Bunbury Superstar

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Bunbury Superstar

Llego con él ya sobre el escenario. No conozco bien su carrera, he escuchado ‘Entre dos tierras’ demasiadas veces como para que me apetezca y su voz me produce un ‘no sé qué’ difícil de explicar que hace que no me guste el personaje. Al abrirse la puerta gris del sector 6 se desvela ante mis ojos, pequeño en la distancia, Enrique Bunbury. Está rodeado de fieles fanáticos y desde aquí arriba parece una aparición. Un pañuelo rojo en el cuello y un sombrero negro son el único atrezzo en un escenario minimalista por el que se mueve mucho. ‘Nuestros mundos no obedecen a tus mapas’, buen calentamiento, y ‘Cuna de Caín’, que ya entra en materia, son el tiempo que tardo en darme cuenta. Noticia Relacionada estandar No Bunbury, tragos de absenta y poemas de Panero Nacho SerranoHay dos formas de crear, escribí una vez en este periódico a raíz de Dylan: por inspiración o por repetición . Crear por inspiración, como Mozart, Simenon o Rimbaud, es creer que la mejor idea es siempre la siguiente. Ergo si algo no sale bien a la primera, se empieza otra cosa.Crear por repetición, como Beethoven, Charly o Hemingway, significa tener una idea y retorcerla hasta que sea buena. Es la creación por insistencia; la ‘minería musical’, como los últimos Beatles, que repetían y repetían para corregir un matiz. Bunbury presenta el concierto como una representación teatral. Encara todas las canciones con férrea decisión, mezclando agresividad y emoción en un ‘setlist’ que es, ante todo, un homenaje a la genealogía del rock. Las hay más pesadas, como ‘Despierta’ y ‘La actitud correcta’, con distorsiones grandes, baterías tribales y un canto ligeramente más rasgado y cercano a Héroes. Hay rock clásico, como el elegante rhythm n’blues de ‘Invulnerables’, o el country trotón de ‘Apuesta por el rock n’roll’; música más de autor.Noticia Relacionada estandar No Bunbury descubre el sorprendente motivo por el que tuvo que retirarse de los escenarios S. C. El músico es intolerante al glicol, una sustancia química presente en el humo de los conciertosHay también un toque fronterizo en temas como ‘Porque las cosas cambian’ , donde Bunbury brilla de forma única en el panorama nacional, aunque llegado a este punto corro el riesgo de ahogarme en etiquetas y olvidar lo más importante: son grandes canciones. Se podría decir sin mentir que a veces se le cuela algún ripio (¿a quién no?), pero se mueve como pez en el agua dentro de la tradición popular americana. ¿Dónde estaría si fuese de Memphis y cantase en Inglés? Hacia la mitad se para y cuenta, emocionado, que hace dos años llegó a pensar que no podría volver a cantar. Hoy parece de todo menos acabado, y para terminar de mostrar lo absurda que es la idea, deja una versión para enmarcar de ‘Alaska’ , una canción brillante que corona su último disco. Con gusto, sin excesos y dominando el escenario con sobrios movimientos, Bunbury se muestra gigante y capaz de todo.El final se empieza a sentir con ‘De todo el mundo’, otra balada de categoría, y ‘Entre dos tierras’, donde se cae el Wizink . Cantada al unísono por 17.000 personas suena mejor que por la radio, así que me uno al éxtasis de Goya y grito junto a Bunbury Superstar.La masterclass de Enrique Bunbury y su banda de siete termina poco después de las 11 de la noche. Acaban, por eso de la poesía, con ‘…Y al final’, que si tuviese que ser clasificada por género sería ‘canción de adiós’. Vacío el Wizink, se despeja la idea: la verdad de la creación es una, los caminos hacia ella infinitos. Bunbury cerrará su gira de 11 conciertos el próximo sábado en Zaragoza, su casa. Lo hará con el mismo repertorio, a la misma hora y con el mismo sombrero. Y estará picando, igual que hoy, porque una buena canción nunca está terminada.

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