Assange opta por el silencio y un perfil bajo al llegar a Australia como ciudadano libre

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Assange opta por el silencio y un perfil bajo al llegar a Australia como ciudadano libre

La expectación era máxima. Por ver a Julian Assange pisar su país y por escuchar sus primeras palabras en libertad. En cifras, alrededor de 200 personas, entre periodistas y simpatizantes , se pegaron a la verja que separaba lo civil de lo militar. Cerrado a cal y canto, el lugar donde aterrizaría era la zona Vip RAAF Escuadrón nº 34. El nombre se debe a la unidad de la Real Fuerza Aérea Australiana, creada durante la Segunda Guerra Mundial para realizar labores de transporte comunes que, con el tiempo, se acotó a miembros del Gobierno australiano, a altos cargos y otros dignatarios. El fundador de Wikileaks gozó de ese estatus en su retorno a su país natal, a la libertad. Los cinco grados centígrados de Canberra eran anecdóticos frente a la bajada de Assange por la escalerilla del avión. Los ‘flashes’ iluminaban los cien metros que separaban el gentío de la figura «¡Bienvenido de vuelta, Julian!» , se oía en inglés mientras éste saludaba a los presentes. Rápidamente buscó con la mirada su destino. Visualizó el hangar y la pequeña terminal privada. Sabía que su mujer, Stella, y su padre, John Shipton, estaban a escasos metros, pero aún no los veía. Tras él, sus abogados, Jennifer Robinson y Barry J Pollack . Por fin aparece Stella y ambos se funden en un abrazo. El primero como ciudadano libre después de casi 14 años privado de su independencia. Le sigue su progenitor, que se engancha a él de una mano. La otra está recién operada. Stella y John han liderado un movimiento global para su excarcelación y el sacrificio está viendo su recompensa.Noticia Relacionada estandar Si Cuando Assange apoyó el secesionismo en Cataluña: predijo una limpieza étnica y una guerra civil David Alandete Puso los servidores de WikiLeaks al servicio de la causa independentista, copiando y distribuyendo copias de la web del referendo, declara ilegalSe oyen gritos en español. Un grupo de cuatro mujeres, tres chilenas y una argentina, alientan a Assange en la distancia. «Esto nunca tenía que haber ocurrido», dijo una. «Fue una injusticia» , apuntó otra. «Hemos vivido el momento con lágrimas. Yo no pensé que iba a vivir esto», afirmó la tercera. La acción se traslada a unos 12 kilómetros de distancia, al hotel en el que se aloja Assange junto a los suyos. Allí hay prevista una rueda de prensa y hay una gran expectación por escuchar al recién liberado. Todavía no había realizado ninguna valoración. Ni en Bangkok, donde paró el avión a repostar, ni en Saipán , donde se declaró culpable de conspiración para obtener y publicar los papeles de Wikileaks. Era parte del acuerdo con la Fiscalía estadounidense para salir en libertad. Ya en Australia, decenas de periodistas y simpatizantes ansiaban un trocito de historia: las primeras palabras de Assange como hombre libre. Pero nada. Los que abren paso cual Moisés entre la muchedumbre son Stella, en cabeza, y los letrados, Robinson y Pollack. Assange se queda en la habitación, no hay rastro de él.«Julian siempre defenderá los derechos humanos. Siempre defenderá a las víctimas. Es un hombre de principios profundos», afirma su esposa, Stella«Julian tiene que recuperarse, esa es la prioridad». Habla la mujer y la madre de los dos hijos de un hombre que ha pasado más de 13 años entre las paredes de la embajada de Ecuador en Londres y la cárcel londinense de máxima seguridad, Belmarsh . En ese instante, Stella se encargó de humanizar al ídolo, al enemigo público número uno, al sujeto de interés, a su marido. Lo devolvió al mundo de lo tangible. Lloró por él, de alegría y porque ahora viene un largo proceso de adaptación. «Necesita tiempo para recuperarse», sostuvo ante los medios presentes. «Para acostumbrarse a las libertades. Alguien me dijo ayer que había pasado por algo parecido, que la libertad llega lentamente. Y yo quiero que Julian tenga ese espacio para redescubrir la libertad, despacio. Y rápido». Porque Stella ansía normalidad. Ella y los dos hijos, de cinco y siete años de edad, que no han conocido a su padre en libertad.«Julian siempre defenderá los derechos humanos. Siempre defenderá a las víctimas. Y eso es sólo parte de lo que es. Es un hombre de principios profundos. Y sigue siéndolo. No tiene miedo», esgrime. «Julian quería que les diera las gracias sinceramente a todos. Quería estar aquí. Pero tienen que entender por lo que ha pasado. Esto es un proceso. Les pido, por favor, que nos den espacio, que nos den privacidad para encontrar nuestro lugar».Se escucharon algunos vítores en la sala y Stella se marchó directa a la habitación con su marido y los abogados. El padre de Assange tardó más. Ha sido la cara más visible de la campaña en Australia y eso requiere ciertos compromisos. Dos miembros del equipo de la familia del periodista desfilan hacia los ascensores a gran velocidad. Portan dos botellas de Moët & Chandon y seis vasos. Han sido 24 horas muy intensas para todos ellos y también muy gratificantes. Ahora les toca celebrar.

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