía. Eso es maravilloso. En Móstoles tenías que llamar. Aquí el diálogo ocurre solo.—Ese cómo.—M. S.: Si conseguimos ir haciendo visible los pequeños cambios, como el que se pueda fotografiar el ‘Guernica’, que no sea precisa invitación para una inauguración, que se generen en ellas espacios donde ya no hay distancias con respecto a la institución, el director, la subdirectora, como cualquier personal del museo –¡fíjate que nadie había pensado nunca que tenía que invitar al equipo del museo para venir a sus propias inauguraciones!–, cualquiera que empiece a pensarlo en global se va a dar cuenta de que su efecto es muy grande. Eso es pensamiento feminista, que nos hace mucha falta.Segade y De la Garza, en el exterior del museo I. Gil—Y todo eso sin mover el ‘Guernica’, gesto mínimo donde los haya. —M. S.: ¡El ‘Guernica’ no se mueve! Pero también tenemos novedades alrededor del cuadro que nos encantará contaros a futuro…—¿Le van a dar la vuelta? —M. S.: [Ríen] No creo que seamos capaces…—A. G.: En absoluto.—Amanda, ¿se plantea como reto explicar desde Madrid a Latinoamérica, sobre todo a sus coleccionistas, que lo portugués y lo español también es latino?—A. G.: La Historia de América Latina, España y Portugal es indisoluble. Es una historia muy compleja, pero estamos unidos por lo acontecido, y eso nos obliga a repensar de una manera distinta nuestras relaciones. Y constatar que estamos unidos hasta la médula.
Leave a Reply